Los cuerpos de Amiel y Rachel, encontrados en una fosa, presentaban evidentes signos de violencia. La Guardia Civil llegó hasta ellos después de interrogar durante casi cuatro horas a la madre, que fue detenida. Los cadáveres fueron localizados, enterrados en fosas separadas muy cerca de la casa, donde vivía la familia.
La madre se había mostrado reacia a colaborar con la Guardia Civil, aunque decía frases confusas como que sus hijos "tenían que resucitar". Finalmente los agentes pudieron convencerla de que revelara dónde se encontraban los cuerpos de la niña de cinco meses y del niño de tres años y medio.
El padre también fue interrogado, pero se encontraba "confundido" y dejó entrever que los niños podían estar dentro de la piscina, donde se localizaron los restos de sangre. Los agentes la vaciaron, pero no encontraron nada.
Los servicios sociales ya habían abierto expediente a la familia porque el niño faltaba frecuentemente al centro educativo, desde el Colegio de Rocafort se interesaron, por la inasistencia de los últimos días, pero los padres informaron que se trataba de un problema laboral.
La pareja, consumidores de drogas, había okupado un chalet en estado desastroso en Rocafort, en Valencia. La vivienda, según fuentes de la investigación, carecía de los servicios más básico. No tenían nevera y los agentes encontraron comida en avanzado estado de putrefacción, con colchones por los suelos y suciedad generalizada.