Una historia de soberbia: cuando hace un año nos reíamos del confinamiento de Wuhan
Hace exactamente un año, cuando China confinó Wuhan y otras dos ciudades, las autoridades españolas y europeas subestimaron el alcance del coronavirus
En España, Sanidad estimó que el impacto de un caso importado sería "muy bajo" e Illa transmitió un mensaje de "tranquilidad", mientras que las autoridades europeas prácticamente descartaron la transmisión comunitaria
Las noticias más importantes de ese 23 de enero eran otras, como la subida del salario mínimo o los estragos de la borrasca 'Gloria'
El año 2020 apenas comenzaba y los temas eran otros. El 23 de enero pasado, cuando China confinó a Wuhan y a otras dos ciudades más por el primer brote de coronavirus, la pandemia aún no monopolizaba la actualidad. Las noticias más importantes de ese día eran la subida del salario mínimo interprofesional a 950 euros, los estragos de la borrasca 'Gloria' o incluso la visita del rey a Jerusalén.
El confinamiento de 20 millones de personas en tres ciudades chinas no dominaba la agenda ese jueves, aunque la severidad de la medida sí generaba preguntas: ¿llegaría el virus con fuerza al resto del mundo? ¿tendría casos España? Al fin y al cabo, las autoridades chinas habían confinado la zona cero del coronavirus con el cierre de trenes, metro, autobuses, aeropuerto y las principales carreteras, así como la evidente prohibición de salir de la ciudad. El gigante asiático también había suspendido su celebraciones de Año Nuevo.
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En España, como probablemente en el resto de Europa, mirábamos el asunto de lejos. El confinamiento era entonces una noción lejana y el único cierre que teníamos cerca en esos días era la recomendación de la Generalitat a los vecinos de la cuenca del Ter de que no salieran de sus casas ante el escenario de un "posible desbordamiento" en la noche por la crecida del río.
El Govern les pedía que se mantuvieran confinados toda la noche "hasta nueva orden". No sabíamos entonces —y acaso era imposible saberlo— que la recomendación, la imposición, la amenaza o el pedido de un confinamiento terminaría siendo una situación común, objeto de broncas políticas y lastre económico, así como la primera de muchas restricciones derivadas (toques de queda, limitación de aforos, etc.) en el resto del año.
Sanidad afirmaba que el riesgo en España era "muy bajo"
Si bien las imágenes de Wuhan serían familiares con el tiempo y los cierres en el resto del mundo, las calles repentinamente vacías de una ciudad de diez millones de habitantes, la séptima más grande del país más poblado del mundo, provocaron un razonable estupor. También sus transportes cerrados, los supermercados desabastecidos y los controles de temperatura en los peajes de las autopistas, mientras medio mundo cancelaba los vuelos desde y hacia Wuhan.
China ya reconocía entonces 17 muertes y 444 casos confirmados de coronavirus en la provincia de Hubei, de la que Wuhan es capital, y buscaba por todos los medios atajar la propagación de una enfermedad que ya tenía casos registrados también en países como Japón, Estados Unidos, Corea del Sur, Taiwán o Talandia. Más cerca, cuando muchos de sus ciudadanos salían a la calle para protestar contra la reforma de las pensiones, Francia notificaba también sus primeros positivos.
Sin embargo, en un documento del 22 de enero, Sanidad consideraba que el riesgo por el virus en el país era "muy bajo". "El impacto para la salud pública en caso de detectar un caso importado en nuestro país se considera muy bajo dado que, de ocurrir transmisión persona a persona del virus, ésta es limitada y se asocia a un contacto estrecho", decía entonces en su informe de seguimiento.
El ministro Salvador Illa, que entonces no era tan conocido (llevaba sólo nueve días en el cargo), transmitía un mensaje de "tranquilidad y confianza" en el Sistema de Coordinación de Alertas Sanitarias (que tampoco era tan conocido), y además señalaba que España tenía "recursos" para "actuar ante cualquier eventualidad".
Fernando Simón, el director del CCAES, del que teníamos recuerdos por la crisis del ébola pero que también sería luego una de las caras más vistas del país, decía ya el 29 de ese mes (con 132 muertos y más de 6.000 contagios) que la situación estaría bajo control. "Los sanitarios debemos estar alerta pero la población debe estar tranquila porque lo tenemos controlado", explicaba el epidemiólogo, que además subrayaba que había un protocolo en constante revisión con las comunidades autónomas.
Un asunto remoto que tampoco vieron venir ni la OMS ni las autoridades europeas
Pero volvamos al 23. Tampoco la Organización Mundial de la Salud (OMS) veía un gran peligro. El mismo día que Wuhan cerró, y aunque la ciudad china era desde hacía semanas la zona cero de la pandemia, el organismo consideraba que era "demasiado pronto" para declarar la emergencia de salud pública internacional (la pandemia la declarará en marzo).
"La Comisión de Emergencia se ha mostrado dividida sobre si el brote del nuevo coronavirus supone una emergencia internacional", señalaba en aquel momento Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS. "No os equivoquéis. Es una emergencia en China, pero no se ha convertido en una emergencia global aún. El brote tiene un gran peligro en China, así como en la región", añadía.
En la misma línea, el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) estimó que el riesgo de importar casos del coronavirus a Europa era "moderado", mientras que calificó de "baja" la posibilidad de contagios dentro del territorio europeo (lo que luego conoceríamos, ante el ascenso imparable de los casos, como transmisión comunitaria) por las "adecuadas prácticas de prevención y control de la infección, en particular en los centros sanitarios de los países europeos con vuelos a Wuhan".
Era, en definitiva, un asunto un poco ajeno, que además (al menos en el caso europeo) mirábamos con cierta soberbia: las epidemias siempre ocurrían lejos, en rincones remotos y pobres. Unos meses después, cuando Europa ya había sufrido los primeros embates del coronavirus, con centenares de muertos por día, el New York Times recordaba la palabras del ministro de Sanidad italiano, Roberto Speranza, en una reunión de febrero junto a sus homólogos europeos.
Speranza decía entonces que ante el nuevo coronavirus, la responsabilidad de Europa no era ocuparse solo de sus casos, sino también del "continente africano". "La Unión Europea debe estar lista para apoyar", cuenta el Times que dijo Maggie De Block, su entonces homóloga en Bélgica.
¿China, la primera en subestimar el alcance del coronavirus?
Aunque fue severo y contundente, ¿es posible pensar que el confinamiento de Wuhan llegó unas semanas tarde? "La demora de China en actuar es probablemente responsable de este suceso mundial", dijo a la revista Nature Howard Markel, investigador en salud pública de la Universidad de Michigan.
Mientras la OMS visita China un año después para intentar descubrir el origen del virus, la opinión de no pocos expertos durante todos estos meses ha apuntado a una respuesta titubeante de Pekín frente a los primeros casos de la enfermedad. Antes de que Wuhan fuera cerrada, el mundo conoció historias como las del oftalmólogo Li Wenliang, uno de los primeros en alertar de la enfermedad y al que la policía investigó por "propagar rumores".
La muerte Wenliang a principios de febrero no solo provocó indignación en el país, sino que también puso en evidencia una primera reacción lenta y burocrática. Hasta ese 23 de enero, cuando el gigante asiático —ahora sí convencido del alcance del virus— decidió cortar de raíz y no convivir con él. Un año después, cuando Europa sigue buscando reducir sus contagios y se encomienda a las vacunas como la única luz al final del túnel, es el mundo al revés.