Pensar en violeta, hoy es pensar en las mujeres. A este color nos vienen asociadas las víctimas de la violencia machista: asesinadas, maltratadas, humilladas y agredidas sexualmente. A ese color también quedan vinculados los autores de esos delitos. Dentro de las cárceles se refieren a ellos como 'los violetas' y son los más repudiados, junto a los que han hecho daño a los niños.
"En la calle son muy valientes, solos frente a las mujeres. Pero en prisión son cobardes y su conducta es ejemplar, incluso pelotas con los funcionarios para ganarse su protección o rebajar sus penas". Nos lo cuenta uno de los trabajadores que trata a diario con estos hombres y que prefiere no dar su nombre por razones de seguridad. En Herrera de la Mancha (Ciudad Real) está la cárcel por excelencia para cumplir sus condenas.
Hospedados en este penal manchego se encuentran conocidos delincuentes como Santiago del Valle, un pederasta condenado a 22 años de cárcel por abusar de Mari Luz Cortés, una niña de cinco años, en una barriada de Huelva en 2008 y acabar con su vida. Después se deshizo del cadáver arrojándolo en una marisma.
Tony Alexander King fue condenado a 36 años de cárcel por los asesinatos de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes en Málaga. En 2003 fue trasladado a este penal, donde cumple condena en un módulo cerrado, recluido 21 horas al día en una celda de ocho metros cuadrados. Su verdadera identidad real es Tony Browmwich, apodado 'el estrangulador de Holloway' por las autoridades británicas. De una violencia extrema, huyó a la Costa del Sol tras ser condenado en su país a una década de prisión por otros crímenes.
También Miguel Carcaño, el principal sospechoso de la desaparición y el homicidio de Marta del Castillo, en enero de 2009. La víctima tenía 17 años. Más de una década después sus padres continúan buscando sin descanso, desconsolados. La mitad de ese tiempo Carcaño ha permanecido dentro de estos muros. "Al principio recibía muchas cartas de admiradoras, pero ahora sólo le escribe una chica", nos aseguran. Eso siempre ha sorprendido a los funcionarios de prisiones, que nos dicen que muchos llegan incluso a casarse dentro de la cárcel.
Pero dentro, "a estos internos que han generado una gran alarma social es mejor tenerlos separados de otros reos, en módulos de primer grado. Tampoco se relacionan demasiado entre ellos. Suelen actuar en solitario, son impulsivos y violentos y se guardan sus intimidades”.
Como excepción, el dúo formado por Pablo García Ribado y Antonio Barroso Mingo. Los dos eran por separado 'el violador del portal' pero también juntos, lo que despistó a la Policía. El primero era mecánico y el segundo guarda jurado. Se especializaron a asaltar juntos a jóvenes y adolescentes en los portales de sus viviendas, haciéndose pasar por vecinos del inmueble. Los dos tenían pareja pero entre el 24 de diciembre de 1990 y octubre de 1993 se convirtieron en una pesadilla para muchos padres de Madrid.
Cometían dos violaciones en una madrugada, una cada tres días, a punta de pistola o de navaja. Trasladaban a sus víctimas a garajes, sótanos, trasteros o aseos, donde las agredían repetidamente con gran brutalidad. Fueron detenidos cuando acumulaban más de 150 delitos y condenados a 2.970 años entre rejas.
Pero según los trabajadores penitenciarios, "estos agresores no muestran dolor ni arrepentimiento. Ni se someten a los programas de reeducación y reinserción porque son voluntarios. Prefieren cultivarse en los gimnasios". Esa es una de las principales quejas de un colectivo que convive 24 horas al día con estos presos, dentro de los muros. Desde la asociación Tu Abandono Me Puede matar aseguran que "la probabilidad de que vuelvan a reincidir es muy alta y no están preparados para volver a las calles cuando les conceden el tercer grado porque no quieren someterse a terapias".
Es lo que ocurrió con Juan Martín Valentín Tejero, que raptó, violó y asesinó a Olga Sangrador, una niña vallisoletana, de 9 años, aprovechando un permiso penitenciario. Cumplía condena por tres delitos de abusos.
O el caso de Antonio Ortiz, 'el pederasta de Ciudad Lineal', condenado a 70 años de cárcel por secuestrar y agredir sexualmente a cuatro niñas de entre cinco y nueve años en 2013 y 2014 en Madrid.
También lo atestigua la experiencia de agresores sexuales que han escrito su nombre en la historia negra de España. Fueron condenados a cientos de años por sus delitos, graves y reincidentes pero en noviembre de 2013 tuvieron a su favor la derogación de la doctrina Parot. Una docena de peligrosos depredadores sexuales fueron excarcelados antes de lo previsto. La información corrió como la pólvora entre las adolescentes de la ciudad manchega, que mostraron su temor en las redes sociales.
Pedro Luis Gallego Fernández, conocido como 'el violador del ascensor', había sido condenado a 273 años entre rejas por dos asesinatos y 18 violaciones en 1992. Llevaba diecisiete en prisión, la mayor parte de su condena en Herrera de La Mancha, pero también pasó periodos en otros centros.
Cuando se enteró de que iba a ser excarcelado dejó de realizar actividades por las que redimía parte de su pena. Salió de prisión y cuatro años después, otra vez estaba dentro. Había cambiado su aspecto físico, sus zonas de actuación y el modus operandi. Ahora se le conocía como 'El violador de La Paz' y aterrorizaba a las jóvenes de Madrid.
Durante los próximos días se sentará de nuevo en el banquillo de los acusados. La Fiscalía solicita para él 96 años de prisión por dos violaciones y dos tentativas, cometidas entre diciembre de 2016 y abril de 2017. "Sabe que no volverá a las calles y que aquí acaban sus días".
O Félix Vidal Anido, 'el violador del estilete', una bestia espeluznante. Tenía sólo 14 años cuando le acusaron de violar a cinco menores. Le internaron en el Hogar Muchacho de Barcelona pero tres años después fue detenido de nuevo en Alcalá de Henares (Madrid) donde estaba cumpliendo el servicio militar.
La Policía le acusó de cinco agresiones sexuales consumadas y nueve intentos. Sus víctimas eran niños y mujeres de entre 3 y 24 años. Entonces declaró: "Cuando me entra la depresión tengo que hacerlo. Prefiero mujeres jóvenes y vírgenes porque satisfacen mis instintos".
El perfil de los pedófilos es parecido al de los agresores sexuales de adultos, pero con sus peculiaridades. "Mientras que los primeros prefieren callarse los detalles sobre sus fechorías, estos delincuentes se buscan, se reúnen, sabemos que intentan comunicarse, sobretodo los que alardean de lo que hacen a través de las redes sociales”. Lo dicen quienes de cerca les vigilan. Sólo los de mayor protección cumplen condena en primer grado, en módulos terapeúticos, aislados del resto de internos, para proteger su integridad física.
El resto de 'los violetas' pasan sus días en prisión en módulos de respeto, con otros internos condenados por delitos similares. También con presos comunes de baja conflictividad que no puedan agredirlos. "Los fines de semana vienen a visitarles muchas madres y hermanas", nos cuentan los funcionarios.
Pero muchos acaban suicidándose cuando la condena empieza a hacérseles demasiado larga o ven que no hay salida. Decepcionados, se dan cuenta de que tras concederles una oportunidad para volver a las calles "no son capaces de controlarse, les pueden los instintos".
Los funcionarios de prisiones critican la falta inversión en psicólogos, trabajadores sociales y expertos en reeducación y reinserción. Afirman que sin la voluntad de estos internos no se puede hacer nada y que "con el sistema penitenciario vigente sólo se ponen parches que no llevan a ningún sitio".