Nuestros compañeros de Nius, han pasado una noche con los menas de Hortaleza en plena ola de polémica por la situación de las jóvenes tuteladas en Baleares y que, según se investiga, eran obligadas en algunos casos a ejercer la prostitución a cambio de regalos. En una noche, puede uno ser testigo de fugas, adicción al pegamento y sueños frustrados. Los chicos y chicas que llegaron en pateras o escondidos en camiones, malviven entre el acogimiento y el desamparo y a veces chocan con los vecinos de la zona de la Comunidad de Madrid. La convivencia no es nada fácil.
Javier Urra, primer Defensor del Menor de Madrid, está acostumbrado a analizar este tipo de realidad y nunca ha temido decir lo que realmente piensa. Sabe de lo que habla. Lo primero que destaca, para que no haya margen de duda es que el centro de Hortaleza, donde están acogidos estos menores, tiene grandes profesionales a cargo.
Tilda de mentiras las voces que dicen que los menores no comen o nos bien tratados, pero no se pone de perfil a la hora de exponer lo complejo de lidiar con adolescentes con una carga vital dura a sus espaldas, poco integrados y que han vivido la violencia como una norma en su día a día. Tampoco se esconde a la hora de decir que si no hay más centros es para evitar el efecto llamada, aunque los políticos no puedan decirlo de forma tan rotunda.
Además, se pone en la piel de los ciudadanos y entiende el miedo que puedan sentir al cruzarse con ellos y que les roben, y empatiza también con los menores que no encuentran su futuro. Aclara que la mayoría de las veces "los chicos están en una situación en la que no consiguen mirar hacia adelante". La violencia, la sensación de desarraigo y el consumo de drogas es un cóctel molotov. Y las respuestas violentas se vuelven más comunes.
A las nueve de la noche en Madrid, un grupo de menores inhalan disolvente a 100 metros de la puerta del polémico centro de acogida de Hortaleza. Una patrulla de policía pasa delante de ellos pero esconden las bolsas donde guardan el producto.
Dos horas después, las puertas del centro se cierran y otro grupo de jóvenes se escapa saltando el muro lateral. Los menores se sientan y continúan consumiendo pegamento. Son adolescentes y de su cuidado y vigilancia es responsable la comunidad de Madrid.
El gobierno madrileño asegura que no es algo habitual y que son casos aislados. Además, dicen que los educadores solo pueden intentar llevarlos de manera voluntaria al centro de desintoxicación.
En Hortaleza hay 71 menores y 20 educadores en cada turno. En 2019 pasaron mil 249 jóvenes. Y ahora está a un 156% de su capacidad. La fiscalía lo cataloga como una preocupante situación de sobreocupación.
En centros como este, los menores están provisionalmente mientras se tramita su documentación y en ausencia de sus padres, la comunidad es también responsable de los delitos que puedan cometer.
Un último dato, estos menores están acogidos, no están internados y no han cometido ningún delito, el pasado año solo delinquieron 21 de los 3 mil menores que entraron en Madrid.