Gladis, la boliviana que lucha por traer a España a su hijo con cáncer: "No voy a parar hasta lograrlo"

  • Juan Daniel, de 24 años, tiene un cáncer anal con metástasis en el pulmón

  • En Bolivia los tratamientos son muy costosos

  • Gladis tiene permiso de residencia, pero no puede traer a su hijo a España por falta de medios económicos

Cada día Gladis acude a las puertas de Telecinco con la esperanza de que alguien la escuche. "Y no me voy a mover de aquí hasta que me saquen en la televisión para contar mi caso", dice convencida. Esta boliviana está dispuesta a hacer lo imposible por ayudar a su hijo Juan Daniel, un joven de tan solo 24 años que padece cáncer. "Estoy luchando por traerlo a España para que le traten aquí".

Gladis no sabe leer ni escribir. El cartel al que se aferra pidiendo ayuda se lo ha escrito su hijo Anthony, de 11 años, con el que vive en el barrio de Vallecas, en Madrid. Confiesa que a veces le cuesta expresarse, pero su coraje es capaz de suplir cualquier carencia. "He hablado ya con abogados, con periodistas, con asistentes y trabajadores sociales, con sacerdotes... estoy dispuesta a hacerlo con cualquiera que pueda ayudarme", cuenta emocionada a NIUS. "No voy a para hasta lograr traerlo"

La historia de Gladis Suárez

Gladis lleva en España 20 años pero los trabajos que ha conseguido le han dado solo para sobrevivir y mandar "lo que ha podido" a la familia que dejó allá, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). "Allí se quedaron mis hijas Daniela y Daney y mi hijo Juan Daniel, el que ahora tiene cáncer", relata. "Nunca he podido ahorrar, no tengo ni dientes porque todo lo que he ganado lo he mandado a mis hijos".

"En cuanto me enteré de la enfermedad de mi hijo pensé en traerlo a España, pero hablé con un abogado y me dijo que nunca me iban a conceder la reagrupación familiar porque no cumplo los requisitos. Ahora mismo no tengo trabajo, no tengo solvencia económica para hacerme cargo de él. Solo recibo 270 euros al mes, el ingreso mínimo vital y algo más que le pasa a mi hijo pequeño su padre. Tampoco puedo ofrecer a Juan Daniel un lugar digno donde vivir mientras se trata. Mi casa apenas tiene 20 metros cuadrados y tiene mucha humedad", lamenta.

Su situación de vulnerabilidad la corrobora Sofía, la trabajadora social del centro de salud Vicente Soldevilla de Vallecas, que conoce bien su caso. "Hicimos una petición para que fueran a valorar el domicilio y realmente las condiciones de habitabilidad no son las adecuadas. Su hijo, con cáncer, en esas condiciones no podría vivir. Además ella económicamente no se lo puede permitir", destaca.

"Si Gladis consiguiera trabajo estable y pudiera cambiarse de casa podría solicitar la reagrupación", reconoce esta trabajadora, "pero eso es casi una utopía, es muy difícil dadas sus circunstancias. Además, de lograrlo, el procedimiento sería muy largo. Tarda, de forma general, unos 6 meses y a veces mucho más. Vamos a ser realistas, aunque lo consiguiera, que es improbable, igual sería tarde para su hijo porque sabemos que está grave", recalca.

"Yo lo que pido es que se apiaden de nosotros y lo traigan cuanto antes por razones humanitarias, por enfermedad, y una vez aquí, que me lo ingresen en un hospital, que yo no me voy a separar de su lado", pide sollozando Gladis.

"Está angustiadísima, lo está pasando muy mal, no levanta cabeza. Y no será porque no se mueve y lo intenta, pero se le van cerrando todas las puertas. Es muy duro, cuando eres madre, tener un hijo enfermo a tantos kilómetros y no tener dinero para ir a verle ni para ayudarle con sus medicamentos. Allí la sanidad no es pública y hay que pagar todos los tratamientos", recuerda la trabajadora social.

La historia de Juan Daniel

Juan Daniel nunca ha bebido, ni fumado, ni siquiera ha salido de fiesta. "Es un buen chico que quiere ser piloto de aviación", pero hace un año la noticia de que padecía cáncer congeló su sueño. "En junio de 2020, en plena pandemia, empezó a sangrar", cuenta a NIUS desde Bolivia su hermana Daney. "Fuimos al médico solidario, el que hay aquí para la gente de bajos recursos, y nos dijo que era una hemorroide. Le dio una crema para tratarla, pero no sirvió, porque siguió sangrando. Fuimos entonces a un hospital privado que se llama Niño Jesús, le hicieron una biopsia y nos dieron la noticia fatal: tenía un adenocarcinoma, un cáncer anal", relata.

"Fue un shock, porque no teníamos seguro médico ni dinero. Le aseguramos rápido en el SUS, que es el seguro del Gobierno, pero enseguida nos dimos cuenta de que le cubría muy poco, el suero y algún analgésico para el dolor. Todo lo demás debíamos pagarlo", explica Daney.

"Primero nos dijeron que le iban a extirpar el tumor, pero en la mesa de operaciones descubrieron que estaba más profundo de lo que pensaban y suspendieron la cirugía", recuerda. "Me hicieron entrar y me aseguraron que no podían operar porque se iba a quedar sin ano, iba a tener que vivir con una bolsa y además no iba a poder tener erecciones en su vida", cuenta. "Al ser tan joven optaron por tratarle con quimioterapia y radioterapia para reducir el tumor".

Después de dos ciclos de quimio y uno de radio las noticias que llegan no son buenas. "Tiene metástasis en el pulmón y el tratamiento que necesita es aún más caro. Hasta ahora hemos gastado unos 4.000 euros, y ahora tenemos que pagar casi 3.000 para unas pruebas que le hacen aquí pero mandan a España a analizar. Estamos sobrepasados", asegura Daney.

El dinero lo han conseguido hasta el momento con lo que la familia ha aportado y haciendo kermes, comidas solidarias con tickets para vender. "Ahora en julio haremos otra, pero la situación se ha complicado tanto que la única salida que vemos es que se pudiera ir a España a tratarse", confirma la hermana del joven. "Él al principio prefería tratarse en Bolivia, pero a medida que pasa el tiempo, como ve que aquí las posibilidades son malas quiere irse a España, para sanar rápido e impedir que su cáncer avance".

"Él anda deprimido, pero tratamos de animarlo para que enfrente la enfermedad alegre. Es difícil porque tiene mucho dolor a veces", explica Daney. La joven, aunque es menor que Juan Daniel, está ejerciendo de madre. Estudia tercero de medicina y es la que le acompaña a todos los tratamientos, la que le cuida y asiste en casa. "Me tocó", añade. "Mi madre está muy lejos y mi hermana mayor tiene a sus hijas".

"Para ella es muy duro", confirma Gladis. "Pero se hace la fuerte, porque si ella decae, decae su hermano, decaemos todos". "Yo los llamo a diario y a veces rompo a llorar y ella me regaña, me dice, "no llore madre, por favor, él debe estar tranquilo, no me lo altere, pero en cuanto cuelgo me derrumbo".

"No quiero que nadie piense que soy una madre loca que anda por ahí pidiendo dinero en la calle para su hijo No quiero dinero en mano, no me lo den, pero por favor, ayúdenme. Es lo único que les pido", dice sin dejar de llorar. "Lo que me asusta es no llegar a tiempo, que se me muera, no me lo perdonaría nunca".