El 17 de abril un grupo de 100 artistas se reunieron en el barrio de Malasaña para participar en ‘Pinta Malasaña’, una iniciativa que pretendía llenar el barrio de color y arte usando como lienzo los cierres de las tiendas locales. La jornada, que no solo logró reunir a artistas de todos los estilos (entre los elegidos no sólo había grafiteros, sino también pintores de estudio e incluso diseñadores gráficos) sino a una enorme cantidad de gente que disfrutaba descubriendo los originales dibujos que ocuparían las puertas de los locales. “Mientras pintaba la gente del barrio se acercaba muy agradable, preguntaban cosas…” nos contaba Sara Vidigal, una de las artistas que participó en la jornada.
El concurso, organizado por Somos Malasaña y Madrid Street Art Project, buscaba crear así una “galería al aire libre”, proporcionándoles a los artistas el material necesario- valorado en 170 euros- y ofreciendo suculentos premios. Además, los dueños de los locales confiaron sus cierres con gran entusiasmo a estos artistas.
Todo parecía ir a buen puerto, sin embargo, nadie- ni siquiera los propios artistas- esperaba que sus obras duraran más de una semana. En una edición anterior de este concurso que se organizó en el año 2011 y que recibió el nombre de “Persianas libres Malasaña”, las obras de arte plasmadas en los cierres de los locales desaparecieron en menos de un mes bajo los trazos realizados por algunos grafiteros. Para esta edición, un representante de “Somos Malasaña” reconoció que antes de que se celebrara el evento, esperaban que “el 40% iban a ser pisados en menos de una semana”. Pero eso resultó ser una estimación bastante optimista: la gran mayoría de los cierres fueron ‘pisados’ esa misma noche.
A pesar del trabajo de los artistas, los grafitteros volvieron a pintar sobre los cierres sus firmas, esas mismas que los artistas, con la aprobación de los locales, habían tapado. Pero no se limitaron únicamente a “recuperar su sitio” en las calles de Malasaña, sino que incluso pintaron sobre persianas históricas, como la del bar de la ‘Vía Láctea’, que ningún grafitero se había atrevido a tapar. Así dio comienzo a una guerra fría, una lucha del “te tapo porque me tapaste” que ha generado opiniones de todos los tipos.
Reacciones de los propios 'protagonistas'
Por un lado, gran parte de los artistas participantes se levantaron a la mañana siguiente con un sabor agridulce. “Han pintado encima de dibujos, han destrozado arte con arte y han perdido el respeto a la creatividad” argumenta Miss Peach, una ilustradora de Logroño que se desplazó hasta Madrid para participar en la iniciativa. Algunos prefieren en cambio, ver el lado positivo de la situación como COMETAS, que asegura que “es lo que tiene el grafitti, lo que me encanta de él, que es efímero”. A este bando de la ‘guerrilla’ se unen los comercios, que esperaban poder disfrutar de sus cierres más de una noche y consideran la actitud de los grafiteros “una vergüenza”. Por eso, existen algunos casos en los que artistas y locales han llegado a un acuerdo para volver a pintar los cierres.
Otros, en cambio, no le dan mayor importancia al asunto. El diseñador Alberto Arziniega, que escribió una romántica frase sobre la persiana de una farmacia, asegura no haber sentido tristeza al encontrarse una firma sobre su trabajo, sino que se queda con la grata experiencia que fue, ya que en ningún momento le prometieron que fuera a perdurar. Para él, “Pinta Malasaña” iba más encaminado a “mostrarle al asistente un ‘show en vivo’ que otra cosa”.
Pero también existe el caso de aquellos que consideran esta reacción de lo más normal y que, de hecho, tiran una lanza a favor de los grafiteros. “Pintar de manera legal, como ha permitido hacer Pinta Malasaña, te ampara jurídicamente pero no te ampara a nivel moral. Al menos no desde los principios en los que se basa el grafiti y no para las personas para las que éstos son importantes y que son las que utilizan esas calles de manera cotidiana para pintar, aunque sea sobre la propiedad de otras personas” explica Chincheta, que resultó ganadora del concurso. La artista, defiende que el conflicto surgió debido a que ‘Pinta Malasaña’ ofrecía prácticamente en exclusiva cierres de locales, sitios que los grafiteros consideran como su lienzo, y se ofrecieron en menor medida escaparates sobre los que pintar. Otras superficies como estas quizá hubieran generado menos revuelo. Chincheta, que pintó sobre una persiana situada en la calle Velarde, defiende que tanto las obras realizadas por la gente que participó en el concurso como los trabajos realizados por los grafiteros son formas de expresión, que organizado de otra forma, permitiría que “ambos razonamientos convivan”.
Sin embargo, en el caso de que se encontrase a los grafiteros responsables, podrían ser condenados, según el Código Penal, por un delito de deslucimiento de bienes inmuebles. Esto conlleva a que se enfrentasen a una sanción de unos 3.000 euros o de unos 6.000 si el grafitero es reincidente, según se aprobó en el Plan General de Limpieza de 2010. Teniendo en cuenta que grafiteros como “Ruso”, han intervenido en al menos 20 cierres, la suma podría alcanzar una cifra desorbitada. Esta sanción le parece excesiva a muchos de los participantes del concurso, que creen que lo que deberían hacer es ponerles “a limpiar grafitis”.