¿Sabías que Bill Gates y Steve Jobs prohibieron a sus hijos tener móviles a edades tempranas? Sí, en ellos se cumplía el dicho de "en casa de herrero cuchillo de palo". Lo hacían porque sabían sus efectos. El neuropsicólogo Álvaro Bilbao, autor del exitoso El cerebro del niño explicado a los padres, desmonta los mitos tecnológicos y pone negro sobre blanco la realidad del enganche a los móviles, que no es cosa solo de los más pequeños de la casa.
"Hasta los seis años los niños no deberían tener contacto con los móviles (lo tienen a los dos años), hasta los 14 no deberían tener uno propio (lo suelen tener ya a los 10)". Alvaro es rotundo y sabe que sus propuestas van contra la corriente generalizada y el hecho de que un niño sin móvil hoy es considerado poco menos que un chico raro. Contra eso luchan los padres que ceden a las presiones para que su pequeño no se sienta excluido pero pasan por alto las consecuencias que provocan este tipo de hechos. "Las consecuencias de tener móvil a edades tan tempranas ya se perciben. Estamos ante jóvenes que no tienen paciencia para esperar en ninguna faceta de la vida, tienen problemas de creatividad y falta de atención (el temido TDH), están acostumbrados a imputs rápidos, inmediatos, se vuelven menos sociables y cuentan con más problema de sobrepeso". Casi nada.
Otro mito que Alvaro derrumba es el que señala que gracias a las nuevas tecnologías y a las tablas y los móviles los niños son capaces de aprender con más facilidad. "No es así. Ni siquiera los vídeos de Disney que los padres compran sirven realmente para eso, según los estudios realizados al respecto. Es más útil jugar con los niños y ayudarles a aprender que sentarles delante de la televisión a ver vídeos", señala Alvaro, que también critica en los padres de hoy "la sobreprotección y la angustia" ante la realidad de que los niños se aburran. "El aburrimiento es creativo, así como los juegos de toda la vida. Los padres juegan cada vez menos con sus hijos porque llegan cansados del trabajo y lo que sí han demostrado los estudios es que lo que más necesitan los menores son abrazos y besos".
Eso, y llorar, porque Alvaro también critica ese miedo de los padres a que los niños lloren. "Es un mecanismo cerebral que es bueno que se desarrolle también", explica. Contrario al cachete, Alvaro reivindica las normas y la autoridad de los padres.
Muchos padres defienden que los niños deben de familiarizarse con el uso de la tecnología a la mayor brevedad posible, ya que el uso y manejo de los dispositivos electrónicos es una habilidad esencial en la actualidad. Sin embargo, los dispositivos tecnológicos están diseñados para ser altamente intuitivos por lo que no se requiere de un gran conocimiento o experiencia para aprender a utilizarlos. Y a edades tempranas pueden ser contraproducentes. "No hay transferencia de lo aprendido en el mundo digital al mundo real", defiende Bilbao que pone un ejemplo contundente. ¿Es mejor jugador Messi o el mejor jugador de consola?.
Otro mito es asociar la tecnología a una mayor felicidad del menor. "No podemos asociar la tecnología a la felicidad por razones neurológicas. Cada vez que un niño o un adulto ve una imagen nueva en Instagram, recibe un WhatsApp de su grupo de amigos, ve un anuncio de rebajas en su tienda favorita lo que ocurre es que a nivel cerebral se activa el sistema dopaminérgico, que se encarga de segregar la hormona dopamina, la causante de las sensaciones placenteras y la sensación de relajación. No obstante, no debemos confundir esa pequeña sensación de placer con la felicidad. Sin embargo, cuando los niños realizan actividades significativas como aprender a sumar, aprender a poner y quitar la mesa u a ordenar su cuarto, se activa el sistema serotoninérgico que produce una sensación de satisfacción y está más ligada con la felicidad", sentencia.
"Muchos padres piensan que los dispositivos electrónicos ayudan a mejorar la capacidad de concentración de los más pequeños, ya que pueden estar largos periodos de tiempo centrados en la pantalla del dispositivo". No es del todo cierto. Álvaro Bilbao recuerda que "debemos diferenciar entre concentración y entretenimiento. Los dispositivos nos mantienen entretenidos, pero no concentrados. Esto se debe a que los centros neurológicos que se encargan de activar la atención permanecen inactivos durante la visualización". Así que padres, ojo con los móviles.
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