Miles de personas se han echado a la calles en los últimas días para protestar por la detención del rapero Pablo Hasél. Condenado por "enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona", se había encerrado en la Universidad de Lleida para evitar ser arrestado. Su ingreso en prisión ha desencadenado graves disturbios por la noche en Barcelona, Lleida, Girona, Vic (Barcelona), Madrid y Valencia. Una especie de 'efecto espejo' promovido por jóvenes a través de las redes sociales. Una protesta con un derecho fundamental en el centro de la polémica, la libertad de expresión, en la que algunos han terminado protagonizando escenas violentas.
"Internet se ha convertido en un altavoz donde antes no la había. Durante la pandemia hemos detectado además que el discurso se ha polarizado", apuntan a NIUS fuentes del Ministerio del Interior. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad cuentan con grupos especializados que monitorizan a los grupos violentos para detectar posibles amenazas o hechos delictivos. En los últimos meses, este tipo de grupos de distinto signo han actuado al abrigo de polémicas que han originado movilizaciones mucho más amplias en estratos sociales tanto de izquierdas como de derechas. En ese contexto, en los últimos meses han crecido las expresiones de violencia, larvada o manifiesta, y el lenguaje del odio.
En los últimos meses han observado el nacimiento de los 'negacionistas', personas con distintos ideales que se han aglutinado para criticar la gestión de las administraciones con la covid-19. "Es un movimiento reducido, con poco respaldo social, pero que llama la atención. Se ha ido sumando gente que protesta en contra del Gobierno de la Comunidad de Madrid, pero en algunas convocatorias hemos visto a gente que venía de fuera. Lo que más preocupa es la capacidad de movilizar o que se sumen algunos que solo quieren provocar incidentes y buscan una oportunidad", señalan estos investigadores, que prefieren no revelar sus identidades.
Hace unos días recomendaron a la Delegación del Gobierno en Madrid que no autorizase una manifestación solicitada para el 14 de febrero bajo el lema: 'Nos están matando'. Convocada por el Movimiento Popular, anunciaba la asistencia de más de 120 colectivos y organizaciones de distintos barrios y pueblos.
Sin embargo, el sábado se celebró un homenaje a la División Azul cerca del cementerio de La Almudena al que acudieron unas 300 personas. La Fiscalía investiga ahora si se cometió un delito contra los derechos fundamentales y las libertades públicas, ya que se lanzaron proclamas antisemitas y se airearon emblemas nazis.
Los agentes de la Brigada Provincial de Información de la Jefatura Superior de Policía deben analizar las palabras, consignas, símbolos o la asistencia de grupos violentos y altercados que hubo durante el acto y elaborar un atestado.
Convocado por la Juventud Patriota, acudieron también otros grupos de extrema derecha como España 2000 o la resucitada Sección Nacional Femenina de la Falange, personalizada en la figura de Isabel Medina Peralta, que pronunció un exaltado discurso en contra de los judíos.
En Cataluña, la detención y encarcelamiento del rapero Pablo Hasél ha tenido una fuerte repercusión. "No es una cuestión policial, sino una aproximación sociológica. Le han convertido en una especie de víctima, lo que ha aumentado exponencialmente su popularidad. Es un hecho puntual, no previsible, pero sí razonable: le ven como a un ídolo porque representa muchas cosas y tiene un amplísimo respaldo de distintos colectivos", cuentan los expertos.
El movimiento antifascista tiene una aceptación arraigada en Barcelona capital. "Ahora han encontrado un motivo, una oportunidad y la circunstancia para salir a la calle y hacerse visibles. Han estado esperando este momento durante la pandemia", subrayan.
En el mismo escenario y al mismo tiempo, radicales afines al Barça recibieron en la Ciudad Condal a los jugadores del París Saint–Germain entre insultos y gritos. Era su respuesta a la despedida de los franceses al equipo blaugrana, que habían colgado un cartel en el que ponía: 'Puta Barça'. Los organizadores comentaban en los chats que habría poca presencia policial porque todos los efectivos estarían en los altercados por la detención de Pablo Hasel, lo que les otorgaba cierta libertad.
En estos altercados también participan miembros de grupos separatistas. Liderados por los CDR o el Tsunami Democràtic, han provocado altercados durante estos meses como respuesta a la sentencia del procés hecha pública por el Tribunal Supremo el 14 de octubre de 2019. Durante la campaña electoral varias personas han sido detenidas por provocar enfrentamientos entre grupos de independentistas violentos con los asistentes a los mítines de Vox.
Los miembros de los grupos de extrema izquierda practican lo que los expertos policiales llaman 'multimilitancia'. "Por ejemplo, a una persona implicada en el movimiento ecologista podemos verla en una campaña antimilitarista o un acto antifascista, son un cúmulo de ideas", señalan.
Los movimientos que surgen se van solapando. Tienen los mismos postulados, están implantados en varios territorios y sus miembros participan en muchos movimientos a la vez. Se vinculan a través de las redes sociales, que manejan perfectamente.
Sin embargo, los grupos de extrema derecha suelen formar parte de un solo movimiento. "Son más ordenados aunque también tienen conversaciones con distintas plataformas. El debate ideológico es más sencillo y el nexo en común es el tema identitario, defienden a ultranza los valores de España: la raza, historia, contra la inmigración; es un mundo más sencillo, defienden lo que les distingue del resto y siempre el mismo discurso".
Vox ha ido aglutinando a los votantes descontentos con los partidos de centro derecha. Los menores inmigrantes no acompañados o la crisis migratoria Canarias han sido un caldo de cultivo para alentar la xenofobia y el racismo.
"Generan la percepción sociológica de que hay un problema y esas personas buscan afinidad con políticos que defiendan sus intereses. En Madrid, Bastión Frontal es otro de los grupos que está ganando terreno últimamente aunque lo más preocupante es que pueda producirse un 'efecto contagio' de lo que está ocurriendo en otros países de nuestro entorno.
En Alemania, por ejemplo, hay una gran radicalización. Lo que más temen los agentes de Interior es que alguien pueda perpetrar un atentado como el de hace un año en la ciudad alemana de Hanau. Un hombre de 43 años asesinó a 11 migrantes y después se suicidó. En su casa la policía encontró una carta manuscrita y un vídeo, en los que reivindicaba los asesinatos y proclamaba que había que exterminar a árabes y judíos.
En Reino Unido están muy preocupados con organizaciones como Blood and Honour y Hammer Skin, asociaciones que en España fueron ilegalizadas a raíz de unas operaciones de la Guardia Civil.
Una de las claves del éxito de estos movimientos es la experiencia que acumulan y la globalización: conocen las leyes, elaboran manuales e incluso dan pautas de cómo actuar en identificaciones y detenciones.
"La información de estos movimientos discurre a través de las redes sociales. Los usuarios suelen ser personas jóvenes aunque también encontramos a gente mayor que milita en determinados movimientos, algunos de ellos históricos. Muchos han estado en sindicatos y han saltado a la vida política o dirigen determinados colectivos. En Internet se van posicionando según sus ideales. Ahora parece que determinadas personas o colectivos suben una especie de escalón por manifestar sus opiniones y convertirse en una especie de enemigo para los de la ideología opuesta", detallan los investigadores.
Muchos perfiles se crean únicamente con el fin de organizar concentraciones, generar alarma social o reclutar a gente. "Son los efectos de la polarización de la pandemia. No ha habido casi actividad en la calle y en Internet se ha incrementado la violencia del discurso. Los colectivos se han radicalizado ideológicamente y ahora buscan lo que denominamos 'la propaganda por el hecho'. Cada vez que hay una oportunidad extraordinaria encuentran el momento idóneo para aparecer y así reivindicar sus ideales. Si tienen imágenes mejor, de todo hay fotografías y vídeos. En la universidad también hay cierto proselitismo. La gente cada vez es más radical", aseguran los agentes que siguen a estos grupos violentos.
Su deber es poner en conocimiento de la Fiscalía aquellos hechos que puedan suponer una incitación al odio o a la violencia hacia determinados colectivos. "La libertad de expresión tiene unos límites", concluyen.