"Si me dan a elegir entre que me gobierne alguno de los 100 políticos de mayor nivel o las 100 personas que aparezcan en un mitin de Vox, me quedaría con estos". Lo dice Steve Bannon en una entrevista en El PaísSteve Bannon El País, donde deja algunas perlas: los partidos aburridos de centro no ganan, las élites no tienen soluciones y tratan a los demás como idiotas. Lo dice el cerebro de la campaña de Trump, el hombre que considera que el futuro son Salvini y Orbán, el hombre que ha estudiado en Harvard, que es millonario y que sabe lo que es estar en la sala de guerra del Pentágono y el Goldman Sachs. Se prepara una revolución, y las fake news son un arma de destrucción masiva. Veamos.
Una gran mayoría de lectores de internet comparte enlaces sin leer las noticias, el 59% ni siquiera los abre, el titular manda. Qué responsabilidad en el todo vale tienen las redes sociales, los medios y los propios ciudadanos, que solo buscan aquello con lo que están de acuerdo. La pregunta es tan vital como el hecho de que el lenguaje, otro arma, se manipule de forma constante. Lo vemos en la crisis catalana: derecho a decidir en vez de separatismo, desconexión en vez de ruptura, soberanismo en vez de independentismo...
¿Estamos viviendo una guerra mundial encubierta en Internet? No lo cree David Alandete, pese a que ha escrito un libro de plena actualidad: 'Fake News, la nueva arma de destrucción masiva', editorial Deusto (de la que tomamos el título para este artículo, porque es certero), que podría indicar lo contrario. En él se habla de la guerra híbrida librada en Ucrania, con soldados que no estaban vestidos de soldados ni llevaban bandera, del Brexit, del auge de los populismos, del triunfo de Trump...
Pese a todo, Alandete no cree que estemos ante una guerra mundial encubierta. "Lo que estamos viendo es, más bien, una nueva Guerra Fría con más de dos polos. Como en la Guerra Fría del siglo XX muchas de las operaciones no quedan expuestas a simple vista. Son ciberataques, operaciones de desinformación, y hackeos de los que en muchas ocasiones ni siquiera somos conscientes. En este caso, se trata de una guerra híbrida, que mezcla operaciones convencionales como las que vemos en escenarios como Ucrania o Siria, con ciberataques y campañas de noticias falsas. Es curioso que a EE.UU, país donde se inventó Internet, este escenario le haya sorprendido con el paso cambiado, y se enfrente a competidores como Rusia o China mucho más avanzados en estas operaciones".
Sí considera Alandete que el lenguaje puede ser un arma letal. "Se habla de "realidad alternativa” o “periodismo ciudadano”, sin que esas palabras signifiquen nada más que una voluntad de informar sin atenerse a los rigores del periodismo. Es una pena, porque cuando un periodista emplea los términos reales, le tachan de mentiroso o fascista. Esa es, por cierto, otra palabra a la que han vaciado de sentido, “fascista”.
Javier Jarauta, profesor de Ciberseguridad en Comillas ICAI lo tiene claro. "Estamos ante una ciberguerra mundial bajo cuerda de la que no escapa el ciberespacio". Todo puede verse afectado, desde infraestructuras hasta la política. En este sentido, el experto considera que "las fake news son fáciles de generar, pero difíciles de detectar".
El ejército, en su opinión, son los analistas en ciberataques, el uso de inteligencia artificial y no se puede olvidar que es más costosa la defensa que el ataque en esta guerra, donde "el crimen organizado ofrece sus servicios" al mejor postor. Y los ataques se producen cuando el enemigo es más vulnerable: elecciones, black friday... Al menos Jarauta da un respiro: "España tiene un gran nivel en hackers".
La realidad no desmiente las predicciones apocalípticas de Jarauta. En el mundo de hoy podemos encontrar personajes como Assange, que ha pasado de ser héroe a villano. Alandete, que conoce bien al personaje, tiene claro que "empezó defendiendo la transparencia, pero cometió un gran error: renegar de los métodos que durante siglos han hecho de la prensa un pilar fundamental de la democracia. La prensa tiene unos hábitos y unos usos necesarios para exponer abusos de poder y proteger a quienes los sufren. Después de publicar los cables de la diplomacia norteamericana, Assange decidió que publicaría una segunda entrega, sobre la guerra de Afganistán, sin esperar a que los medios hicieran sus minuciosas comprobaciones".
En esta batalla Rusia quiere tomar la delantera, aunque nadie habla de China, con más recursos y discreción. Y sí, una vez más los políticos intentar usarla a su favor. Como destaca Alandete, "un grave problema es que los políticos, que siempre han tratado de controlar a los medios, han encontrado una forma de competir con ellos. ¿Qué necesidad tienen hoy políticos como Santiago Abascal, Jair Bolsonaro o Donald Trump de dar entrevistas si tienen más seguidores en redes sociales que esos propios medios? De ahí la acusación de que los medios somos quienes fabricamos fake news, cuanto más débiles seamos, mejor les irá a ellos". Tampoco los medios salimos indemnes de esta batalla. La dictadura del clic es la paradoja de que cuando el periodismo es más necesario está más indefenso.
Carlos Rico, politólogo y profesor en Comillas CIHS, considera otro de los elementos que ha provocado la irrupción de las fake news, que no es otro que las emociones. "La carga emocional impera en el debate político de hoy. En España se habla de fascistas, xenófobos, romper el país... el gran recurso de hoy es desacreditar al adversario. Pero los ciudadanos no son inocentes, porque son más sectarios hoy, y esa forma de hacer política es más permeable, llega", destaca el experto.
"Así que oímos y damos credibilidad a lo que confirma nuestros prejuicios, somos agentes de difusión de noticias falsas, la gente demanda política entretenida porque llega a casa y no tiene ganas de más. Por eso las tertulias políticas han copiado un programa de éxito como Sálvame". Rico da una clave, "bulos hubo siempre pero nunca contagiaron a tanta gente. Se prefiere la mentira al debate, porque con el otro no se dialoga". Y así, aupadas por todos, las fake news se han convertido en una epidemia, en un virus, para el que hoy nadie tiene antídoto real.