Huérfanos de violencia machista: "Tenía 11 años cuando mi padre mató a mi madre y me tocó crecer deprisa"
Este jueves 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer
"Somos muchos los que estamos y vivimos sin madre por culpa de la violencia machista", dice Marta
"Te sientes muy desprotegido, te quedas sin madre y sin padre a la vez y no sabes qué hacer, hay que cambiar muchas cosas", explica Ivana
Marta e Ivana se quedaron sin madre y con un padre asesino de un día para otro. Como ellas son muchos menores en esta situación. Años después de la terrible pérdida, cuentan a NIUS cómo es vivir sin una madre porque su padre la ha asesinado. Cómo se sobrelleva, cómo se mira hacia adelante y las cosas que todavía tienen que cambiar para hacer más fácil la vida de estas víctimas de la violencia machista.
Marta tenía 11 años el día que su padre estranguló a su madre en su casa delante de su hermano pequeño de cuatro años. Ella estaba en casa de su prima. "No recuerdo bien lo que pasó, solo me dijeron que mi madre estaba muy malita en el hospital, que se había caído. Pero ella murió esa misma noche".
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En ese momento, con tan solo 11 años no se planteaba que estaba pasando. "Solo haces caso. Unos días después me sacaron de clase y mi tío y dos psicólogos me contaron todo lo que había pasado. No recuerdo muy bien que sentí ese día. Me puse a llorar y pregunté por mi hermano”.
"He necesitado el cariño de una madre y no lo he tenido"
Desde ese momento su abuela y su tío Josean se hicieron cargo de ellos. "Con el tiempo fui entendiendo la situación. Me informé por mi cuenta, y vi que esto no era una situación especial, que había más gente como yo. Aprendí a vivir sin mi madre. Ella era una buena persona y la echo de menos. Cuando pasa algo así te obligas crecer más rápido que los demás y yo tenía la sensación de querer proteger a mi hermano”.
Todas las dificultades a las que se ha enfrentado su familia, en cuanto a la manutención, los abogados, los juicios, Marta no ha sido consciente, pero sabe que ha habido muchos problemas. “Esto no es un caso aislado, esto por desgracia pasa y pasa mucho. Por eso se debería hacer algo ya, no hay que esperara que esto siga pasando. Somos muchos los que estamos y vivimos sin madre por culpa de la violencia machista. No me incomoda hablar de este tema, es más, me gusta hacerlo y creo que es necesario".
"Es una herida que jamás se cura"
"Hubo una época, cuando empecé a ser consciente de todo, a los 16 años, que no podía parar de darle vueltas estar triste y llorar, pero evidentemente con los años pues aprendes a vivir con ese dolor y lo haces tuyo de alguna manera. Conforme he ido creciendo esa tristeza se ha convertido más en mucha rabia o impotencia", asegura. Marta dice que es una herida que jamás cura, pero se aprende a vivir con lo que se tiene. "Yo no minusvaloro el cariño de mi abuela, de mi tío, de mi familia, sin ellos no hubiera llegado hasta aquí. Pero sí he necesitado el cariño de mi madre y no lo he tenido, me lo arrebataron. Yo sé que mi hermano cuando cumpla 20 años, no va a ser igual que un chaval con 20 años que haya tenido una vida normal. Esto marca”. Ahora Marta con 19 años estudia segundo de Bellas Artes en Cuenca y vive en un pico con tres compañeras.
No quiere saber nada de su padre, el cual, disfruta de un permiso de seis días cada tres meses desde diciembre de 2020 por buen comportamiento. "No quiero saber qué pasará si lo veo, prefiero no pensarlo".
Marta cree que hay que educar, no para que la mujer se defienda sino para que el maltratador no lo haga. Y es optimista. "Una frase de un amigo cualquier día de cañas puede cambiar las cosas", dice, pero también reivindica que el 25N no es solo un día. "Cuando llega la fecha te preguntan, se preocupa por ti, salen a la calle, pero esto puede pasar cualquier día. No solo nos acordemos el 25N sino los 365 días del año. Como dice mi tío, si los políticos se pusieran en el lugar de las víctimas, se pondrían manos a la obra para que el Pacto de Estado sobre la Violencia de Género de 2017, fuera ya una realidad", explica.
"Tres disparos a bocajarro"
Ivana, con 23 años pasó por lo mismo. Hace tres años su padre le pegó tres tiros a su madre cuando ellos estaban en casa. El infierno ha sido igual pero distinto, porque ella y su hermano eran mayores de edad y tuvieron que enfrentarse a todo ellos solos.
Un día, en su casa de Cabana de Bergantiños, un pueblo de Galicia, Ivana les dijo a sus padres que si iban a discutir no lo hicieran en el balcón. Cinco minutos después oyó tres disparos. Su hermano y ella acudieron al salón y allí estaba su madre tirada en el suelo mientras su padre sujetaba el arma. "El último disparo se lo dio en la cabeza. La intentamos reanimar, pero oímos su último suspiro y yo supe que ya no había nada que hacer", dice Ivana.
A partir de ahí todo es borrosos, la ambulancia que esperaba en la puerta a que llegara la Guardia Civil, ya que ante un aviso con arma los sanitarios, por protocolo, no pueden entrar. Fueron minutos de angustia. "El médico estaba fuera y nadie entraba a ayudar a mi madre".
"Te sientes muy desprotegido"
Se llevan a tu padre a declarar, a tu madre al hospital, y a nosotros a otro juzgado. En esas cinco horas en la que todo cambió para siempre no tuvimos ningún tipo de ayuda psicológica ni información, únicamente el contacto con dos agentes de la policía forense y varios voluntarios de protección civil. Te quedas sin madre y sin padre a la vez y no sabes qué hacer ni cómo hacerlo", explica Ivana.
"Tuvimos que declarar ante el juez pero nadie nos explicó que lo que contábamos era lo que iba a servir en el juicio. Debería haber un protocolo para las victimas de la violencia de género. No que tengas tú que buscarte la vida para encontrar las ayudas que te corresponden", pide Ivana.
Los bancos bloquearon las cuentas en las que sus padres aparecían como autorizados. Así, se encontraron con la urgente necesidad de obtener dinero en un corto plazo de tiempo. En ese momento, hay que hacer frente a muchos pagos, el entierro, la casa, los créditos, y además hay que seguir comiendo, yendo al supermercado, echar gasolina. "Aunque no quieras, la vida sigue. Desde el ayuntamiento me ofrecieron una ayuda de 1.500 € del fondo de VVG, pero tarda varias semanas en llegar".
"Te vuelves fría y desconfiada"
Ivana dice que esto la ha vuelto fría. Es capaz de contar la historia sin pensar casi en ella. Lo ha hecho muchas veces. Pero cree que no es necesario. "Debería haber una coordinación entre las administraciones, y en el momento que ocurre, el protocolo debería ponerse en marcha si de verdad quieren ayudar a las victimas de la violencia machista. Qué te digan, contrata un abogado, tenéis derecho a estas ayudas, a tratamiento psicológico, este es un camino muy largo y doloroso y te sientes perdido".
Les decían que era una situación especial. "Pero no lo es ¿Cuántos huérfanos de la violencia machista hay? Desde fuera no te crees que todo esto pueda pasar, pero a día de hoy, sigue pasando". Ivana cuenta que te haces desconfiado. "No sabes quién te ayuda y quien quiere sacar algo. En algún banco nos intentaron timar y no darnos acceso a un seguro de vida que nos correspondía. Pero ¿quien es capaz de timar a dos chavales que se han quedado sin padres? Es necesario que haya asesoramiento a las victimas ante los procesos judiciales", insiste.
A pesar de reivindicar más apoyo para las víctimas de la violencia machista, quiere agradecer a la Fundación Mujeres lo que han hecho por ellos. Ivana se siente afortunada con la vida que tiene ahora. Trabaja en lo que le gusta, ha terminado la carrera y vive en Barcelona. "Hace tres años no lo hubiera imaginado. Pero se puede, hay que quedarse con lo bueno que te da la vida. Eso es lo que me enseñó mi madre, fue una buena madre y me quedo con eso, pero la he echado de menos tantas veces".