Una persona mastica chicle en la parada del bus. Un gesto cotidiano para muchos. Pero esta goma de mascar no es como el resto: tiene la capacidad de inactivar el virus de la covid en la boca. Se trata de 'Chewing Mask' (literalmente, "mascarilla masticable") y en unas semanas comenzará su venta en las Islas Canarias.
Esta idea surge de la agencia de comunicación e innovación que dirige José Antonio González Cuevas, Ideas Agitadas, en pleno confinamiento. Pero él y su socio no sabían si era posible desde el punto de vista científico. "Ahí es cuando dimos con Marcos", dice. El hombre al que menciona es Marcos Isamat, biólogo y doctor en Genética Molecular por la Universidad de Cambridge y encargado de la dirección biotecnológica del proyecto.
El objetivo pasaba por encontrar algún compuesto que pudiese convertir la boca en "un lugar hostil", como lo describen los entrevistados, para el virus. ¿Y por qué la cavidad bucal? Por qué es la principal vía de entrada y salida del virus, cuyo caldo de cultivo es la saliva, principalmente. De hecho, "las primeras zonas en infectarse son las células epiteliales de la boca", de acuerdo con Isamat.
José Antonio señala que Marcos tuvo que pensar que estaban "locos" cuando llegaron con la propuesta. Pero el científico lo desmiente. "De hecho, el principio en el que se basa el chicle es similar al del gel hidroalcohólico", comenta. Es decir, un antiséptico que "mata" al virus con el que entra en contacto.
"Dimos con un cóctel de tres ácidos, que se encuentran en muchísimos productos alimentarios y son de origen natural. Lo que hacen es rebajar el Ph bucal, que destruye la capa lipídica o envoltorio que cubre al SARS-CoV-2", detalla el biólogo. El funcionamiento es sencillo: como el de un colutorio bucal, pero sólido. Los elementos virucidas se liberan al mascar el chicle y se mezclan con la saliva en la que "vive" el coronavirus, acabando con él.
Pero, ¿qué pasa con el virus si está en la nariz? ¿Con los aerosoles que se expulsan al estornudar? "La saliva baña naturalmente la boca y la parte trasera de la nariz y la parte alta de las vías respiratorias", aclara a NIUS Marcos Isamat.
¿Y qué pasa con las nuevas variantes como ómicron? La teoría detrás del mecanismo del chicle es aplicable a todas las cepas, ya que se destruye la "coraza" que cubre este tipo de virus. Por eso mismo, también frena a las variaciones de la influenza, que provocan la gripe estacional. Con lo que es un producto con vida más allá de esta pandemia para sus artífices. “Creemos que, si se mantiene la profilaxis en las manos, ¿por qué no la de la boca? Todo consiste en higienizar una parte del cuerpo”, comenta González.
El tiempo que dura la concentración virucida en la boca varía según la salivación del individuo, pero es de un máximo de cinco minutos. Reduce la carga viral existente, pero no protege de una exposición posterior al virus. Pero, una persona infectada que mascara el chicle tardaría unas seis horas en exhalar aerosoles víricos, porque ese es el tiempo aproximado en que el virus se replica.
El chicle no está formulado como producto farmacéutico con lo que el proceso de pruebas ha sido más corto que los "dos o tres años" que pueden suponer con un medicamento. Estas se realizaron en un laboratorio alemán, con otro virus con una capa lipídica como el SARS-CoV-2, y en otro centro en Barcelona, donde se usaron muestras del propio coronavirus. Todo el proceso, que ha durado 20 meses, ha confirmado tres cuestiones fundamentales: la capacidad de destrucción viral del producto, la ausencia de toxicidad y la inexistencia de efectos dañinos en los dientes.
Isamat subraya que están pendientes de "hacer un estudio clínico en humanos para determinar cuántos chicles debes masticar y durante cuánto tiempo para reducir el factor de replicación del virus". De momento, su recomendación es ingerir un máximo de 3-4 chicles al día. Insisten, asimismo, que este producto no sustituye otras medidas preventivas como las vacunas, las mascarillas o la distancia social. Es un complemento.
Así las cosas, ya tienen su primer encargo: 1,5 millones de unidades que se están fabricando para venderse en Canarias, por encargo de un consorcio de empresarios local. "Tenemos intención de escalar a todo el país y a tantos países como podamos", añade González. Quién sabe, tal vez dentro de poco el lector de este artículo pueda comprar estos chicles en el supermercado de su barrio.