Zino, joven extutelado: "Me fui de Argelia sin despedirme, ninguna madre deja que su hijo se marche en patera"
Zino Meflah llegó a España en patera cuando tenía 16 años, fue un menor extranjero no acompañado (MENA)
Estuvo dos años en un centro de menores de Mallorca pero cuando cumplió los 18 años le denegaron el permiso de residencia
Tuvo que superar un sinfín de trabas jurídicas para renovarlo y comenzar a formarse un futuro
En un callejón sin salida. Esta es la situación en la que se encuentran miles de jóvenes extranjeros extutelados al cumplir la mayoría de edad. Sin recursos, sin ayudas, sin permiso de residencia y en ocasiones, con la presión de tener que abandonar de inmediato el país. Después de vivir varios años en España, son muchos los inmigrantes de 18 años que se encuentran un sinfín de trabas jurídicas que les impide poder continuar con su vida. Ante esta situación, la campaña “Un callejón sin salida”, que promueve la Federación de Entidades con Proyectos y Pisos Asistidos (FEPA), pide que se cambie la Ley de Extranjería para facilitar el futuro a estos jóvenes al cumplir la mayoría de edad.
En España hay 10.218 menores bajo la tutela del estado, todos procedentes de países al que no se le aplica el régimen de la Unión Europea. Llegan solos, sin dinero, sin ningún familiar ni tutor responsable. Los tratados internacionales obligan al país de destino a hacerse cargo de estos menores, pero cuando cumplen los 18 años todo cambia. "Cumplen los 18 años con permiso de residencia en el país pero no de trabajo, y para renovar la residencia deben tener unos ingresos mínimos mensuales que, sin permiso para trabajar no pueden conseguir. Ya no sirven los ingresos de becas sociales. Esto hace que muchos no puedan ni trabajar ni acreditar ingresos para renovar la residencia y en las resoluciones que yo he visto les dan 15 días para abandonar el país", explica Pep Olivares, coordinador proyectos de emancipación de la Fundación Nazaret.
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Zino Meflah es una de las voces que ejemplifica esta incertidumbre en la que viven muchos jóvenes. Nació en Argelia y llegó a España en patera cuando solo tenía 16 años. No le dijo nada a sus padres, pues sabía que su madre no se lo iba a permitir. Decidió dejarlo todo atrás para labrarse una vida mejor y poder ayudar a su familia. "La historia de Zino tiene un buen final, pero es solo una excepción", añade Pep. La mayoría de jóvenes extranjeros extutelados se enfrentan a un verdadero abismo cuando cumplen los 18 años.
PREGUNTA: ¿Cuándo llegaste a España?
RESPUESTA: Tengo 18 años y me fui de mi país porque no tenía nada allí. Quería estudiar, mantenerme a mí y a mi familia, un trabajo para comer... Me fui con 16 años, pero lo tenía pensado desde los 13. Veía a las pateras salir desde la punta de Argelia y pensaba que yo también quería hacerlo. Algunos amigos que llegaban a España me llamaban y me decían que estaban en un centro, que les compraban todo, que les daban una paga y hacían excursiones. Eso yo no lo tenía en Argelia porque mis padres son pobres. Entonces en 2018 tomé una decisión: voy a dejar todo atrás y voy a probar a ver si me sale bien y tengo suerte.
P: ¿Cómo era tu vida en Argelia?
R: Éramos pobres. En cualquier empresa o colegio te preguntan de qué trabajan tus padres y si trabajan de albañil, por ejemplo, no te admiten. Si no tienes dinero no te aceptan. ¿Qué pasa que no somos humanos? Nosotros podemos conseguir lo que cualquiera, pero la vida no nos dejaba. Vivíamos en una chabola con seis personas y mis padres.
Mi madre no trabaja, mi padre trabajaba de agricultor. Ella tiene 56 años y él 64, son mayores y no pueden trabajar. Entonces ¿de dónde sacan el dinero? Allí solo hay trabajos duros para los que no tienen estudios. Cobran muy poco de jubilación, 50 euros al mes, eso no es suficiente. Mi hermana tiene 26 años, yo soy el chiquitito de casa. Trabaja en una pastelería y hace deporte, es a lo que se dedica. Lo pasé mal al irme, pero cuando decidí salir de allí, no me arrepentí de nada.
P:¿Cómo fue la travesía hasta llegar a España?
R: Un día me monté en la patera y fue muy duro porque dejaba atrás mis recuerdos, mi vida, mis padres, mi hermana. Ahorré dinero, pagué y dije “hoy es el día para irme”. Ese día cené con mi madre y estaba nervioso, me preguntó “¿qué te pasa?” y le dije “nada, que estoy nervioso porque tengo la boda de un amigo y no sé qué regalarle” y me dijo “ah vale”. Yo quería llorar, decírselo y llenarla de besos, pero no pude porque sabía que no me iba a dejar. Me dolió irme porque no me despedí de mi familia, sabía que no me iban a dejar. Ninguna madre deja que su hijo se marche en patera, es muy peligroso, por eso no le dije nada.
En la patera solo ves mar, estrellas y cielo. Compañeros con miedo, unos vomitando, mareados, no sabes dónde estás. Esta es la vida de un inmigrante
P: Es muy peligroso…
R: Sí… el 90% muere, el 10% logra llegar. Son muchos km, una patera pequeña de 5 metros, tanta gente… Pero cogí fuerzas, me levanté de la mesa, salí a la calle y empecé a llorar en una esquina. Fue la última vez que vi a mi madre. Cuando me monté por primera vez en la patera no tenía miedo porque vivía en el miedo y sabía que en España me lo iban a dar todo. Era tan feliz, como nunca. Es duro y más con solo 16 años. Pero no solo lo hice por mí, sino por mi familia. En la patera solo ves mar, estrellas y cielo. Compañeros con miedo, unos vomitando, mareados, no sabes dónde estás. Esta es la vida de un inmigrante.
P:¿Cuesta mucho dinero?
R: Cuesta un pastón. Ahorré durante dos años, trabajé en una pastelería y me pagaban 100-120 euros. Pagué 1.000 euros para venir aquí. Vinimos pocos (14 personas) para poder llegar con más seguridad. Fue un camino muy largo hasta llegar hasta aquí, tardamos 25 horas en llegar a Mallorca.
A 20-30 km de la costa nos pilló la Guardia Civil, nos llevaron a la comisaria de la Policía Nacional, luego al hospital y nos hicieron las pruebas. No sabía que había centro de menores, ni ayudas, nada, yo solo quería trabajar, conseguir dinero y enviárselo a mis padres.
P:¿Te trasladaron a un centro de menores?
R: Sí, primero entré en un centro de acogida dos meses, me trataron bien. Gracias a ellos ahora estoy bien. Luego estuve dos años en el centro de menores. En el centro me puse a estudiar para aprender el idioma, comunicarme, empezar a trabajar. Tuve suerte porque me daban todo, gracias a España porque me ha dado todo. No pagaba nada y me trataron bien, como a un niño español más. Fui un MENA, un menor extranjero no acompañado.
Cuando estuve en el centro, entró una cocinera nueva. A mi me gusta ayudar y le ayudaba a cocinar. Le conté mi vida y empecé a coger confianza. Un día propuso adoptarme y me fui a su casa. Me presentó a su familia y le caí bien a todo el mundo. Ahora se preocupan por mi y me ayudan mucho.
P: Llegaste siendo menor de edad y ahora ya tienes los 18. Con la mayoría de edad todo se complica, ¿no?
R: Sí, cuando me faltaban dos meses para cumplir los 18 me mandaron una carta de extranjería diciéndome que no tengo contrato de trabajo y que no me iban a dar papeles. En ese momento no entendía por qué no iba a tener papeles. Yo cumplía las normas y lo hacía todo bien para conseguir lo que quería, sin embargo, me iba a quedar sin nada. Ese día me quise suicidar. Un educador me preguntó qué me pasaba y le dije que me quería suicidar porque no quería que la gente sufriera conmigo. Pero con psicólogos y ayudan pude superarlo. Lucharon por mí.
Yo pude quedarme en el centro de menores un tiempo más, aunque ya tenía los 18 años. Como en ese momento había pocos pisos de emancipación, me dieron una prórroga en el centro. A los dos días de cumplir la mayoría de edad, recogí los papeles y empecé a trabajar. Fue un gran día. Finalmente me dieron el piso. Aquí hago mi vida normal. Como lo que quiero, entro cuando quiero, pero también hay normas, hay vigilancia y vienen educadores cada dos o tres días.
Cuando me faltaban dos meses para cumplir los 18 me mandaron una carta de extranjería diciéndome que como no tenía contrato de trabajo no me iban a dar papeles
P: ¿Cómo conseguiste el permiso de residencia?
R: Tuve suerte, salió un permiso excepcional que permitía que un menor extranjero pudiera trabajar sin necesitar contrato, se nos autorizaba a trabajar. Es un permiso que en pocas ocasiones conceden. Salió y yo estaba en medio y con ayudas de educadores y abogados me lo arreglaron todo. Ese día empecé a abrazar a todo el mundo y estaba muy feliz porque conseguí lo que me faltaba. Porque cuando sales del centro de menores y no tienes nada, no sabes qué vas a hacer, te vuelves loco.
P: ¿Y ahora cuanto tiempo puedes quedarte en el piso de emancipación?
R: En el piso de emancipación puedo estar cinco años, tres con una ayuda del Gobierno de 400 euros para mantenernos (comer, comprar ropa…). Cosas básicas porque 400 no dan para más, pero no pagamos el piso, pagamos lo mínimo, 30 euros al mes. Podemos estar en este piso 5 años. No te dejan salir si no tienes nada y te hacen un seguimiento hasta que consigas algo, te dicen que ahorres para cuando salgas del piso poder alquilar un piso compartido.
P: ¿Cómo te ves en unos años?
R: Trabajo de limpiador y de ayudante de cocina. Me encanta, pero físicamente es duro y yo quiero estudiar, lo tengo bien pensado, quiero ser educador social porque me encantó, vi cómo trabajan, como tratan a los niños, como hablan con los chavales y quiero ser un educador. Aquí estoy muy bien, tengo a mis amigos y tengo novia, tiene 17 años, se llama María. Ella es de Mallorca, la conocí en el centro de menores, me ayudó mucho porque yo no sabía nada de español, empezaba a hablarme y yo tenía mucha vergüenza, pero empezamos a hablar, me ha ayudado mucho.
P: ¿Ahora mantienes el contacto con tu familia?
R: Hablo poco con mis padres porque les duele porque estoy lejos de ellos. No quiero que lo pasen mal. Supieron que me vine a Mallorca después de dos días de llegar porque no me dejaban usar el teléfono. Hablamos de cómo están ellos, de cómo estoy, cómo está mi hermana… no quieren que les mande dinero, pero yo sí que quiero. No cobran lo suficiente como para mantenerse. Ahorraré una buena cantidad de dinero y se lo enviaré para que vivan de mi dinero.
P: ¿Les has pedido que vengan?
R: Nunca he pensado que vengan aquí, no quiero que vengan porque nunca sabes que puede pasar en el mar (si hace mal tiempo, si se hunde la patera...) puede morir alguno y eso sería muy duro.
A las personas que nos juzgan les diría que no todos somos ladrones, venimos para buscarnos la vida
P: En los últimos meses se ha disparado la llegada de migrantes a España. Ciudades como Barcelona
R: Sí, y yo creo que es necesario que las ciudades les acojan. Yo quiero que todo el mundo consiga lo que quiere. Me parece muy bien porque esas personas necesitan una vida, trabajar, una vida normal, nada más. La vida de un inmigrante es dura.
P: ¿Si pudieras decir algo a todas esas personas racistas que os juzgan sin conoceros, que le dirías?
R: Hay gente que creen que los inmigrantes son malos, no sé por qué piensan eso. Nosotros trabajamos en cualquier sitio, en lo que sea. La gente árabe es la que trabaja en los campos, los españoles no trabajan en el campo (no lo digo para mal) pero nosotros solo queremos dinero para mantenernos a nosotros y a nuestra familia. A las personas que nos juzgan les diría que no somos ladrones ni nada, venimos para buscarnos la vida.
Pero pueden cambiar. No saben por todo lo que hemos pasado. Conozco gente que era muy racista y conmigo cambiaron, me tratan como si fuera su niño. En Mallorca la gente me trata bien, pero te miran raro por ser extranjero, como pensando ¿“por qué está aquí?” pero no se atreven a decirme nada.