Jodi Degyansky, de 34 años, y su hijo, Hayes, de dos, viajaban de regreso a Chicago desde Fort Myers (Florida), después de visitar a unos familiares, cuando su vuelo fue cancelado a pesar de que el avión ya había abandonado la puerta y se encontraba rodando hacia la pista. El motivo, que el pequeño comiera bocadillos antes del despegue sin usar una mascarilla.
Por ello, los asistentes de vuelo de Southwest Airlines, que le advirtieron en varias ocasiones, obligaron a esta madre soltera y a su hijo a salir de la cabina. "Nos llevaron de regreso a la puerta y me pidieron que abandonara el avión. Me acompañaron el gerente, el supervisor, los asistentes de vuelo y el piloto", afirmó Degyansky.
Indicó que había discutido con el personal de la aerolínea durante aproximadamente un cuarto de hora y que su hijo ya se había puesto de nuevo la mascarilla, pero que no le quisieron escuchar. Las pautas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recomiendan que los niños de dos años o más deben usar una mascarilla que cubra la nariz y la boca si es difícil mantener la distancia social debido al coronavirus.
"Sé que tienes que trazar la línea, pero seamos un poco compasivos con las circunstancias individuales de cada uno", señaló Degyansky. Añadió que, si bien está de acuerdo con los protocolos de salud y seguridad, debería otorgarse más tolerancia a los padres y sus hijos pequeños.
De acuerdo con Degyansky, Southwest se ofreció a buscarle otro vuelo, pero no había directos a Chicago hasta dos días después, por lo que adquirió un billete en American Airlines por 600 dólares (506 euros). Southwest luego manifestó que le realizaría un reembolso completo.