Vecinos y policías desmontan la tesis del asesino confeso de Laia y describen la escena del crimen como terrorífica
Uno de los agentes afirma que cinco personas pegaban al detenido cuando llegaron
Aseguran que no olía a alcohol y que no balbuceaba y que la presión de la gente fue lo que le hizo flaquear
Los policías afirman que la casa olía a lejía y que el acusado les dijo que no encontrarían nada
Tercera jornada del juicio por el asesinato de la pequeña Laia, la niña de 13 años a la que mató cruelmente su vecino en Vilanova i la Geltrú, en Barcelona. Durante la sesión, vecinos y policías han desmontado la tesis del asesino confeso. Sostienen que no estaba ni borracho ni drogado y describen la escena del crimen como terrorífica.
Así lo han puesto de relieve en la Audiencia de Barcelona agentes de los Mossos d'Esquadra y de la Policía Local que participaron en el operativo para localizar a la víctima y arrestar al acusado, durante el juicio contra Juan Francisco L.O., que se enfrenta a prisión permanente revisable por asesinato con alevosía y ensañamiento en el contexto de un delito contra la libertad sexual, y 10 años de cárcel por agresión sexual a menor de 16 años.
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Durante la jornada del juicio han declarado algunos vecinos del edificio donde Juan Francisco, el asesino confeso de la niña, atrapó a Laia cuando bajaba las escaleras de la casa de su abuela. También hemos escuchado los testimonios de los policías que acudieron al lugar de los hechos.
Encontraron el cuerpo de la niña semidesnudo y la zona fregada con lejía
Según el sargento de la Policía Municipal que accedió a la escena del crimen, el acusado "intentó limpiar las pruebas con una fregona y ocultar el cadáver", que hallaron semidesnudo dentro de una maleta bajo un colchón al que habían tirado encima el cabezal de la cama. "Al sentirse descubierto, de una forma u otra intentó darse prisa para ocultar las pruebas y salirse airoso de la situación", ha señalado sobre la "dantesca" escena que halló al entrar en el domicilio donde murió Laia: "Parecía una película de terror".
Uno de los mossos ha indicado además que, una vez en comisaría, el acusado les espetó sin que antes le hubieran preguntado: "Buscad las pruebas y el ADN que queráis, que no vais a encontrar nada".
Ambos policías, así como el resto de sus compañeros, han resaltado que Juan Francisco no aparentaba ir bebido ni drogado, ya que sus pupilas no estaban dilatadas, las respuestas que dio eran "coherentes", se mostró "tranquilo" en todo momento y era "consciente" de lo que sucedía.
Ni balbuceante, ni nervioso
"No estaba bajo la influencia de ningún tipo de sustancia, no olía a alcohol, no tenía los ojos amarillos y no balbuceaba", ha señalado uno de los agentes, mientras que otro ha apuntalado: "No vimos ninguna incoherencia, ni lo vimos nervioso, solo tuvimos la sensación de que era una persona muy fría".
En la misma línea se ha expresado el sargento, quien ha relatado que, cuando localizaron el cuerpo de Laia y acordonaron el piso para que nadie entrara, el acusado permanecía sentado en el suelo del pasillo, "resignado" con las consecuencias de sus actos: "Estaba normal, consciente de lo que había hecho, y se vino abajo entre la presión de la gente -que se congregaba en la calle para lincharlo- y la presión policial. No tenía otra alternativa".
Laia una niña obediente con un leve grado de autismo
Este miércoles también ha declarado la tutora de Laia y la psiquiatra que la trató desde que tenía 7 años, quienes han retratado a la víctima como una niña obediente a la que le angustiaba lo "inesperado" debido al leve grado de autismo que tenía, lo que contradice la tesis de la defensa de que entró por iniciativa propia en el domicilio del acusado y este la confundió con un ladrón. Asimismo, han testificado algunos vecinos, uno de los cuales ha explicado que vio al procesado poco después de que presuntamente cometiera el crimen bajando de su casa con "dos bolsas de basura", lo que le pareció sospechoso: "Estaba nervioso y caminaba con torpeza".
La acusación considera que Juan Francisco podría haberse deshecho así de una toalla manchada de esperma que nunca pudo ser localizada, pero que podría ser clave para probar si agredió sexualmente a Laia antes de asesinarla.
El crimen se remonta a la tarde del 4 de junio de 2018, cuando el asesino confeso, que entonces tenía 43 años, interceptó por las escaleras del vecindario a la víctima, que bajaba sola desde casa de sus abuelos para encontrarse con su padre frente al portal del inmueble, y la introdujo en su domicilio, según la fiscal.
Una vez dentro de la vivienda, "le tapó fuertemente la boca" para acallar sus gritos de auxilio, le pasó una correa de perro por el cuello y la apuñaló con un cuchillo de cocina al tiempo que la estranguló tras haberla intentado agredir sexualmente, hechos por los que el Ministerio Público solicita también una indemnización total de 445.000 euros para los familiares
Cuando llegó la policía varias personas estaban pegando al detenido
Uno de los policías ha asegura que cuando llegaron al domicilio donde el acusado presuntamente violó y asesinó a Laia, encontraron al acusado en suelo en ropa interior y le estaban pegando cinco personas.
Otro de los primeros policías locales que entraron en la habitación donde se produjo el crimen asegura que movieron el cuerpo de la pequeña para ver si estaba viva. El agente coincide al describir el escenario del crimen en que el suelo y las paredes estaban como si hubieran limpiado y la cabeza de Laia sobre una maleta, que estaba llena de sangre.
Un tercer policía que entró en la habitación en primer momento asegura que vio a la niña bajo una madera ancha en el suelo y que hicieron fotos antes de cogerla en brazos para moverla al colchón para ver si tenía pulso. Cuenta que al llegar las dos médicas, amigas de la familia, vieron no tenía pulso.
Otro de los agentes que ha declarado como testigo asegura que el detenido repetía en comisaría una y otra vez que él no había sido y solo pidió un vaso de agua.