La Guardia Civil estaba realizando controles de alcoholemia en la carretera cuando detuvo un vehículo en el que viaja un bebé en la parte de atrás. Los policías se dedicaron a realizar las pruebas para detectar si el conductor había consumido bebidas alcohólicas, hasta que el pequeño demandó que tenía hambre y sed. Fue entonces cuando uno de los policías decidió comprarle un sándwich y agua al pequeño.
Los agentes de la autoridad tienen también su lado más tierno, como el de este policía que no pudo hacer esperar al pequeño y le compró lo que quería o el caso del policía mexicano que recogió un cachorro abandonado en medio de una carretera.
El agente requerirá en primer lugar que el conductor realice la prueba de alcoholemia, a través de un alcoholímetro (también denominado etilómetro de aproximación o etilómetro digital), que es un dispositivo portátil en el que se sopla aire y que, a través de un sensor de gas, calcula la tasa de alcohol en sangre de quien realiza la prueba.
Esta prueba, como casi todos los dispositivos de medición, cuenta con un margen de error. Si se trata de un etilómetro que cuenta con menos de un año de vida se presumirá que cuenta con un margen de error del 5%. En caso contrario, el margen de error será del 7,5%. Por ello, si no estás de acuerdo con el resultado siempre podrás impugnar el resultado o acudir a un abogado penalista.
El agente le guiará para que sople por el dispositivo con una boquilla desechable. El tiempo de duración de la prueba lo determinará el policía encargado, pero suelen ser unos segundos.
En caso de que el dispositivo arroje un resultado negativo o inferior al límite permitido el conductor podrá marcharse, pero si el resultado es positivo el conductor será sometido a una segunda prueba en el etilómetro evidencial, un segundo dispositivo instalado en el vehículo de atestados e informes. Entre una prueba y la otra no pueden pasar menos de 10 minutos.