En plena primera ola de coronavirus, Lidia González, una joven burgalesa de 22 años, tuvo que ser operada de un tumor cerebral. Pero, tras la intervención, los resultados de la biopsia no llegaron a tiempo para que los oncólogos le pusieran un tratamiento. Su madre denuncia que murió “abandonada” y considera que “ha pagado” las consecuencias de la pandemia.
En el mes de mayo, la joven, que residía en Pamplona, notó que tenía nauseas, mareos y que no veía bien. Tras acudir a urgencias, la derivaron al Hospital Clínico de Valladolid. Allí, la ingresaron y tras 10 días en los que estuvo completamente sola, la operaron el 14 de mayo de un tumor en el lado izquierdo del cerebro, según relata su madre Lidia García a ‘El Norte de Castilla’.
Desde el Hospital Clínico de Valladolid, enviaron a León la biopsia del tumor extirpado, cuyos resultados, imprescindibles para que los oncólogos de Burgos la pusieran en tratamiento, llegaron cuando Lidia ya había fallecido.
La operaron y la enviaron a casa con la única prescripción de paracetamol, según el testimonio de su madre, que denuncia que “se quedó abandonada, sin ningún tratamiento” por lo que llamaron insistiendo la importancia de los resultados de las pruebas. “Nos llegaron a decir en el Clínico que si nos pensábamos que las pruebas tardaban poco, que había un montón de trabajo con el coronavirus”, relata, denunciando que, además, el trato en consulta con la neurocirujana del mismo hospital “fue inhumano”.
Lidia poco a poco fue quedándose sin habla. Perdió la memoria y la movilidad. Su estado empeoró y los resultados no llegaron. Falleció el 12 de julio sin diagnóstico y, como consecuencia, sin tratamiento.