"Antes quería hacer Medicina, pero ahora este mundo me está interesando mucho". El que habla es Iker, un joven palmero que ha dado sus primeros pasos como vulcanólogo de la forma más inesperada. A sus trece años, ha seguido con interés la erupción del volcán Cumbre Vieja, que ha tenido a los canarios en vilo durante más de tres meses.
Iker vive en Mazo, una localidad al oeste de La Palma. Aunque allí no han llegado las coladas que han arrasado el sur de la isla, sí notaron los terremotos provocados por la actividad del magma. También les llegó otro elemento volcánico: la ceniza.
Un componente que el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) ha estado analizando todo este tiempo para monitorizar la evolución del volcán. Pero, para ampliar el radio de estudio, desde el organismo hicieron un llamamiento a la ciudadanía. Así nació la Operación Cenicienta.
Esta tenía como objetivo que los locales participasen en la recolección de la ceniza emitida por el Cumbre Vieja. Iker es uno de los participantes más jóvenes. El chico se enteró de la iniciativa del IGME por su padre. "Me gustó el proyecto y decidí participar", dice. Él recogía las muestras cerca de su propia casa, con la ayuda de su progenitor.
Cuenta a NIUS el proceso con todo detalle. Espátula en mano, Iker hacía un cuadrado de 30x30 en una superficie lo más plana posible, para asegurar que la ceniza no había sido alterada. También debía medir el espesor de la capa. Luego rellenaba una bolsa con cierre hermético con el material y anotaba todos los datos pertinentes. "Teníamos que apuntar el código de la muestra, las coordenadas, la fecha de recogida, nuestro nombre y las características de la ceniza", detalla. Las siete u ocho bolsas que acumularon las entregaron en los puntos indicados por las autoridades.
Ya fuese la ceniza más dispersa o más homogénea, hubiese más o menos espesor, allí estaba Iker. "Cuando la ceniza era muy fina, era muy difícil recogerla. Igual nos tirábamos veinte minutos. Era entre gracioso y complicado", se ríe.
Una dedicación que no pasó desapercibida en su entorno. "A mí madre le sorprendió y le hizo gracia que me interesara la iniciativa. A mí profesora le emocionaron mis ganas de aprender", cuenta sobre la reacción de su alrededor sobre su nuevo hobby.
Una vez el volcán empezó a mostrar signos de agotamiento, Iker y su padre se pudieron acercar hasta el centro de mando, desde donde se coordinan el IGME y el resto de organizaciones implicadas en la erupción. E Iker pudo conocer a los responsables del seguimiento del Cumbre Vieja. "Me enseñaron los aparatos de los gases, me explicaron los perfiles de ceniza que sacaron...", relata. Un día como otro más del equipo.
Ha seguido en contacto con el grupo de científicos, para que un día acudan a dar una charla sobre volcanes a su colegio. "También me propusieron colaborar con ellos en un proyecto de parques naturales, que van a hacer durante los próximos cuatro años", comenta, entusiasmado. Parece que el futuro como científico de Iker solo acaba de empezar.
Él anima a otros chicos de su edad a interesarse por el mundillo. "Cada día hay menos geólogos y vulcanólogos y estaría bien que más gente aprendiese sobre estos temas", concluye.