El origen de este dulce se remonta al siglo XI, pero no llegó a España hasta 300 años después. La celebración, conocida como «el rey del haba», consistía en elegir a un niño entre los más pobres de la localidad para coronarle como rey y agasajarle con regalos, ropa y comida. Este juego se aplicaba en los hogares realizando un roscón en el que metían una judía. El afortunado que se quedaba con el trozo que la contenía la judía se coronaba como rey y presidía la mesa.
Pese a que nosotros relacionamos este juego -esto es, el roscón- con los Reyes Magos, puede que su origen no tenga un contenido religioso detrás; ya que es posible que esta celebración esté relacionada con las Saturnales, la fiesta romana dedicada al dios Saturno en la que se loaba que los días empezaban a ser más largos que empezaban a ser habituales tras el solsticio de invierno, es decir, la finalización del periodo más oscuro del año y el inicio de la luz, tal y como recoge 'La voz de Galicia'.
Como en su evolución cristiana, los romanos, que alargaban este periodo casi hasta finales de febrero, también introducían en unas tortas redondas de higos, dátiles o miel un haba que repartían entre plebeyos y esclavos, que durante estas jornadas estaban libres de cualquier trabajo y las podían pasar de una forma licenciosa. El afortunado que daba con ella era nombrado «rey de reyes» durante un corto periodo de tiempo establecido de antemano.
Este dulce no ha dejado de evolucionar a lo largo de los años. El roscón puede esconder un haba, figuras de la virgen, San José, de algún rey mago o, simplemente, dinero. Fue Felipe V quien importó desde Francia, dónde se inició para contentar a un pequeño Luis XV, la modalidad de introducir una moneda como premio y que se ha mantenido hasta la actualidad.
No solo ha cambiado el regalo, puesto que también lo ha hecho el significado. En muchos casos se sigue conservando la tradición que dicta que el que encuentra el objeto es coronado como rey, pero en algunos roscones se introducen dos objetos: uno de ellos te corona como rey, mientras que le otro -normalmente la haba- se convierte en el encargado de pagar ese roscón o el del año siguiente.
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