A Pedro Nieva, detenido por el asesinato de Javier Ardines, de 48 años, casado desde hace 18 y con dos hijos, le movieron los celos, según la Guardia Civil. Quienes le conocen dicen que es un hombre “celoso y violento” pero no le creen capaz de hacer algo así, según publica el diario El Comercio. Su entorno familiar en Amorebieta se muestra hermético e incrédulo. Su mujer, Katia, no se ha dejado ver. La Guardia Civil ha confirmado a Informativos Telecinco que tenía permiso de armas.
Los agentes sabían de su carácter. Por eso cuando irrumpieron en su casa de madrugada el pasado lunes para detenerlo lo grabaron todo con un drone. No se fiaban de su reacción. En la vivienda estaban su mujer y sus hijos. A ella la separaron de él, la dejaron en la cocina. Mientras los agentes registraban la vivienda.
Él no se mostró muy colaborativo. De hecho se limitó a responder de forma muy escueta a los agentes de la UCO cuando llegó su abogado.
Su entorno dice que a Nieva le iba bien, incluso en los tiempos de crisis. Tenía una empresa de electricidad, Mugarra, que abrió en 2002 y que llegó a tener 40 empleados. Ahora está cerrada, al igual que su casa adosada de Amorebieta, donde lo arrestaron.
Él y su esposa se hicieron una casa cerca de la de Ardines, donde pasaban los veranos. Sus hijos tenían allí una pandilla y ellos salían en el mismo grupo de amigos que el concejal y su mujer, Nuria, quien estos días como una heroína, "hace de tripas corazón" ante sus hijos y suegros.
Nieva estaba en el punto de mira de los investigadores. Porque ni siquiera fue al funeral de su amigo Ardines y porque la mujer de este alertó a la Guardia Civil que le resultó raro el distanciamiento de la pareja tras el crimen.
El domingo de antes de su arresto, cuenta el diario El Comercio, Nieva y su mujer Katia, fueron vistos juntos en un bar. Él presentaba un aspecto desmejorado. Horas más tarde era detenido. Aún permanece en dependencias de la Guardia Civil a la espera de pasar a disposición judicial.