Son ya nueve días de búsqueda agónica; de trabajo incansable día y noche para encontrar al pequeño Julen, el niño de dos años que tiene en vilo Totalán, Málaga, donde, según indicó su propio padre, testigo de los hechos junto a su prima, cayó por un pozo de 25 centímetros de diámetro y 107 metros de profundidad. Más allá, toda España y buena parte del foco internacional permanece pendiente de la complejísima operación de rescate organizada para dar con el pequeño. Minuto a minuto, la cobertura mediática aguarda a las últimas novedades aferrándose, como buena parte de la sociedad, y como la familia de Julen, a esa última esperanza de encontrar al pequeño y encontrarle vivo. No resulta fácil. Las horas y los días han ido sucediéndose entre continuos varapalos para unos efectivos, –los del equipo de rescate–, que se cuentan por centenares y que se están dejando la piel y el alma, “como si Julen fuese el hijo de todos”, para encontrarle por fin.
La complejidad técnica y las irregularidades del terreno, el temor continuo a los derrumbes y desprendimientos ante la necesidad de preservar la seguridad –no solo de Julen, sino también la de los operarios–, y los bloques duros que han encontrado a cada paso, han sido irremediablemente decisivos a la hora de ralentizar esta lucha contra el tiempo.
El último gran escollo ha sido un bloque de cuarcita, un material extremadamente duro, responsable de que la perforadora destinada a cavar el túnel vertical y paralelo al pozo por el que cayó Julen haya avanzado mucho más despacio de lo esperado y deseado. No obstante, ya se ha logrado: los 60 metros de cota fijados para la perforación ya se han cavado y ahora, por fin, se acomete la siguiente fase.
En primer lugar, el trabajo se centra ahora en el encamisado del túnel vertical, una tarea para la que se estiman, aproximadamente, 6 horas de trabajo.
Además, entre dos y tres horas más serán necesarias para rellenar de tierra la galería por la que posteriormente descenderán los miembros de la Brigada de Salvamento Minero llegados de Asturias para excavar, de forma manual, los últimos cuatro metros en horizontal destinados a dar con Julen. Será en sus manos en las que recaiga todo el peso de la esperanza depositada en encontrar al pequeño y encontrarlo con vida.
Ese último trabajo, esa última fase de la operación destinada a rescatar a Julen podría llegar a prolongarse otras 24 horas, si bien los cálculos, una vez más, están a merced de las complejidades que encuentren en el terreno; en esos últimos cuatro metros que separan el túnel paralelo del pozo por el que cayó Julen. Por la seguridad de todos, –una vez bajen por ese hueco a través de la cápsula creada por el director técnico del Consorcio Provincial de Bomberos de Málaga, Julián Moreno, y fabricada por herreros del municipio malagueño de Alhaurín de la Torre a modo de ascensor–, tendrán que trabajar manualmente, con picos, palas y martillos neumáticos.
Serán un total de ocho expertos en rescate minero los que participarán en esta compleja labor que una la cavidad paralela con el lugar donde se espera que esté el pequeño. Lo harán en turnos de dos, habida cuenta las reducidísimas dimensiones del lugar, así como de la cápsula por la que bajarán, de 1,05 metros de diámetro por 2,5 de altura, que será manejada a través de una grúa de precisión.
Ésta tiene conductos preparados de aire, además de un adosado para cargar casi 500 kilos de tierra.
La última parte del rescate es un auténtico desafío, pero ante él están los mejores; héroes especialistas en rescates en los espacios más angostos y complicados, donde la movilidad se hace casi imposible y el ambiente es casi irrespirable. Con más de 100 años de experiencia trabajando en condiciones adversas, es la Brigada de Salvamento Minero la que tiene literalmente en sus manos el desenlace de la agónica operación.