Son imágenes grabadas por un vigilante de seguridad fuera de servicio que viaja en el tren. Manteniendo la puerta abierta del vagón, de ahí ese pitido constante que escuchan, consigue captar a los grafiteros en plena acción. Lo hace a modo de denuncia después de que éstos le hayan lanzado una piedra a la cabeza por intentar detenerles.
Los jóvenes han conseguido parar el convoy, accionando el freno de emergencia, lo tienen todo planeado, no quieren ser reconocidos por eso ocultan su rostro con camisetas. Y entre reproches de los viajeros logran su objetivo, pintar uno de los laterales de ese vagón.
Tardan apenas dos minutos, o que dura el video, después huyen. Más de 15 millones de euros al año se gasta Renfe tratando de borrar sus huellas.