La esperanza de vida no ha parado de aumentar en los últimos años en España. Tanto, que el crecimiento vegetativo de la población en el primer semestre de 2018 se situó como la peor desde 1941, el primer año que se tienen datos. Los ciudadanos se mueren más tarde y estos disfrutan de una vejez en mejores condiciones, algo que hace que las personas mayores decidan hacerlo en su vivienda.
En concreto, el 96,4% de las personas mayores de edad deciden pertenecer en sociedad y, preferiblemente, en su casa. Frente a ellos se sitúa el 3,6% que lo hace en residencia. Una opción que es más elevada entre las mujeres (4,3%) que entre los hombres (2,6%), según el estudio Envejecer en casa ¿Mejor en el pueblo o en la ciudad? realizado por el Observatorio Social de La Caixa.
Permanecer en el domicilio propio no es solo la opción preferida por los mayores, sino también aquella que más beneficia a su salud y bienestar, incluso en aquellos casos que se encuentran en situación de dependencia. Sin embargo, las viviendas no siempre cumplen con las características para favorecer un envejecimiento de calidad. Al contrario, muchas ellas exponen a sus inquilinos a situaciones de vulnerabilidad.
En España, un 20,1% de los mayores, más de 1,5 millones de personas, habitan en viviendas que sufren lo que se denomina vulnerabilidad residencial extrema. Esto significa que estos domicilios padecen carencias que tienen un impacto muy fuerte a cualquier edad, como la falta de accesibilidad o de calefacción.
En concreto, más de tres millones de personas no tienen calefacción ni aparatos para calentar su vivienda, más de cinco millones sufren problemas de accesibilidad y casi dos millones viven en un edificio de más de tres plantas sin ascensor.
A la cabeza de las dificultades más graves se encuentran no tener aseo en el interior de la vivienda, no tener agua corriente, no tener sistema de alcantarillado público o vivir en edificios en mal estado. Además, según este informe, el tamaño del municipio determina las buenas condiciones de la vivienda.
Así, el porcentaje de personas que sufren vulnerabilidad residencial extrema es más elevado aun en las ciudades que tienen entre 10.0001 y 100.000 habitantes, pudiendo alcanzar hasta el 23,5% de la población mayor, lo que implica que el 37,1% del total de mayores en vulnerabilidad extrema en España residen en ciudades de tamaño medio.
“Los extremos (residir en un pueblo de menos de 10.000 habitantes, pero especialmente en los pueblos más pequeños, o bien en una ciudad de más de 500.000 habitantes) son los que ofrecen mayor protección”, afirma la autora del estudio y profesora de la Universidad Carlos III, Irene Lebrusán.
En concreto, los mejores lugares para envejecer en el domicilio son los pueblos de menos de 2.000 habitantes, con una tasa de situación de vulnerabilidad del 16,6%. Tras ellos, se sitúan los pueblos de entre 2.001 a 5.000 habitantes, con un 19,3%, y las ciudades de 500.000 o más habitantes, con 20,1%. Partiendo de estos datos, la autora afirma que las personas mayores que residen en ciudades medias están viviendo un “envejecimiento de segunda”.
Estas diferencias se deben, en primer lugar, a que las grandes ciudades se han visto beneficiadas por medidas dirigidas a erradicar la infravivienda y por un mayor control de los parámetros constructivos. En el caso de los municipios de menor tamaño, estos cuentan con mayores formas de solidaridad de acceso a la vivienda, lo que ha permitido la resolución de problemas de mayor gravedad.
Unas diferencias entre ciudades que es necesario erradicar. Todo sea para que las personas mayores puedan vivir una vejez de calidad y participar en una sociedad de la que cada vez forman más parte.