Cuando la discapacidad te convierte en víctima de la violencia machista
Montse nació con una leve discapacidad (un mal parto, le contaron) la mayor de 10 hermanos. Su padre la violó cuando tenía 11 años y aún se pregunta por qué. "¿Por mi discapacidad, porque era la más débil? Es la pregunta que aún me hago todos los días". Montse tardó 37 años en poder contarlo sin que las lágrimas cortaran su relato.
Quiso entonces denunciar a su padre (aún vive), pero una de sus hermanas le dijo que no lo hiciera, porque el padre ya era un anciano. Montse no lo denunció, pero advirtió a la familia que aunque anciano, el hombre tenía nietos. Las secuelas de la violación infantil, pesan. Por eso Montse ayuda a otras mujeres y niñas con discapacidad a entender que no están solas. Que son vulnerables, pero pueden con sus maltratatadores, denunciándolos, si aparecen. Ella lo hizo con el marido que aceptó para salir de la casa familiar.
Montse pudo escapar. Pero a Rebeca no le dio tiempo. Vino a España para buscar oportunidad de trabajo y bienestar para sus hijas, pero se encontró con un hombre que no aceptó su no a continuar la relación. Le dio un cabezazo en un ojo y, finalmente, lo perdió.
Se encerró en casa, "Solo lloraba y lloraba, no quería ver a nadie) Pero encontró ayuda psicológica y laboral en la Fundación ONCE. Rebeca ha recuperado la sonrisa y la confianza en sí misma.
Montse y Rebeca son dos historias de una misma realidad: la violencia de género. El 31 por ciento de las mujeres con discapacidad son víctimas, por su vulnerabilidad, de violencia machista (frente al 12 por ciento de las mujeres en la población general) la misma violencia contra las mujeres que cada vez que mata a una, deja a otras 10 con alguna discapacidad irreversible.