Brian C.M, conocido como el violador de Igualada, salió de caza la noche del 15 de febrero de 2021 y violó de con una violencia “inhumana y desmesurada” a una menor que salía de una discoteca cercana. Según el sumario del caso, el acusado aguardó el momento, esperó, y salió corriendo detrás de la víctima en el momento en el la supo indefensa, cuando caminaba sola con destino a la estación de tren que debía llevarla a casa. Eran las 6:14 de la mañana cuando una cámara de seguridad le grabó en el arranque de esa carrera que terminó con la joven tirada en un callejón, sin su ropa, malherida y encontrada tiempo después por dos transportistas, con pérdida de la conciencia y en un avanzado estado de hipotermia.
En total y según el sumario del caso, la agresión se prolongó durante 25 minutos, el tiempo que pasó entre las imágenes del acusado a la carrera y la siguiente grabación de una cámara de seguridad, ubicada a 200 metros del lugar de la agresión y que mostraba una silueta encapuchada portando un bulto negro en uno de sus brazos. Allí y en un intento de no dejar pruebas que le pudieran identificar, el atacante llevaba el vestido de la víctima, parte de su ropa interior y una chaqueta negra de una conocida marca de ropa, que se ha convertido en una de las principales en su contra. Tras su detención, los Mossos d’Esquadra confirmaron que el violador había regalado la prenda a su actual pareja.
Así, los agentes encargados del caso trabajaron durante meses con esa imagen como principal referencia, y el convencimiento de que el violador se había llevado varias prendas de ropa de la víctima tras el ataque. Al principio pensaron que era solo un vestido y la ropa interior, ya que en la mochila de la víctima encontraron una chaqueta de mujer. Sin embargo, la prenda no era de la joven violada, sino de una amiga que había guardado la chaqueta en la mochila de su compañera mientras ambas estaban en la discoteca. La suerte cambió de nuevo ya que eso suponía una nueva posibilidad de encontrar ADN si el violador no había destruido las prendas.
En un primer momento, el juzgado llegó a calificar a un joven como investigado y principal sospechoso. Los teléfonos le situaban en la zona la noche del crimen, los agentes le siguieron, compararon su ropa con la del “printer”, es decir, la imagen de la cámara de seguridad que había captado al agresor encapuchado, y pronto descartaron la participación de esta persona en el crimen. Además había otro dato que no concordaba: sabían que el agresor era rubio, ya que había sido captado sin capucha por otra cámara de seguridad la noche del crimen. En esa imagen, no se le reconocía la cara pero sí el color del pelo.
Así, los mossos probaron otra línea de investigación y optaron, tal y como explicó este diario, por analizar el vídeo de un acto vandálico anterior esa misma noche. Cuatro horas antes de la agresión, dos parejas que salían de cenar se encontraron a varias personas saltando por diversión encima de su coche. En ese momento, grabaron al grupo con el móvil para presentar la denuncia, que estaba compuesto por diez hombres y una mujer. Todos fueron identificados durante semanas de pesquisas. Todos menos el sujeto número once. El que coincidía en su ropa y su aspecto con la persona que se había marchado de la escena del crimen con la ropa de la joven. En las imágenes, tampoco aparecía su cara, pero las agentes que analizaban las imágenes se percataron de un detalle: el joven sin identificar tenía también el pelo rubio, al igual que uno de los menores que aparecía también en el vídeo, que fue finalmente descartado.
Así, el 8 de marzo de 2022, la policía autonómica consiguió la identificación completa del sospechoso ¿Cómo lo hizo? cruzando el tráfico de llamadas de esa noche entre uno de los jóvenes y un número desconocido. Un número que aparecía siempre localizado junto a ellos, que había cruzado 12 comunicaciones esa noche con el joven y que no estaba identificado. El terminal pertenecía a una empresa de tecnología donde el usuario estaba dado de alta como instalador. Así, los agentes supieron además que el sospechoso, de nacionalidad boliviana y con antecedentes con abusar sexualmente de su hermana de siete años, utilizaba además dos terminales distintos.
Comenzaron entonces los seguimientos, las confirmaciones de que el investigado utilizaba la misma ropa que aparecía en las imágenes, que llevaba el pelo rubio, y que hacía vida normal como si una de las agresiones sexuales más brutales que se recuerdan no pesara sobre su conciencia. Los investigadores tiraron incluso de la prueba abandonada, y en dos ocasiones recogieron del suelo dos colillas que el sujeto tiró en una estación de tren mientras esperaba, con la esperanza de que su ADN fuera coincidente con el de la escena del ataque. Para garantizar la cadena de custodia, aportaron al juzgado incluso las imágenes donde el investigado arrojaba las colillas al suelo.
El pasado 20 de abril, los mossos detuvieron al principal sospechoso en su vivienda de la comarca catalana de Anoia. Allí, la Científica encontró ADN de la joven en alguna de sus prendas. Además, los agentes certificaron que la chaqueta que esa noche llevaba la víctima, esa que había desaparecido de la escena del crimen, había sido regalada a la pareja actual del presunto violador.