Los 356 migrantes que esperan un puerto seguro a bordo del 'Ocean Viking' arrastran un pasado de abusos, privaciones y desesperación que llevó a algunos de ellos a arriesgarse a una travesía marítima en el Mediterráneo antes que "pasar otro día más sufriendo en Libia".
"Cada persona con la que he hablado ha sido encarcelada, ha sufrido extorsión, ha sido forzada a trabajar en condiciones de esclavitud o tortura", ha explicado la experta en asuntos humanitarios de Médicos Sin Fronteras (MSF) Yuka Crickmar. "Al mirarles a los ojos queda claro por lo que han pasado", ha asegurado.
Un adolescente sudanés de 17 años cuenta que pasó cuatro días en el mar antes del rescate, en una barca cuyo fondo se rompió el mismo día en que salieron de Libia. A bordo "nadie dormía" porque se afanaban en sacar agua con una lata vacía de combustible, según el testimonio recabado por MSF.
"Nos quedamos sin comida y agua después del primer día. Un hombre llegó a desesperarse tanto por el miedo que saltó por la borda y tuvimos que ayudarle a subir de nuevo a la balsa", relata. "Teníamos tanto miedo que solo pensábamos en la muerte: creíamos que íbamos a morir".
Otro chico de 16 años también de Sudán cuenta que huyó de su país después de que un grupo armado matase a su padre ante sus ojos. "Tengo un hermano mayor que partió hacia Libia antes que yo, pero ahora está desaparecido. Quería venir a Europa para encontrar trabajo y que la vida de mi familia mejorase", recuerda.
Tardó siete días en cruzar el Sáhara y, durante este tiempo, solo comió "un par de veces". Por las noches, el grupo recibía un litro de agua a compartir entre 33 personas. "Vi cómo dispararon y mataron a un hombre con el que viajaba sin razón alguna”, afirma.
Durante más de un año vivió y trabajó en Libia y tuvo que pagar por su liberación en varias ocasiones. Antes de ser rescatado por el 'Ocean Viking', ya había intentado dar el salto a Europa en otras dos ocasiones y en ambos casos fue capturado por la Guardia Costera libia.
La primera vez logró escapar, pero la segunda terminó en el centro de detención de Tayura, donde estaba cuando fue bombardeado a principios de julio --decenas de personas perdieron la vida--. "Mucha gente murió" y este joven logró escapar tras correr descalzo entre las llamas del centro destruido. "Puedes ver las cicatrices de las heridas en los pies", muestra.
Este joven tiene claro cuál quiere que sea su futuro: "Quiero ir a Europa donde se respeten los Derechos Humanos, donde me traten como a un ser humano y donde pueda encontrar trabajo para mantenerme a mí y a mi familia".
También busca un futuro en Europa otro joven de 20 años que dejó sus estudios universitarios en Sudán. Como su ahora compañero de travesía, pasó un tiempo en el centro de Tayura tras un primer intento fallido de cruzar el Mediterráneo, aunque logró salir de él un día antes del bombardeo --"mis amigos y hermanos murieron durante en el ataque"--.
Uno de los médicos de MSF a bordo del 'Ocean Viking', Luca Pigozzi, ha explicado que los migrantes dan cuenta de descargas eléctricas, palizas con pistolas y palos o quemaduras con plástico fundido. Aún "sienten el dolor de las heridas y cicatrices infligidas en Libia".
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) calcula que, en lo que va de año, más de 840 personas han perdido la vida en el Mediterráneo, entre ellas unas 576 que intentaban alcanzar las costas de Italia o Malta. Junto al 'Ocean Viking', también espera puerto seguro otro barco de la ONG española Open Arms, lo que suma un total de más de 500 migrantes y refugiados a la deriva.