Juan José Fernández González tiene 49 años y está diagnosticado de una esquizofrenia paranoide. El sábado una mujer le sorprendió intentando asfixiar con una almohada a una anciana de 82 años con la que compartía habitación en el Hospital público Fundación de Alcorcón, donde las dos permanecían ingresadas.
La paciente dió la voz de alarma y consiguieron parar al hombre, frustrando sus intenciones. Agentes del Cuerpo Nacional de Policía le detuvieron y pusieron a disposición judicial. Este martes el titular del juzgado de Instrucción número 3 de esta localidad madrileña decretaba su ingreso en prisión provisional comunicada y sin fianza y era enviado a la unidad psiquiátrica del Centro Penitenciario de Navalcarnero, donde permanece en la enfermería, separado del resto de los internos.
No era la primera vez que Juan José hacía algo parecido. En su pasado, otros dos crímenes. Hace 22 años acabó con la vida de Valeriana, una anciana de 83 años, exactamente igual que como fue sorprendido in fragranti este fin de semana. Le enviaron a la enfermería de la cárcel madrileña de Carabanchel, donde dos días después acabó con la vida de otro preso.
El hombre quedó absuelto por estos dos homicidios debido a su enfermedad mental. El juez le aplicó la eximente completa. Aún así pasó 12 años en el Psiquiátrico del Penal de Foncalent, del que salió, supuestamente rehabilitado, hace 12 años. Luego pasó otros dos bajo vigilancia judicial.
El padre de Juan José respondía este miércoles a los medios con resignación. "Queremos estar tranquilos de una vez por todas". En parte él y su esposa se sienten responsables por los delitos de su hijo. Ellos estaban pendientes de su estado psicológico y si seguía el tratamiento que tenía prescrito. Hace un mes le llevaron a urgencias después de que sufriera un brote psicótico.
Juan José llevaba cinco años trabajando en el servicio de lavandería y lencería de una fundación de carácter público. Fue contratado por la empresa Ilunión, especializada en emplear a personas discapacitadas. Pero no solicitaron su certificado de antecedentes penales porque no era personal sanitario ni debía tener contacto directo con los pacientes.
Paloma de la Fuente está indignada. Es la hija de Valeriana: "Cuando nos ocurrió a nosotros pensamos que era espantoso, que eso no podía pasarle a nadie nunca más. En su día luchamos por eso y fuimos a los tribunales. Este hombre no debía estar en la calle ni trabajando, es un peligro, disfruta matando". En 2001 la Audiencia Nacional obligó al Insalud, dependiente del Ministerio de Sanidad, a indemnizarle a ella y a su hermano con 20 millones de pesetas por considerar que el hospital en el que Juan José estranguló a su madre no contó con las medidas necesarias de seguridad.
Valeriana tenía 83 años el 20 de diciembre de 1996. Juan José era un joven de tan solo 27. La anciana estaba ingresada en el Hospital madrileño Clínica San Carlos. A las seis de la mañana el joven subió a la cuarta planta y entró en su habitación. La mujer fue encontrada muerta. Le habían estrangulado.
Paloma recuerda aquel día a la perfección. "Me dijeron que a mi madre le habían asesinado yo pensaba que en mi vida esto no podía suceder. Este señor le mató atándole un cinturón en el cuello y ¡encima tuvo la desfachatez de decir que ese cinturón le daba suerte!". También recuerda lo que ocurrió después. "En el Anatómico Forense me dijeron que si me hubiese quedado allí también me hubiese matado a mi, aunque realmente su perfil es el de una persona indefensa, señoras de 82 años, como mi madre".
Aquel asesinato cambió para siempre la vida de Paloma, que durante mucho tiempo ha tenido pesadillas. "Yo me levantaba cada día con la mano en el cuello por temor de que alguien me pusiera un cinturón. Mi vida se volvió realmente truculenta". Poco a poco consiguió salir adelante, con un con un propósito de cara al futuro: que a nadie volviera a ocurrirle algo parecido.
Pero Juan José quedó absuelto por eximente total por trastorno mental. Le ingresaron en un centro psiquiátrico aunque el juez determinó que no debía ser por un período superior a los 20 años. Pero Paloma indagó en su vida y se enteró de que al menos había intentado matar a otras tres personas. "La primera una anciana en un hospital; el segundo un chico con el que jugaba al fútbol y al que intentó golpear con una barra de hierro y hubo una tercera", dice con indignación."Ninguna de estas personas lo denunció. Nosotros fuimos hasta Las Rozas, donde sabíamos que vivía el chico para enterarnos de todo. Seguramente ahora alguien más diga que ha intentado cargárselo. El que disfruta matando lo hace porque le gusta. ¿Cómo es que lo haya vuelto a repetir si no?"
Juan José Carrasco es el psiquiatra que elaboró el primer informe de este asesino, después de que fuera detenido por el asesinato de Valeriana. "Le diagnostiqué una esquizofrenia paranoide. Pero estos enfermos no tienen por qué ser peligrosos, ni tener riesgos si siguen la medicación, incluso están integrados en actividades laborales protegidas. Sólo un pequeño grupo tienen un potencial peligroso, aunque tampoco suelen ser reincidentes en sus delitos".
Aún así, este doctor le perdió la pista cuando ingresó en el Psiquiátrico de Foncalent y no realizó ningún seguimiento después. "Puedo decir que Juan José había estado ingresado también en la unidad de psiquiatría en la que este sábado intentó matar a una mujer, porque quiso suicidarse."
Juan José pasó una década en el Psiquiátrico del Penal de Foncalent, en Alicante. Trabajaba en el economato, en el módulo tres. "Era un interno ejemplar. Tenía buen comportamiento y tomaba la medicación que le habían prescrito. Participaba en todas las actividades y en salidas terapéuticas, aunque lo que más le gustaba era jugar al fútbol." Nos lo cuenta un trabajador penitenciario que le conocía bien.
Sus familiares acudían a visitarle habitualmente. Por eso obtuvo una significativa reducción y salió del centro mucho antes de lo previsto, tal y como ocurrió con Noelia de Mingo. Aún así los funcionarios aseguran que "no se le notaba que estuviera enfermo pero de vez en cuando le daban brotes y decía que escuchaba voces que le pedían que matase a alguien."
Juan José Fernández González llevaba 12 años en la calle, disfrutando de su libertad. Desde hacía cinco trabajaba en el servicio de lavandería y lencería del Hospital Fundación de Alcorcón. Había sido contratado por la empresa Ilunion, que no le pidió el certificado de antecedentes penales, tal y como anunciaba este martes el consejero. No se trataba de personal sanitario ni debía estar en contacto directo con los pacientes. Por eso no era necesario.
Este Centro Especial se presenta como un "modelo empresarial único, cuyo objetivo final es el de generar empleo de calidad para las personas con discapacidad." Está abriéndose hueco en un amplio mercado por rebajar considerablemente los precios, aunque ha sido criticado por su ambigua regulación.