Una vez que la curva de contagios y víctimas mortales por el coronavirus empieza a caer, las autoridades sanitarias se preparan para otro escenario mientras surgen propuestas para relajar el confinamiento y retomar la normalidad en una desescalada progresiva. Según recoge 'El Comercio', ante la amenaza de un segundo repunte, como ha sucedido en otros países, Margarita del Val, experta en Inmunología Viral del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), repasa las acciones que podrían repetir los escenarios de emergencia.
"Lo más grave sería no aprender de toda la experiencia de la fase de escalada. Lo que determina la incidencia es la disponibilidad de carne fresca, gente que no ha visto el virus y se puede contagiar. De eso hay todavía mucho", afirma esta investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.
La escurridiza precisión de las cifras obliga a la cautela, sobre todo cuando se han recogido en las comunidades autónomas con distintos protocolos. "Los datos no son fiables", mantiene Del Val. "Por otra parte, se dice que la incidencia bajará en verano y volverá en otoño, pero eso no se sabe con este virus. En otros países ha aparecido al final del verano, como en Argentina. El virus de 1918 tuvo una segunda oleada en agosto, sin importar el hemisferio, y este coronavirus repuntó en Hong Kong a las tres semanas. No nos podemos confiar".
Para despejar el desconocimiento de lo que produce el COVID-19 en los niños se requieren minuciosos estudios, de los que todavía no se disponen. "¿Cómo de contagiosos son los pequeños?, ¿cuáles enferman grave y por qué?, ¿son portadores?, ¿han pasado la enfermedad?", interroga Del Val. "Si los niños salen y se reanudan las clases sería un grave error. Antes se deben hacer estudios de prevalencia de anticuerpos. Y si salen los niños, qué haces con los jóvenes, de los que sí se tiene evidencia que son contagiadores natos".
Lo mejor sigue siendo teletrabajar. "Se podría permitir la vuelta al trabajo de los que se sabe que están inmunes, pero seguramente cuando haya datos se verá que el número es bajo. Como no existen estudios para saber quiénes han pasado la enfermedad hay que mantener el teletrabajo, que se ha visto que es eficaz", dice Del Val. La forma remota del empleo también evita la movilidad dentro de las ciudades y el uso de transportes públicos, en los que sería imposible mantener la distancia social si se incrementaran sus usuarios.
Crece la preocupación por el uso de la tecnología para realizar un trazado de contactos de cada persona a través de sus móviles, sin que exista un mensaje claro por parte de las autoridades sanitarias sobre su importancia. "Deberían convencernos de instalar la aplicación en nuestros móviles", manifiesta Del Val, que recuerda que en el CSIC se desarrolla una 'app' para registrar los contactos respetando la normativa europea de privacidad.
Las mascarillas todavía seguirán siendo escasas durante semanas, y deben reservarse para quienes están en contacto con personas de alto riesgo frente al COVID-19. "Lo ideal es que haya mascarillas para todos, pero son de usar y tirar, y no hay suficientes para 47 millones de personas", reconoce Del Val. Por eso, cree que "deben reservarse para los colectivos más expuestos, como sanitarios, militares, farmacéuticos y personal de tiendas".
La regla del distanciamiento social para mantener una separación de un par de metros en las interacciones sociales ha llegado para quedarse. También se deben mantener las prohibiciones a los eventos multitudinarios, como competiciones deportivas o espectáculos, al menos de forma "indefinida".
Abrir el confinamiento de manera uniforme para todo el territorio nacional sería otro error que podría producir un nuevo pico del coronavirus, sobre todo con la llegada del verano. "El confinamiento es local y así debe proseguir. Se podría levantar a nivel de municipios, pero mantener el confinamientos a los que tienen aún muchos casos", apunta Del Val.
El análisis y la unificación de datos, junto con la expansión de la muestra en distintos colectivos para determinar la proporción de infectados y los efectos del virus, es imprescindible para "saber cómo operar", sostiene Del Val. "También hay que potenciar la investigación de los tratamientos con ensayos clínicos, porque en la fase más dura los médicos han intentado salvar vidas con lo que estaba a su alcance, pero no se hizo de manera controlada. Un fármaco experimental puede ayudar, no hacer nada o incluso dañar, aunque si es un tratamiento para otra dolencia es probable que sea seguro. Sin embargo, hay que darle tiempo a la investigación con ensayos ciegos", explica.