El pasado 24 de febrero, el día que Rusia decidió invadir Ucrania, la vida de Alejandra Suárez Barcala (Madrid, 1975) volvió a agitarse. Regresaron los viejos fantasmas relacionados con su padre, un diplomático ruso, espía de la CIA, que desafió como pocos al régimen soviético.
La historia de esta bióloga afincada en Tenerife bien podría ser el guion de una buena película de espías y Alejandra no resta importancia a la amenaza. Sabe que "Putin no olvida ni perdona a los traidores" y, precisamente por eso, tiene miedo. "Más que por mí, por mi marido o mis dos hijos", asegura. Ella, considera, es "la prueba viviente de que el Kremlin ha mentido y sigue mintiendo a su pueblo". Por ello, no calla y cuenta la verdad, siguiendo y "honrando" el ejemplo de su progenitor.
En realidad Alejandra no supo quién fue su verdadero padre hasta los 13 años. Durante su infancia, para protegerla, su madre le mintió. Le contaba que era un matemático alemán muerto en un accidente de tráfico; pero llegó la adolescencia y Alejandra empezó a ser consciente de que había contradicciones en la versión de su madre. Al final, le confesó la verdad.
Una historia "súper censurada" que Alejandra fue descubriendo poco a poco a lo largo de los años. Al principio, cuando su madre le empezó a contar que su padre había sido un importante espía, pensó que la mujer había perdido la cabeza. "Ni tan siquiera me dijo cuál era su apellido, lo tuve que descubrir rebuscando en los cajones y viendo las fotos y su tarjeta de diplomático", relata. Una búsqueda y una historia "súper emocionantes" que Alejandra decidió que vieran la luz en un libro. Nombre en clave: Trigon. La radiografía "más certera" de la figura de Aleksandr Ogorodnik, que "poco o nada" tiene que ver con la imagen que se da de él en Rusia, explica.
Según Alejandra, en las publicaciones soviéticas se dibuja a su padre como un ser pusilánime, mujeriego y alcohólico que fue engañado por una mujer, su madre, para entrar a formar parte de la CIA y traicionar a su pueblo. "Rusia considera a mi padre un traidor, pero hay que ser conscientes de que lo que hizo mi padre fue traicionar a la URSS", reconoce Alejandra. Aunque, asegura, él lo hizo de forma consciente, convencido de que podría mejorar las cosas, pasando información muy relevante a la Casa Blanca de cables diplomáticos secretos soviéticos.
Tal y como cuenta Alejandra a NIUS, su madre no trabajó nunca para la CIA. Ella, enferma hoy de Alzheimer, era una "guapa española de familia humilde" que había viajado a Colombia para ganarse la vida. Allí, en 1973, conoció a Aleksandr Ogorodnik, un rico y culto economista ruso que hablaba siete idiomas y que trabajaba como diplomático en la embajada de Rusia en Bogotá. La suya fue una historia de amor breve, intensa e intermitente de poco más de dos años que en 1975 dio como fruto el nacimiento de Alejandra en Madrid.
Después de ser "fichado" por la CIA en Colombia, Aleksandr Ogorodnik regresó a Moscú. Según explica su hija, "arriesgó su vida volviendo porque quería cambiar las cosas", pero fue descubierto en 1977, cuando ella a penas tenía dos años. Aleksandr no permitió que le torturasen para sacar información. Se tomó una cápsula de cianuro que los servicios secretos de Estados Unidos le habían hecho llegar camuflada en una pluma estilográfica.
Hoy parte de sus secretos están en las memorias escritas por Aleksandr y que su hija Alejandra está dispuesta a publicar, "pese a quien pese", como segunda parte de su libro. Se trata de una historia "preciosa" en la que el espía cuenta su decepción con el régimen soviético, "con unos sólidos argumentos sobre su conversión de comunista convencido a tremendamente decepcionado", avanza su hija.
"Mi intención no es desafiar al Kremlin, pero voy a seguir el legado de mi padre, no voy a mentir ni dejar de contar mi verdad por miedo; y la verdad es que el Gobierno ruso miente", sostiene. "Tal y como me explicó un ex agente de la KGB, yo soy la prueba viviente de que los rusos llevan toda la vida mintiendo a su pueblo, porque se decía que entre mis padres no había existido amor". La historia de su padre, denuncia Alejandra, ha sido utilizada por Putin "como arma a su favor, como siempre hace, para convencer a la gente o engañar a su pueblo de lo malo que es Occidente".
Pero para Alejandra, su padre fue un héroe. "Esto no se trata de vender libros, sino de rendir homenaje a mi padre", explica. Por ello, su principal objetivo es lograr, algún día, visitar su tumba en Moscú y conocer a su familia rusa, algo que todavía "puede ser muy peligroso porque Putin no perdona y sabemos que es capaz de cualquier cosa", advierte. El otro objetivo de Alejandra es conseguir que, a pesar de que ya se han escrito varios libros sobre él, el mundo reconozca "el verdadero e importante" papel que su padre, Aleksandr Ogorodnik, jugó durante la Guerra Fría. Una contienda que, "aunque el mundo no sea consciente -asegura a NIUS- no ha terminado". "Desde el momento en el que sigue habiendo dos bandos y mientras un señor continúa amenazando con armas nucleares, debemos ser conscientes de que la Guerra Fría no ha concluido", subraya la española hija del espía ruso que, a pesar del miedo, no duda en enfrentarse a la versión del Kremlin.