Amparín viene todas las mañanas a visitar a Lola. Siempre le cuenta que su marido falleció, que todos los días come con su hijo, pero que se va pronto porque por la tarde trabaja y que, además, conoce a quien la sentó hace diez años en ese banco.
Tendrá unos ochenta años. Digo tendrá porque tiene demencia y no recuerda su edad, pero cuenta que todos los días después de tomar un café en el bar de la esquina, se sienta con Lola y puede pasar perfectamente dos o tres horas. Dice, incluso, que cuando llueve, si no diluvia, viene con un paraguas a hacerle compañía.
Lola es la maniquí y el símbolo de la tienda 100% Pirata, en pleno corazón de Valencia, en la calle del Buen Orden, que limita con la conocida Ángel Guimerá. Mari Paz, la propietaria, abrió el negocio hace veintitrés años y hace diez que Lola 'nació'. Sentada en una silla al lado de un banco, ya forma parte de la calle y a nadie le extraña su presencia. Ahora en mayo, viste con una camisa floreada y un turbante que sostiene su melena rubia.
"Esta es Lola, es un homenaje a una trabajadora con la que tuve mucha amistad y, cuando se jubiló, quise dejar un pedacito de ella", cuenta muy orgullosa. La mujer explica que la maniquí ya forma parte del barrio de Abastos y que se ha hecho amiga de todo el vecindario. "La gente le habla, es como una psicoanalista y este banco es el diván, bromea.
Esta es la segunda Lola, porque un día unos adolescentes le pusieron un petardo y perdió la mano. "Aunque casi todo el barrio la quiere, siempre hay algunos que le ponen cosas o le tocan una teta... Pero en general la quieren mogollón".
Amparín no es la única que le cuenta sus penas a Lola. Mari Paz tiene decenas de historias que rodean a esta maniquí, como un hombre que todos los días le vendía unos pares de calcetines. "Lola creo que le regateaba y todo", bromea la propietaria. O una mujer que falleció durante el confinamiento que siempre que volvía de hacer la compra hacía una paradita para hablar con ella.
Lola cuenta con su propio armario y ropa de temporada. Todas las semanas, depende del tiempo que haga, Mari Paz le pone una u otra vestimenta. "No soy solo yo, es que los vecinos nos dicen, por ejemplo, que le pongamos calcetines porque tiene frío", asegura. "Este año voy a ver si cuando se hagan las fiestas la visto de fallera, con los moños y todo", cuenta ilusionada.
También se ha convertido en un parada obligada para los turistas, e incluso para algunos vecinos de la ciudad que nunca han pasado por ahí. Sorprende ver a una maniquí sentada al lado de un banco. Por eso, muchos aprovechan para hacerse un selfi con ella.
El virus también ha golpeado a Lola. La maniquí cambiará de ubicación en unas semanas porque, veintitrés años después, Mari Paz trasladará su negocio a la calle Erudito Orellana, cercana a la actual. El motivo no es otro que la crisis económica arrastrada por el Covid-19. "Tenemos un almacén que lo estamos reformando porque no nos han bajado el alquiler de la tienda y es imposible pagarlo. Ahora mismo estamos endeudados", afirma Mari Paz.
Christian, su marido, enseña el almacén que dentro de un mes esperan abrir ya como la nueva tienda de 100% Pirata. La maniquí, como no podría ser menos, lucirá más que nunca. "Lola estará encima de un rickshaw de la India en la acera y será muy bonito", explica.
Dentro de un mes, Lola ya no estará en la esquina y el banco de siempre, pero los vecinos del barrio de Abastos la tendrán a poco más de cien metros, encima de un taxi oriental. Lucirá su melena y esperará a que alguien llegue para contarle sus penas o alegrías.