Desde pequeños lo escuchamos en la escuela y en nuestros hogares. "Hay que esforzarse, estudiar mucho, porque solo así conseguiremos un buen trabajo el día de mañana". Nos educan en la llamada cultura de la meritocracia. Nos repiten hasta la saciedad que nuestros logros económicos van a depender únicamente de lo que consigamos por nosotros mismos.
Ahora un estudio viene a echar por tierra esta teoría. "Hay una narrativa muy establecida de que con esfuerzo puedes conseguir lo que quieras, pero es falso, nosotros lo que hemos encontrado es que en España no ocurre así. El 44% por ciento de las diferencias de renta en nuestro país son explicables directamente por desigualdades de origen, por factores que nada tienen que ver con lo que uno haga en la vida, sino que vienen determinados. No se eligen, ni se pueden evitar" explica a NIUS Pedro Salas-Rojo, uno de los artífices del estudio, investigador de la Universidad Complutense de Madrid (ICAE) y de EQUALITAS. "Eso no quiere decir que en el resto de casos, en el 56%, el nivel de renta que tengas dependa solo de ti, de tu esfuerzo. Se trata de un residuo en el que entran muchos factores más difíciles de determinar, incluida la suerte", añade el investigador.
"Lo novedoso de este estudio es que hemos podido precisar, con las variables que controlamos, ese mínimo del 44% de la población -que probablemente sea mayor- para el que las ventajas y desventajas familiares y el entorno en el que han crecido han determinado con claridad el éxito o el fracaso económico que han alcanzado en su vida adulta", asegura.
Esta investigación viene a establecer los límites del ascenso social. "Lo que mostramos es que ese ascensor social está bastante averiado, porque que llegue arriba depende de muchísimos más factores que nada tienen que ver con nuestro propio esfuerzo", recalca Salas-Rojo. "A nivel global, a nivel social, lo que realmente determina nuestro éxito económico es sin duda el lugar de partida, el punto de origen".
El estudio parte de la encuesta Desigualdad social y Movilidad Social en España. "Es un cuestionario muy grande que tiene muchísimas preguntas de su nivel de renta, de factores socieconómicos, de educación, etc y nosotros simplemente hemos recibido los datos y los hemos analizado", explica el experto.
Ese análisis lo han hecho a cuatro manos dos investigadores de la Universidad Complutenese de Madrid (el propio Pedro Salas-Rojo y Juan Gabriel Rodríguez) y dos de la Universidad de La Laguna en Tenerife (Leopoldo Cabrera y Gustavo A. Marrero).
El resultado lo recoge el artículo Desigualdad de oportunidades. Nuevas visiones a partir de nuevos datos, donde se analiza el peso de los distintos factores que determinan la desigualdad de renta en España. "La educación de los padres, la ocupación del padre, el número de hermanos, el tipo de colegio al que fuiste, las actividades culturales que realizabas con tus padres... Todos estos factores influyen mucho a la hora de obtener mayores o menores ingresos":
Lo resume Salas-Rojo en una frase contundente: "Si tuviera solo una bala, me centraría en la educación", defiende. El fracaso escolar es una realidad muy preocupante. Uno de cada cinco chavales se queda atrás y encontramos, por supuesto, que este fracaso escolar está muy condicionado también por el origen. Se concentra en las clases más bajas. Son los niños de familias poco favorecidas o desfavorecidas los que tienen más probabilidad de abandonar la escuela antes. Esto es algo con lo que hay que acabar. Lo más urgente es cortar el canal de desigualdad educativa, porque a través de él se transmiten con especial fuerza las desigualdades generacionales", defiende.
"La escuela pública no ha sido capaz, hasta ahora, de acabar con el déficit de origen, el de la familia en la que nacemos", explica Salas-Rojo. "Para que lo entendamos todos, los padres que tienen poca formación no pueden ayudar a sus hijos en los estudios, el chaval depende solo de lo que aprenda en clase, parte en desventaja respecto a los hijos de familias donde los progenitores sí tienen formación y pueden ayudarles", argumenta.
¿Cómo se podría acabar con esta brecha educativa que luego se transforma en brecha económica?, preguntamos a Salas-Rojo. "Reduciendo los ratios, dando una atención más personalizada a los chavales, proporcionándoles clases de apoyo gratuitas, impidiendo o dificultando que repitan, porque repetir curso tiene un coste psicológico muy fuerte, los chavales pierden su grupo de referencia, se crea un cierto estigma social...", asegura el investigador. "En definitiva realizando una mayor inversión en la escuela pública para que no exista tanta diferencia con la privada o la concertada", concluye.