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"Mi primer brote fue a los 17 años durante el servicio militar. Me dio un ataque de ira y lo destrocé todo. Rompí la enfermería entera", cuenta JJ. Él es un madrileño de 51 años que tiene esquizofrenia, está medicado y ahora vive una vida casi normal. Pero le ha costado mucho llegar hasta aquí. En ese primer brote le diagnosticaron psicosis endógena pero no hizo caso.
En su casa, en su familia, no notaron nada en ese momento porque JJ no volvió a tener otro brote hasta los 23 años. A partir de ahí sus ataques de ira fueron más constantes, y su familia empezó a notar cosas raras. Decidieron llevarle al psiquiatra e intentaron ingresarle en un centro, pero no lo consiguieron. JJ no asumía que tenía una enfermedad mental y que la única solución era medicarse y asumirlo. "Dejaba de tomar las medicinas, yo creía que estaba bien. No me acordaba de muchos de los brotes que me daban. Y eso es muy difícil para un chico tan joven. Mi familia no sabía cómo actuar, no sabían qué hacer para que yo tomara conciencia", asegura.
"Es como el que se tiene que tomar una pastilla para la tensión todos los días, pero yo no quería", cuenta JJ. Su calvario ha durado muchos años. Ha estado 35 veces ingresado en el Hospital Gregorio Marañon de Madrid hasta que poco a poco y con ayuda ha ido dándose cuenta de lo que le ocurría.
"Los ingresos en el hospital son muy duros. Te privan de tu libertad, soportar los efectos secundarios de la medicación, que en mi caso es la obesidad. Ahora peso 117 kilos y entré en el centro con 85, eso me hacía no tener ningunas ganas de tomar las pastillas", cuenta JJ.
"He sufrido muchos insultos, me han llamado loco, tarado, estúpido... y yo no soy nada de eso, solo tengo esquizofrenia", el estigma de la enfermedad no le ha ayudado a afrontarlo cuenta JJ. Para Juan Jesús Muñoz, psicólogo clínico y coordinador de rehabilitación del área de Salud Mental del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, la normalización es la mejor forma de luchar contra el estigma de la enfermedad mental.
Para ello hay que hablar de la enfermedad mental. "Es muy importante decir 'tiene hipertensión' y 'tiene una enfermedad mental', pero siempre se suele decir 'es enfermo mental, es esquizofrénico", se lamenta Muñoz.
"Ahora he aprendido que si explicas las cosas a tu círculo social, sueles recibir una respuesta favorable, el problema es el desconocimiento absoluto", dice JJ. Tras 13 años en el Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, la buen adaptación al tratamiento ha conseguido una mejora y una estabilidad que le permiten estar en un piso tutelado en el centro. Incluso los responsables se han planteado "darme el alta para que pueda vivir solo", dice satisfecho.
"El mensaje que trasmite JJ es bueno; a pesar de su duro recorrido, hay que educar, que hablar de ellos y decir que de aquí se sale y que llevar una vida normal es posible", dice Muñoz. "Mi familia a pesar de todo lo que les he criticado, les he gritado y de cómo me he comportado, siempre ha estado ahí. A los enfermos mentales les digo: hablar de ello y dejaos ayudar", dice JJ.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 700 millones de personas en todo el mundo sufren este tipo de enfermedades. En España, según la Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud, se calcula que entre el 2,5 y el 3% de la población, alrededor de un millón de personas, tienen un problema de salud mental grave como la esquizofrenia o el trastorno bipolar. Y cerca de nueve millones (un 15%) presentan en algún momento de su vida un problema de salud mental como la ansiedad o la depresión. Estas patologías, además, son la primera causa de discapacidad, según la OMS.