El calor ya ha llegado a España. La entrada al verano está provocando que muchos ciudadanos piensen en otras opciones alternativas a las tradicionales visitas a piscinas, ahora interrumpidas a causa del coronavirus. Una de las posibilidades es instalar una piscina en la terraza o azotea de tu casa, si las dimensiones lo permiten.
Las terrazas han sido el espacio protagonista durante el confinamiento. Estos lugares han cobrado mayor importancia para los residentes, por lo que muchos optan por colocar piscinas hinchables o desmontables. Las ventas de estos productos se han disparado en el último mes. Sin embargo, hay que prestar atención a múltiples factores.
Los administradores de fincas, además de arquitectos técnicos, han alertado a través de un comunicado de los riesgos de instalar piscinas en terrazas y azoteas sin criterio técnico, es decir, al azar. El documento fue diseñado para responder a las numerosas consultas realizadas por los usuarios las últimas semanas.
El peso del agua es uno de los principales factores. Las terrazas y azoteas no están calculadas para soportar un gran volumen de líquido, por lo que hay que evitar riesgos. Hay que tener en cuenta la edad de la vivienda, el año de construcción (cáculo estructural) y, dependiendo de la norma, las cargas varían ligeramente, aproximadamente cinco centímetros más de altura de agua.
Según el diseño del edificio, se definen los elementos estructurales. El escenario menos óptimo no responde siempre a la lógica de una mayor carga de peso. Colocar una piscina puede desestabilizar la estructura, incluso puede provocar colapso y derrumbe. Influye la repartición, en cuanto a las dimensiones.
La altitud de la zona también es un factor a tener en cuenta. Los valores de carga no son los mismos en un edificio residencial donde puede nevar o tener bajas temperaturas que frente al mar con altas temperaturas. El ambiente y el tipo de suelo también influyen. Otra diferencia, esta vez sobre las azoteas, es el uso privado o público. La distribución de las cargas puede ser fundamental, las cargas no se comportan estructuralmente igual. Tampoco hay que olvidar las contracciones, vibraciones, oscilaciones o cambios de temperatura.
La mayoría de las viviendas habitadas en España se rigen bajo algunos parámetros -norma NBE-AE 88-: existen variaciones en cuanto a las sobrecargas de uso. Se permite una altura máxima del agua en la piscina de entre 10 y 20 centímetros como máximo (una piscina infantil pequeña, por ejemplo), y sin contar con el peso de los bañistas. Si son adultos suponen una carga considerable.
Para llevar a cabo la instalación, es recomendable consultar la idea con el gestor de su propiedad, para conocer si la instalación puede afectar a la comunidad, y en qué modo. Si todo está correcto, la instalación debe asesorarse con expertos, que estudiarán la viabilidad de la piscina y elaborarán un informe técnico para determinar la mejor opción. Una de las medidas que se pueden tomar es la necesidad de licencia, por parte de la comunidad, tramitada por el Ayutamiento, y en base a normas urbanas aplicables.
La limpieza tampoco se puede descuidar. Los sumideros y canalizaciones son puntos fundamentales. De no limpiarse, el agua podria rebosar. Una rotura de la piscina o un vaciado incontrolado y posterior inundación puede acarrear graves daños, también para terceros. Hay que tener en cuenta elementos como los rodapiés. Se deben prevenir accidentes que puedan ser inmediatos.
Los seguros de hogar sirven para tener seguridad en la instalación, aunque no es obligatorio disponer de ello. Se aconseja cubrir la responsabilidad civil a terceros. Una buena forma de prevenir posibles daños o perjucios ocasionados. Sin embargo, las consecuencias de un problema son responsabilidad exclusivamente del dueño de la instalación. Antes de tener una piscina en casa, hay que conocer si es factible.