El mensaje del coronavirus no llega a los jóvenes: "Tendríamos que utilizar YouTube o Tik Tok"
Los jóvenes, dice el psicólogo Ricardo Fandiño, se desenganchan de mensajes que les estigmatizan
Cree que el mensaje sobre el coronavirus a los jóvenes está transmitiéndose mal, de maneras cambiantes y por los canales equivocados
"Es duro tener 20 años en 2020", dijo hace unos días el presidente francés, Emmanuel Macron, al anunciar el toque de queda que estará vigente al menos durante un mes. La restricción, que prohíbe salir a la calle entre las 9 de la noche y las 6 de la mañana salvo excepción justificada, pesa directamente sobre los jóvenes y algunos de sus escenarios predilectos de actividad social: los bares, las terrazas, las fiestas.
En España también es duro tener 20, o ser joven o adolescente, en este 2020 de pandemia. Según Sanidad, cerca del 21% de los brotes en el país ocurre en reuniones de amigos y familiares, mientras que el 21,7% de los contagios fueron en personas de entre 15 y 29 años en la semana del 5 al 11 de octubre (la última con datos). Algunos expertos consultados señalan que son un vector de transmisión, pero también que el sistema sanitario "no valora las necesidades de cada grupo poblacional", como señaló Rafael Ortí, de la Sociedad Española de Medicina Preventiva.
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Las noticias sobre contagios y brotes en universidades, ámbitos juveniles por excelencia, ilustran la complejidad del asunto, incluyendo episodios de imprudencia como la barra libre organizada por 75 estudiantes que han sido expedientados por la Universidad de Salamanca.
"Para los que trabajamos permanentemente con adolescentes, nos sorprende que sorprenda tanto que los jóvenes estén teniendo problemas para integrar toda la nueva normativa social que se está poniendo en marcha", comenta Ricardo Fandiño, presidente de la Asociación para a Saúde Emocional na Infancia e na Adolescencia (Aseia) en Galicia.
Fandiño, que habla con una amable tranquilidad y hace referencia sobre todo a los adolescentes, cree que el mensaje está transmitiéndose mal, de maneras cambiantes y por los canales equivocados, y que la credibilidad de los adultos "es muy baja en estos momentos". La modificación en el comportamiento que les pedimos, dice, no es menor. "No es fácil cambiar las costumbres a nivel de relación social. Pero sobre todo no es tan fácil para los jóvenes, porque para ellos es un elemento central", señala.
Pregunta: ¿Están fallando las distintas administraciones en el contexto específico de la pandemia y los jóvenes, como han señalado algunos expertos?
Respuesta: Comparto que desde la administración no están sabiendo enfocar la cuestión de los jóvenes ante la pandemia. Para los que trabajamos permanentemente con adolescentes, nos sorprende que sorprenda tanto que los jóvenes estén teniendo problemas para integrar toda la nueva normativa social que se está poniendo en marcha. Porque son un grupo de edad que, por definición, tiende a transgredir las normas y a cuestionarlas, con lo cual tener la expectativa de que se iban a poner nuevas normas de relación social y que los adolescentes las iban a cumplir, es una expectativa totalmente fuera de lugar.
En el confinamiento, los adolescentes estuvieron desaparecidos del discurso social, apenas se habló de ellos. Yo creo que es porque tienen una capacidad de inmersión digital altísima y entonces durante el confinamiento estuvieron muy confinados sus casas y en el mundo digital. Durante la desescalada fueron los grandes olvidados. No hubo medidas que los tuvieran en cuenta de manera específica. Y en cuanto llegó esto que llamamos nueva normalidad, enseguida apareció el estigma.
P: ¿Qué ha ocurrido entonces?
R: Apareció el estigma porque el adolescente empezaba a hacer lo que la adolescente hace. Claro que es el primero intentar socializarse, porque para ellos la cuestión de la socialización es central. Digamos que los adultos podemos regularnos en el proceso de socialización, en la medida en que se entienda que nuestra identidad está más construida. Pero para ellos es un elemento absolutamente vital, no socializarse es prácticamente renunciar a la vida. Entonces, lo que han hecho es socializarse y transgredir algunos de ellos, no todos, pero transgredir, probar los límites de la norma.
A partir de ahí, se ha construido en parte un discurso muy estigmatizante de los adolescentes, que creo que los aleja más que los acerca y que los deja un poco fuera de lo que tendría que ser la construcción colectiva de una nueva realidad.
Una estrategia con influencers y algunas campañas más clásicas
influencersA finales de agosto, Sanidad anunció que su estrategia de comunicación de cara a los jóvenes pasaría por los influencers y hasta anunció el fichaje de la escritora Elvira Sastre. Según Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, los mensajes de responsabilidad de perfiles muy seguidos podían "ayudar a controlar la epidemia".
Los datos entonces ya generaban alerta. Si en la semana 34 del año (del 17 al 23 de agosto), hubo 41.613 contagios, 10.202 (un 24,5%) ocurrieron en personas entre los 15 y los 29 años.
Pero hubo también campañas más clásicas. Sanidad difundió a principios de septiembre el vídeo Esto no es un juego (y su hashtag correspondiente en redes sociales), en el que una voz en off juega al "pito pito gorgorito" mientras van saliendo imágenes de jóvenes divirtiéndose sin mascarilla. Al llegar al "pin, pan, fuera" de la canción, las imágenes son de ancianos en el hospital o incluso de ataúdes.
La Comunidad de Madrid, en tanto, puso el acento en el uso de la mascarilla con un mensaje directo: en el crematorio hace más calor que en ningún otro lugar. "Protégete, protégenos", dice la voz de la secuencia que señala la temperatura de una reunión de amigos, de una discoteca, de un pasillo sanitario, de una UCI y, finalmente, del horno.
P: ¿Las distintas campañas no han sabido transmitir un mensaje, interpelar?
R: Tenemos que entender que los canales a través de los que se informan y se relacionan los jóvenes están bastante separados de los de los canales que utilizamos los adultos. Es decir, yo tengo muchas dudas de que escuchen las comparecencias de Fernando Simón o de Salvador Illa. Tengo muchas dudas, creo que ellos están en otro tipo de canal. Tendríamos que utilizar YouTube o tendríamos que utilizar Tik Tok, por ejemplo.
Los jóvenes se desenganchan de mensajes que les estigmatizan
P: ¿Qué otros elementos habría que tener en cuenta?
R: Tienen que ser campañas que no insistan tanto en en el estigma del adolescente como vector de contagio, porque ellos lógicamente se desenganchan de ese mensaje. No tiene que ser desde una posición excesivamente moralista, sino de tratarlos como sujetos que pueden entender una información que tiene que ver con la salud y entonces utilizar los canales para informarles sobre la importancia de la salud, sobre la importancia de la salud comunitaria y sobre el papel que ellos pueden jugar en esa salud comunitaria como elementos de una sociedad a la que pertenecen.
P: ¿Habría que ofrecer mejores posibilidades de ocio juvenil?
R: Muchas veces no pasa exactamente por la actividad a realizar, el deporte o la música. Todo eso no deja de ser un pretexto que tiene que ver con estar, por ejemplo en un parque. Muchas veces lo que hacen los adolescentes es estar juntos. Entonces en este momento la propuesta es que no estén. Es verdad que ellos tienen una solución, que es estar juntos digitalmente. Fíjese que hace seis meses, cuando empezó todo esto, esa tendencia de ellos a estar juntos digitalmente nos parecía preocupante. Socialmente patológica. Y hoy lo proponemos como una solución higienista. Esa es la paradoja.
La credibilidad de los adultos es muy baja
P: Macron, el presidente francés, dijo esta semana que "es duro tener 20 años en 2020". ¿Es un momento particularmente difícil para ser joven, como pocas veces o nunca antes?
R: A mí a veces me cuesta un poco esa parte maximalista, en que decimos 'nunca fue tan duro'. No, yo no lo sé. Yo tengo 50 años. En mi perspectiva histórica me parece el momento más duro, pero mi perspectiva histórica es muy limitada porque es medio siglo. Entonces habrá habido momentos también muy duros. Sí, es un momento duro, ¿pero sabe por qué pienso que es un momento duro? Porque creo que la credibilidad que los adultos tenemos para los adolescentes es muy baja. Tengo la sensación de que no se fían nada de nosotros y tienen buenos motivos para no fiarse de nosotros.
Y eso es muy desalentador para ellos. Creo que si ellos tuvieran unos adultos de referencia, que tuviéramos la capacidad de ser más claros, más consistentes, con un mensaje más uniforme, mejor armado, bueno, les resultaría doloroso, digamos, pero habría una referencia, algo a lo que agarrarse. Pero la propuesta que les estamos haciendo en estos momentos a ellos no acaba de llegarles. Yo creo que el otro problema grave es que las nuevas normativas son terriblemente cambiantes.