Que el máximo organismo científico del país haya aclarado que resulta muy difícil contagiarse de COVID-19 por bañarse en el mar, no hace sino alentar las ganas de muchos españoles de volver a las playas este verano. Y mientras se preguntan cuándo llegará el día, cientos de ayuntamientos trabajan ya en el cómo, en cómo se podrá disfrutar de la playa sin aglomeraciones.
Con más de 3.500 playas repartidas en 8.000 kilómetros de costa, España posee arenales kilométricos donde cualquiera podrá seguir paladeando un ratito de soledad, sin cruzarse casi con nadie,pero la realidad en los municipios más turísticos es otra: en muchos arenales del Mediterráneo, el Cantábrico y también de Canarias hay codazos en agosto para clavar la sombrilla, colocar la tumbona y extender las toallas para toda la familia y, aun así, es difícil evitar que el vecino de arena esté a más de medio metro.
Aunque muchos ayuntamientos del país abrieron el pasado lunes de nuevo sus playas para que la gente pasee y haga deporte (lo que incluye nadar o surfear), para poder disfrutar de ellas en modo verano, sin pretensiones deportivas, habrá que esperar hasta la fase 3 de la desescalada, la última antes de la 'nueva normalidad'. Ese momento aún no tiene fecha, pero sí algunas directrices generales: hasta que se descubra una vacuna para el coronavirus, las autoridades remarcan que tendremos que cambiar muchos hábitos y ser disciplinados en guardar una distancia de seguridad con aquellas personas que con las que no convivamos en casa. También en la playa: el agua del mar no supone un riesgo, las aglomeraciones, sí.
Los responsables de las playas, los ayuntamientos, ya piensan en cómo organizar los arenales. Muchos prefieren esperar a recibir instrucciones más precisas de las autoridades sanitarias o, incluso, hasta saber si será necesario o no invertir en nuevos equipos o infraestructuras. Pero otros ya tienen claro cómo organizarse: la solución más recurrida será parcelar la arena en cuadrículas, algunos piensan en segmentar las playas para diferentes usos y usuarios, varios van a convertir a sus socorristas en vigilantes de la "distancia social", hay quien va a instalar sensores de inteligencia artificial que marcarán un semáforo de aforo que se pueda consultar desde el móvil e, incluso, se ha pensado en sistemas de reserva previa de parcela y hora.
Estas son varias de las ideas que manejan aquellos ayuntamientos que prefieren no esperar más para preparar un disfrute diferente de su litoral, aunque muchos de los municipios de referencia en el verano de sol y playa todavía declinan definirse, pendientes de saber cómo evoluciona la situación sanitaria y qué normas generales se establecen.
Fuengirola, en Málaga, quiere ser la primera localidad turística de España en emplear inteligencia artificial para controlar el aforo de playas y espacios públicos, mediante un programa que dará información en tiempo real sobre la afluencia de personas para evitar aglomeraciones y reducir el riesgo de contagio.
El programa funciona a través de sensores colocados en las farolas, entre 40 y 50 para controlar los siete kilómetros de playas de la localidad. Con la información que recopilan, se crean cuadrículas virtuales donde hay un aforo máximo de ocupación, se mide el volumen 3D de la gente que entra y sale de esos espacios y se calculan las personas que hay en cada cuadrícula.
El usuario de la playa podrá conocer el grado de saturación de cada zona gracias a ese sistema mediante una "app" gratuita, con un código de colores: verde (disponible), amarillo (ocupado ya en un 75 %) y rojo (ha llegado al 100 % y no admite más personas).
También en Málaga, Vélez ha adquirido maquinaria para marcar las cuadrículas de uso de la playa sobre la arena. En la Costa Tropical, en Granada, Motril no cree que sus playas vayan a tener problemas de aglomeración porque cuentan con zonas de más de 250 metros de ancho, pero alisarán y acondicionarán el litoral para poder multiplicar el espacio utilizable y también dispondrán de dispensadores de gel hidroalcohólico, mascarillas y otros elementos de protección en los módulos de salvamento.
En el Principado, la mayoría de los ayuntamientos costeros aún opta por aguardar a que haya instrucciones más claras, pero Llanes y Ribadesella ya advierten de que con las mareas del Cantábrico, mucho más amplias que en otros puntos del litoral español, resulta más difícil parcelar las playas pequeñas. Como mucho, dicen, cabría segmentar zonas para diferentes usos y usuarios.
Calvià, en Mallorca, participa en el grupo de trabajo de playas creado por la Secretaría de Estado de Turismo para armonizar las medidas en todo el litoral español. Al mismo tiempo, su ayuntamiento está definiendo la capacidad de sus playas, tanto en las zonas con hamacas como en las "libres" y estudia cómo marcar las distancias de seguridad en unas y otras. En las zonas con servicios plantea una distancia entre sombrillas de 4,4 metros y separación similar entre áreas para cada persona o unidad familiar.
En Alcúdia, en la misma isla, apuestan por aplicar un distanciamiento mayor al que fije la norma general. Las sombrillas, con dos hamacas cada una, estarán separadas en horizontal por ocho metros, con diez metros de distancia entre cada fila, el doble que en circunstancias normales. Por ello, tienen claro que este verano dispondrá la mitad de sombrillas (1.000) y de tumbonas (2.000) en sus cuatro kilómetros de arena.
En Ibiza, el municipio de Sant Josep valora limitar el número de sombrillas en alquiler, para no ocupar zonas que hasta ahora estaban libres de parasoles y hamacas, por lo que renegociará los cánones que abonan las empresas concesionarias de ese negocio.
Las Palmas de Gran Canaria tenía ya previsto antes de la pandemia de coronavirus implantar un sistema de monitorización de la playa de Las Canteras que permitiera conocer su situación en tiempo real. Ahora, se aprovechará para avisar a los bañistas de las zonas de este extenso arenal urbano que ya se acercan a su límite de aforo. Y toda esa información estará disponible para el usuario en una "app".
En el sur de la isla, el segundo municipio turístico más importante es Mogán. A diferencia de su vecino San Bartolomé de Tirajana (Maspalomas-Playa del Inglés) no cuenta con arenales kilométricos, sino relativamente pequeños y muy concurridos, como los de Amadores, Puerto Rico y Playa de Mogán.
En esta última, que en su día fue de las pioneras de España en separar zonas de fumadores y de no fumadores, el aforo aproximado será de 500 personas y las hamacas disponibles se reducirán a la mitad. Para permitir su mejor uso, el Ayuntamiento piensa parcelarla en tres zonas, con recintos de 2,5 por 2,5 metros (para dos toallas o dos hamacas) y de 5 por 2,5 metros para familias.
En Tenerife, Puerto de la Cruz se plantea la posibilidad de que los socorristas se encarguen de controlar que los usuarios de las playas mantengan los dos metros de separación con otras personas o grupos, en colaboración con la Policía Local, sin recurrir por el momento a delimitar cuadrículas sobre la arena.
Cantabria cuenta con varias playas kilométricas, como La Salvé (Laredo, 4,4 Km), Merón (San Vicente de La Barquera, 3,7 Km) o Somo (Ribamontán al Mar, 3,7 Km), con espacio más que suficiente para distribuirse, pero también con otras de perfil más urbano y muy concurridas, como las de El Sardinero o La Magdalena, en Santander.
La capital cántabra está a la espera de que la Demarcación de Costas le aclare cómo tiene previsto gestionar y organizar los arenales. Laredo planea fijar un protocolo de uso de playa de La Salvé la próxima semana y Noja espera que el Gobierno de Cantabria marque unas directrices de uso de las playas.
En Lloret de Mar (Girona), el segundo destino turístico más importante de Cataluña y uno de los más demandados de España, el Consistorio piensa dividir sus dos playas principales, las de Lloret y Fenals, las más concurridas, en tres sectores: grupos de ancianos, familias y adultos sin niños, todos con limitación de aforo.
En el sector de ancianos, los usuarios serán parejas o personas solas que dispondrán de una doble pasarela para facilitar la movilidad y un servicio de baño asistido que requerirá de reserva previa. El de familias prestará especial atención al distanciamiento físico tanto en la arena como en el agua y en ambos espacios habrá equipos de vigilancia, mientras que el área de juego infantil contará con un protocolo reforzado de limpieza. El sector de adultos no admite niños y permitirá la presencia de grupos de amigos. En todos los casos, las duchas y servicios públicos solo abrirán si se puede garantizar que no hay riesgo de contagio.
Canet d'En Berenguer, en Valencia, va a dividir su playa en pequeñas parcelas que mantendrán la distancia de seguridad y a las que se podrá acceder tras reservar mediante una aplicación informática y obtener un código QR, que se enseñará para acceder al lugar adjudicado. Habrá turno de mañana o de tarde, y se establecerán unas pasarelas de entrada y salida a la arena.
También Oliva, en Valencia, opta por soluciones informáticas: en su caso, una aplicación que determine cuánta gente hay en cada playa y que el bañista pueda consultar antes de desplazarse. Sin cambiar de provincia, Cullera sopesa reforzar el servicio de socorrismo, por si es necesario recordar a la gente que mantenga la distancia de seguridad o tomar la temperatura, y estudia la posibilidad de usar drones para vigilar los límites de aforo. En Castellón, Peñíscola creará equipos de informadores que explicarán a pie de playa las medidas a cumplir.
La playa de Silgar, en Sanxenxo (Pontevedra), quedará parcelada en 780 espacios, con un límite de capacidad de 2.340 personas. En la playa de Rodas, en las Islas Cíes, una de las más concurridas del litoral atlántico, la regulación del aforo dependerá también en buen medida de lo que ocurra con las compañías navieras que ofrecen el desplazamiento a ese enclave, lo mismo que en Ons.
Otra de las playas de referencia de Galicia, en este caso en el Cantábrico, la de Las Catedrales, en Lugo, ya tenía un sistema de acceso bajo reserva, con cupos limitados.
En la Región de Murcia, se han celebrado ya algunas reuniones técnicas para analizar cómo se afronta el verano en sus 250 kilómetros de costa. Y no solo se piensa en cómo repartir los espacios, sino también en detalles como el uso de duchas y lavapiés, la posible modificación del mobiliario urbano como papeleras, bancos o pasarelas de llegada al agua, la estancia en los chiringuitos o el control de los accesos.
Sin tener directrices concretas, las decisiones se aparcan para no dar pasos en falso, aunque desde algunos consistorios analizan ideas como cuadricular el espacio en la arena y hay quien ha recibido ofertas de empresas que plantean colocar mamparas.
En las playas más concurridas de Gipuzkoa, las tres de San Sebastián y las de Zarautz, sus respectivos ayuntamientos aún no han adoptado ninguna medida para ordenar su uso cuando se reabran a los bañistas. En Zarautz no ven urgencia de momento en hacerlo, porque la temporada playera no comienza allí hasta mediados de junio y en las primeras fases de desconfinamiento no se permite más que paseo y deporte. Así que prefieren esperar indicaciones oficinales más claras por parte del Gobierno vasco y el Ministerio de Sanidad.
En San Sebastián, como ocurría en Asturias, piensan también en las mareas del Cantábrico. E incluso sopesan si será necesario cerrar al baño la playa de La Concha en las pleamares, cuando la estrecha franja de arena disponible dificultaría mantener las distancias de seguridad.