La nueva normalidad entre mamparas, bares con mascarillas, autocines y discotecas en coches

  • Educación con profesores virtuales, carta de restaurantes con códigos QR y el ocio pensado de otra manera

Vuelven los autocines y el deseo de estar juntos se vuelve casi un imposible. Los días sin besos y los abrazos con codos, las playas con cita previa; los parques verdes con los sitios marcados para tumbarte sin peligro de que infectes o te infecten con el coronavirus. Empezamos a entender que la nueva normalidad es más que una palabra.

La nueva normalidad es no tocarnos la cara, ni para parecer interesantes cuando nos rascamos las cejas o nos quitamos el flequillo de la frente. Los médicos lo desaconsejan, porque el coronavirus podría estar escondido entre nuestros dedos y de ahí instalarse en nuestro cuerpo.

La nueva normalidad es ir a la playa de otra manera, con cita previa, cómo si se pudieran prever las ganas de mar, de tumbarse en la arena. ¿Se puede programar eso? Parece que sí, que ya es parte de esta vida llena de advertencias, una vida bien aliñada con desinfectante hidroalcohólico, el nuevo Channel number five de esta nueva normalidad.

Estas son las reglas y tenemos que cumplirlas: El maquillaje lo puedes seguir usando, pero sobre todo en las cejas, en los párpados, porque la nueva normalidad mantiene la boca y la nariz oculta, como una sospecha. Eso sí, por fin, los narizones tendrán paz con su apéndice debajo de la mascarilla.

Mientras tanto, los camareros te sirven en una terraza medio vacía donde cogemos ticket, como quien está en el super; los restaurante estrenan cartas con este código QR, que es maravillosamente moderno pero falto de glamour. La nueva normalidad Covid-19 es mirarse, a través de una mampara, encerrado ahora, ya más que en ti mismo. ¿Cómo será ligar en la nueva normalidad? Anormal seguramente.

La nueva normalidad es un bar donde cada uno se bebé su cubata dentro del coche y el camarero te pregunta por WhatsApp que vas a tomar antes de llegar con una mascarilla y guantes sin acercarse mucho, por si acaso. Es llegar al parque del Retiro y pillar un círculo. Sí, un círculo marcado previamente sobre el césped para indicar la distancia justa en la que cada uno puede tumbarse sin temor al contagio.

Es como un dominó perfecto, está nueva normalidad del bicho sin cara que nos cerca. Lo peor quizá de esta nueva normalidad es -sobre todo- la maldita insistencia de hablar siempre de él, del coronavirus.