"Somos héroes de usar y tirar": la denuncia de los sanitarios temporales del coronavirus en Madrid
Los sanitarios, con contratos temporales que están luchando contra la pandemia, se quejan de la precariedad laboral
Cientos de profesionales que fueron contratados en Madrid al principio de la crisis sanitaria ya están en la calle
Una cláusula permite rescindir los contratos antes de su finalización si las circunstancias excepcionales hubiesen cambiados
“Somos héroes de usar y tirar”, “nos han engañado”, “no han cumplido su palabra en medio de una pandemia”, “me siento utilizada, decepcionada y frustrada” o “nos han tratado como ganado”. Son las quejas y sentimientos que comparten algunos sanitarios que han luchado contra el coronavirus en Madrid. Trabajadores, con contratos temporales, que han respondido a las necesidades urgentes que se planteaban en el epicentro de la pandemia y que ahora están en la calle.
Algunos han visto rescindidos sus contratos, otros denuncian cláusulas con letra pequeña y otros, simplemente, hubiesen deseado un “trato más humano”. Estas son las historias de tres de ellos. Cada uno habla por sí mismo, pero saben que muchos de sus compañeros se van a ver representados en lo que cuentan. Tres profesionales de la sanidad pública que se han dejado la piel en la lucha contra la COVID-19 y que en este momento recomponen sus heridas emocionales y laborales.
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Eva, la sanitaria que dejó Cádiz para ayudar en Madrid
Eva Pérez Ruiz llevaba días dándole vueltas a la cabeza, en su casa de Rota, hasta que tomó una decisión. Esta enfermera de 24 años había estudiado para ayudar en situaciones como ésta. Tenía los conocimientos y las ganas necesarias para hacerlo. Así que decidió ofrecerse para trabajar en Madrid, por esas fechas, unas de las ciudades del mundo con un mayor número de contagiados por coronavirus. Eligió el Hospital Universitario Rey Juan Carlos, en Móstoles. Allí le ofrecían alojamiento durante el tiempo que estuviera trabajando. Dos meses, le dijeron telefónicamente.
El 14 de abril fue su estreno. Las sensaciones mientras se colocaba por primera vez el Equipo de Protección Individual (EPI) no las olvidará nunca. Las dudas se amontonaban en su cabeza. ¿Se lo estaría poniendo de forma correcta?, ¿habría hecho bien dejando su casa en Cádiz para ayudar en Madrid?, ¿qué se iba a encontrar en el hospital?, ¿sería tan duro como le habían contado?, ¿por qué había dicho sí a esta oferta de trabajo? Cuestiones que resolvió muy pronto. En cuanto comenzó a visitar pacientes habitación por habitación. “Me sentí satisfecha y realizada. Estaba aportando mi granito de arena en la crisis sanitaria más grande que hemos tenido. Yo me hice enfermera para esto”, cuenta con emoción Eva.
Al día siguiente la llaman de Recursos Humanos para firmar el contrato con la Comunidad de Madrid, que establece la siguiente duración. Desde el 14 de abril hasta el fin contractual, con un periodo de dos meses de prueba. Ella entiende que estará trabajando, al menos, hasta el 14 de junio. Pero el 20 de abril, una semana después de empezar, recibe una llamada de su supervisora que le comunica que el 21 iba a ser su último día.
Me he movilizado desde Cádiz poniendo en riesgo mi salud y la de los míos y en siete días me dan la patada
“Me dice que me tienen que cesar porque yo estaba cubriendo una baja por COVID-19 y que la compañera ya se ha reincorporado. Yo me siento engañada porque me habían dicho que el contrato era de dos meses. Me he movilizado desde Cádiz, con riesgo de contagio para mí y para mi familia, con el compromiso de un contrato hasta finales de junio. Y en siete días me ponen de patitas en la calle. Estoy muy decepcionada y muy frustrada porque yo he venido hasta aquí a ayudar en la pandemia y a la semana me largan. Si desde el principio hubiesen sido claros pues yo hubiera decidido si vengo a Madrid o no. Pero me vine porque me hablaron de dos meses”, asegura Eva. “Estoy enfadada, muy frustrada y decepcionada por la situación. Ya sabemos que somos trabajadores temporales pero no por eso pueden hacer lo que quieran con nosotros”.
Laura, la enfermera que lleva ocho contratos en cinco meses
Laura tiene 27 años y en lo que llevamos de 2020 ya ha firmado ocho contratos temporales. Los últimos han sido para reforzar la sanidad pública en su lucha contra la COVID-19. Desde mediados de marzo trabaja en el Hospital de La Paz a jornada completa. Este jueves será su último día. “En nuestros contratos hay una cláusula por la que te lo pueden rescindir en cualquier momento, con independencia de la fecha en la que concluya”, cuenta esta enfermera con indignación. Textualmente pone lo siguiente:
Este nombramiento finalizará con anterioridad a la fecha indicada siempre que desaparezca la necesidad de Recursos Humanos de naturaleza temporal, coyuntural o extraordinaria, como consecuencia del incremento de efectivos existentes a la fecha de la firma del presente nombramiento.
“Es cierto que la presión asistencial ha bajado en estos últimos días, pero la sensación que tenemos con cláusulas como esas es que somos de usar y tirar. Te cogen, te exprimen y te tiran, y así una y otra vez. Es una sensación de frustración permanente y de que nos valoran muy poco. Esto ya pasaba antes del coronavirus, pero ahora mucho más. Me contratas, no me das medios de protección en mitad de una pandemia y encima me echas a la calle cuando tú quieres”, se queja amargamente Laura.
La enfermera es una de las 3.500 que han sido contratadas en Madrid durante la crisis del coronavirus. Ha trabajado como la que más. Exponiéndose. Arriesgando su salud a un posible contagio. Pero tiene claro que ese es su trabajo. “Es mi deber y mi obligación. Pero si hemos respondido así en una situación extraordinaria como ésta, el trato hacia nosotros tendría que ser equivalente. No somos héroes, somos profesionales que queremos desarrollar nuestro trabajo en condiciones dignas. Tengo la sensación de que se tira mucho del tema vocacional, de darle al sector sanitario un punto romántico para justificar la falta de medios o la precariedad laboral que tenemos. Pero la vocación no es vacuna para nada. Lo que hemos vivido a nivel emocional y lo que hemos sufrido aquí no se lo imagina nadie”.
Ninguna mente humana está preparada para algo así
Laura está gestionando ahora todas las emociones vividas a lo largo de estas semanas. Recuerda la sensación de angustia permanente durante el primer mes. Ansiedad antes de ir a al hospital por lo que iba a vivir. Ansiedad mientras trabajaba por no llegar a la cantidad de enfermos que tenía asignados. Y ansiedad al llegar a casa pensando en tener que volver al día siguiente. “Ninguna mente humana está preparada para algo así. Al agotamiento físico y mental por la situación que estamos viviendo y por la enorme carga de trabajo, se suma el miedo por la posibilidad de contagiarte o de infectar a los tuyos”, asegura Laura.
La enfermera recuerda con especial emoción el caso de un matrimonio octogenario. Los dos estaban ingresados con coronavirus en la misma sala. Pero por él ya no podían hacer nada. La médico le dijo a la mujer que su marido no iba a salir adelante, pero que iban a hacer todo lo posible para que estuviese cómodo esas últimas horas. Laura habló con la doctora para juntar las camas y la pareja estuvo toda la noche dándose la mano sin separarse ni un momento. Hasta que él murió.
“Es doloroso vivir todo esto. Pero es nuestro trabajo y lo sabemos. Lo aceptamos. Lo que no admitimos es la falta de respeto laboral que muchos hemos sentido en nuestras carnes”.
Antonio, 60 horas a la semana
Antonio es un nombre ficticio, su historia no. Este enfermero cordobés prefiere no hacer pública su identidad por miedo a que tomen represalias laborales contra él. Tiene 28 años y trabaja como enfermero en el Hospital Rey Juan Carlos, en Móstoles. Empezó en noviembre y ha ido alargando los contratos a medida que la crisis del coronavirus se desataba. “Nos aseguraron que nos iban a ampliar hasta junio. Incluso hasta septiembre”, cuenta a NIUS este enfermero. Pero el 30 de abril será su último día. El también firmó la cláusula. Esa que ahora está dejando en la calle a miles de sanitarios antes de lo previsto.
“A mí me ofrecieron un contrato en un hospital de Córdoba hasta junio. Yo respondí que no, porque aquí me dijeron que nos iban a alargar hasta el verano. Además, en Madrid estamos en una situación de urgencia sanitaria y yo entendía que no debía irme. Así que rechacé el contrato en mi ciudad. Y ahora aquí me dan la patada sin contemplaciones”, explica el joven.
Hemos llegado a hacer unas 60 horas a la semana y no nos quejamos de eso, sabemos que es nuestro trabajo
Antonio ha llegado a trabajar 60 horas a la semana. “Hemos tenido que doblar turnos todos. Hay días que he hecho uno de tarde y uno de noche seguidos. Desde las 15:00 hasta las 08:00. 17 horas seguidas. Y no me quejo de eso. Sé que es mi trabajo y que las circunstancias son extraordinarias. Lo único que pido es que no nos engañen. Me dijeron que iba a estar trabajando varios meses más y en cuanto baja un poco la presión asistencial me ponen en la calle”.
A este sanitario también le rechina la palabra héroe. “No queremos aplausos, queremos buenas condiciones y que la gente que sale a las ventanas a homenajearnos, que luchen de verdad por la sanidad pública. Incluso habiendo ayudado a frenar a la pandemia, nos tratan como a números. Al estar en un estado de alarma, hacen lo que quieren con nosotros”, se queja Antonio. “Cuando llegue la segunda oleada ya veremos qué pasa. Si nos hubieran tratado bien, aquí estaríamos de nuevo. Pero es posible que muchos ya no quieran. Después de cómo se han comportado, no. Y a ver entonces cómo lo hacen sin nosotros”, reflexiona este enfermero.