Menas de Hortaleza: las propuestas de los expertos para mejorar su futuro
El Centro de Primera Acogida de Hortaleza fue diseñado para albergar a 32 menores, actualmente hay 71
57 educadores les acompañan las 24 horas del día : "Vamos como pollos sin cabeza, no damos a basto"
Los profesionales han enviado 50 propuestas al Gobierno para mejorar la situación de los menas
Once de la mañana. La puerta del Centro de Primera Acogida de Hortaleza se abre y una veintena de adolescentes sale del recinto. Unos se sientan en la parada del autobús que hay justo enfrente, otros se dispersan por las calles y algunos se dirigen al parque Isabel Clara Eugenia, a apenas cien metros de distancia.
Apoyados en un coche hay dos chicos. M.Z. tiene 17 años, nació en Casablanca y llegó hace siete meses a las costas andaluzas a bordo de una embarcación neumática. Fue interceptado por la Guardia Civil y trasladado a un centro de protección de menores pero se escapó a las pocas horas. Quería llegar a Madrid. "En Parla me cogió la Policía cuando estaba en la calle con unos amigos y me trajeron aquí. Ahora hay clases de español pero a mí me han expulsado por pelearme con un compañero y por eso estoy fuera", argumenta.
A su lado está Y.C. un tangerino de 16 años que apenas habla castellano. Ingresó en el Centro de Hortaleza hace un par de semanas. Hace un mes se coló en los bajos de un camión en el puerto de Tánger y subió a un Ferry con destino a Algeciras como polizón." Lo planée durante meses pero en diciembre me rompí un brazo y tuve que aplazarlo. Muchos días iba caminando desde mi casa y me quedaba mirando en el espigón. Vi a otros niños hacerlo. Soy el mayor de tres hermanos. Mi padre nos abandonó y ahora tengo que hacerme cargo de mi madre y los pequeños" asegura.
"Yo hago Taekwondo. Mi sueño era venir a España para seguir perfeccionando mi técnica y presentarme a campeonatos
Los sueños de estos niños
En el Centro de Primera Acogida de Hortaleza conviven actualmente 71 adolescentes. M.Z. cuenta: "salí de mi país porque allí no había nada que hacer. Pasar los días sentado, viendo pasar la vida", asiente con la cabeza. Saca un teléfono móvil del bolsillo de su sudadera, abre su perfil de Instagram y muestra unas fotografías:"el 25 de agosto le vemos en bañador en Chefchaoen, en el río, fumando una pipa. Estaba mucho más fuerte de lo que está ahora. Cuatro días después le vemos en Madrid, en la Puerta del Sol, junto a un amigo. Sigue pasando las imágenes, en muchas aparece retratado con un kimono. "Yo hago Taekwondo, un arte marcial coreano. Está reconocido como deporte olímpico. Yo entrenaba muchísimas horas y tengo licencia internacional. Mi sueño era venir a España para seguir perfeccionando mi técnica y presentarme a campeonatos. ¡Pero fíjate, cada vez estoy más delgado y aquí ni tenemos gimnasio", se queja haciendo aspavientos.
Y.C. no tiene tan claro lo que quiere hacer. También enseña su perfil de Instagram. El 21 de enero estaba en Tánger y cinco días después en Madrid. Es un chico presumido, que suele vestir de rojo o de azul. Forofo del Ultra Hércules, en casi todas sus fotografías aparece rodeado de amigos: "allí me lo pasaba bien, tenía una vida como cualquier chaval de aquí. Mira, esto es el 11 de enero, el día del Manifiesto de la Independencia, la fiesta nacional. Estaba en Tetuán con unos amigos", comenta. Sigue pasando las imágenes y llega a una en la que le vemos sentado junto a su madre, abrazados, sonrientes. La mujer de unos cuarenta años, lleva una chilaba azul turquesa, un pañuelo blanco en la cabeza y unas sandalias negras; de eso hace 15 semanas. "Me gustaría aprender un trabajo: albañil o carpintero, que ahora dicen que hace falta. En mi país la verdad que no hacía nada, no era bueno en los estudios, pero mi madre necesita ayuda y para eso he venido", confiesa con voz triste. Se le saltan las lágrimas.
La vida dentro del Centro de Hortaleza
En el Centro de Primera Acogida hay actualmente 71 menores y 57 educadores, contratados para cubrir todos los turnos. También cuentan con la ayuda de trabajadores de la Cruz Roja, mediadores de distintos países que trabajan como intérpretes con los niños extranjeros que no hablan castellano y vigilantes de seguridad.
NIUS habla con algunos educadores del Centro de Primera Acogida de Hortaleza, que prefieren guardar el anonimato. Conviven con los menores las 24 horas del día desde el momento en el que ingresan. "Les explicamos perfectamente por qué están aquí, qué es lo que va a ocurrir, aunque aquí nunca se sabe el tiempo que pueden permanecer en este centro, se quedan como en stand by. Contínuamente tenemos cambios. Estos niños traen muchos problemas en su mochila. Algunos han atravesado continentes y países. Hay quienes no tenían una mala vida en sus lugares de origen y se han dejado llevar por falsas ilusiones, otros han pasado por situaciones traumáticas, han sido víctimas de mafias y han visto cosas que no debían. Cuando llegan aquí se les cae el mundo encima", explica Raúl (nombre ficticio).
Entre las funciones de estos educadores están las rutinas diarias: despertarse, desayunar, lavarse, hacerse las camas, recoger la habitación o llegar a las horas de las comidas, entre otras. Pero también deben enseñar a estos adolescentes a acatar las normas, a organizarse y a resolver sus problemas de convivencia. Además deben acompañar a los menores a sitios fuera del Centro: consultas médicas, urgencias, Fiscalía u otras actividades marcadas en sus agendas.
En el proyecto inicial este edificio estaba diseñado para tener 32 plazas, más tres disponibles de urgencia. Las chicas se ubican en la planta de arriba y los chicos en la de abajo. Actualmente están al doble de esta ocupación, aunque en 2017 llegó a albergar hasta a 135 niños. "Han tenido que quitar estancias y salas de visita y han llenado todo de literas. Donde duermen tres pueden dormir cuatro, o cinco o los que sea, ¡como si están de campamento!" bromea este educador.
Son un cúmulo de circunstancias que hace que sea imposible llegar a todo. Vamos como pollos sin cabeza, no damos a basto.
Alicia también es educadora, narra cuál es la situación: "Se abrieron 38 plazas en el Centro de Primera Acogida Isabel Clara Eugenia - que es para niños de 0 a 14 años-, nos han dejado la planta de arriba. También han abierto algunas en Casa de Campo, en total son 90 plazas, pero son provisionales, sólo un apaño. Para hacerte una idea ayer por ejemplo, estábamos por la tarde siete educadores pero había uno en Fiscalía, otro en el hospital con un niño ingresado y otra compañera con otro en urgencias. La ratio es de un educador para cada 15 o 16 niños, más del doble que en la mayoría de las comunidades autónomas. ¡Y ya no te quiero ni contar cuando hay algún niño con trastorno de conducta que requiere más atención!"
"La mayor parte de estos menores asiste a clases de forma regular y hace lo que buenamente puede. Los profesores de la consejería de Educación tuvieron que sacarse un tercer aula de la manga con su imaginación, para poder crear otro grupo y tener distintos niveles. Algunos han avanzado mucho. Además, estos chavales hacen mucho deporte: baloncesto, fútbol, badminton,voleiball en el patio de atrás. Hace unos días un grupo de chicos salió con dos educadoras al Rayo Vallecano, a un partido de fútbol, en Metro, con su merienda. Todo fue correcto y en orden, como es lo habitual", relata este profesional. "Pero también es verdad que tenemos más niños de los que hay que tener. Nos piden que hagamos informes de cada uno, de forma individual y eso es casi imposible. También debemos hacer extractos de cómo van avanzando y algunos aprenden mucho, pero otros se acomodan y cómo tenemos mediadores que traducen no se esfuerzan. Son un cúmulo de circunstancias que hace que sea imposible llegar a todo. Vamos como pollos sin cabeza, no damos a basto. El día que salen tres educadores estamos perdidos. Últimamente tenemos además muchas bajas. Han caído las torres más altas, que no quieren ni oir la palabra Hortaleza", asevera.
Por eso estos educadores se sienten molestos ante las imágenes que ha publicado en exclusiva NIUS, en las que puede verse a una decena inhalando pegamento en el Parque Isabel Clara Eugenia o a otro grupo de menores infractores que comete pequeños hurtos o roba a los viadantes. "Siempre hay algunos chicos con consumo, pueden ser dos o cinco, pero no son ni el 10% del total. Estos chicos necesitan es ayuda y debe ser voluntaria. Si los educadores detectamos que en un tiempo tienen hábitos de consumo de tóxicos o problemas de conducta, hablamos con ellos, les explicamos que eso es malo para su salud e intentamos que paren. No podemos retenerles por la fuerza", cuenta Raúl.
Detrás de esas bolsas de disolvente hay historias de niños que han sufrido un duelo migratorio y tienen estrés postraumático. Vienen muy dañados y han sufrido muchos abusos.
"Detrás de esas bolsas de disolvente hay historias de niños que han sufrido un duelo migratorio y tienen estrés postraumático. Vienen muy dañados y han sufrido muchos abusos. Deben sobrevivir como adultos y se exponen a riesgos tremendos. Es muy triste que se enganchen al pegamento y acaben siendo estigmatizados cuando son víctimas de un sistema que deja abandonados estos centros y no protege a estos pequeños", aclara Alicia.
Cuando detectan estos casos deben escribir un informe para pedir que estos menores sean derivados a otros centros, con propuestas concretas. Se ha abierto un nuevo centro para que ingresen estos chicos con tóxicos asociados y los menores infractores ingresan en centros de internamiento. Pero hacen falta más recursos específicos adecuados a estas necesidades y pisos de acogida donde puedan ser atendidos de forma individualizada.
Buscando soluciones
"Estos niños están solos y necesitan ayuda cuanto antes, no puedes dejar pasar meses o años. Es una lástima ver cómo este Centro que ha ganado premios a la calidad educativa está abandonado. Por muchas ganas que tú tengas de trabajar,por mucho empeño que le pongas, si a tí te meten tantos niños no puedes trabajar con como si hubiera 20. Se está intentando retomar el proyecto educativo y la atención individualizada, también que haya más talleres y cosas que hacer", Alicia.
Estos trabajadores critican la falta de coordinación entre la Gerencia de la Agencia Madrileña de Ayuda ocial (AMAS), que se encarga de la contratacion del personal y la Direccion General de Familia y el Menor, encargada de buscar estos recursos. "Los ayuntamientos de nuestra comunidad autónoma no colaboran. Lucharon para crear un nuevo centro en Madrid y cuando se ha intentado, se han presentado planes urbanísticos y otras excusas para que no salgan adelante. Además, nos empeñamos en que estos niños se queden en la Comunidad de Madrid, cuando en otras sí que hay plazas disponibles ", afirma Raúl.
Por otro lado, aseguran que la Fiscalía prolonga demasiado los trámites y mantiene a decenas de menores pendientes de decreto. "Los chicos nos preguntan y no sabemos qué decirles. No les tutelan, los plazos administrativos y legales se estancan, el chico ve que no avanza y se desmotiva. No podemos tenerles ahí retenidos indefinidamente", señala Raúl.
Técnicos de la administración, académicos, colegios profesionales, educadores sociales, trabajadores sociales, integradores sociales y psicólogos en activo, de diferentes comunidades autónomas de España y Marruecos han escrito un documento con 50 propuestas dirigidas al Gobierno para mejorar la situación de estos menores extranjeros no acompañados. Entre otras: la prevención en origen, durante el tránsito, la acogida en centros de protección, la mayoría de edad o el retorno con garantías para los que quieren regresar a sus países.
Algunos de estos menores acaban cumpliendo los 18 años y deben abandonar el Centro de Primera Acogida de Hortaleza. Como Muhammad, otro tangerino que a mediados de enero alcanzó la mayoría de edad: "me han dejado en la calle, sin papeles, me he tenido que ir a una casa ocupa en Carabanchel con otros chavales. Me busco la vida como puedo, siempre con miedo de que venga la Policía y me detenga", asegura. Desde que salió del centro acude muchas tardes a este barrio para estar con sus amigos. También pasa horas en las paradas de autobuses intentando coger la señal del wifi para hablar con su familia del otro lado del Estrecho.
Raúl sabe bien a lo que Muhammad se refiere: "Yo he acompañado a algunos a Atocha al autobús que les lleva hasta el albergue de la campaña contra el frío. Se te cae el alma a los pies. Cuando ves que se sube piensas que al menos no dormirá esa noche al raso. ¿Y la siguiente qué?. Sólo algunos se quedan en el camino, prácticamente todos acaban saliendo adelante. La mayoría no tienen causas y consiguen la documentación. Aprenden rápido castellano, son escolarizados y hacen cursos laborales. Luego se van vivir a pequeñas residencias o pisos de acogida concertados con fundaciones, y al final encuentran trabajo y se integran como cualquier niño".
Los vecinos del barrio de Hortaleza también se están movilizando ante la respuesta de la sociedad frente a los menores extranjeros no acompados y el Centro de Primera Acogida. Algunos se muestran en contra pero también hay muchos que llevan ropa a los niños o intentan constituirse como asociación para ayudarles. Incluso hay quienes acompañan a los que cumplen 18 años a los albergues municipales o llegan a acogerles dentro de sus propias casas.