Vivimos en la cultura del ego, de los seguidores en redes, de los 'like', de la apariencia. ¿Han logrado los farsantes y bravucones copar el espacio del éxito en esta sociedad? Lo vemos en todos los ámbitos. Maluma llora cuando logra su avión privado y lo exhibe en las redes, Floyd 'Money' Mayweather usa sus redes sociales y youtube para mostrar al mundo lo rico que es, Cristiano Ronaldo se enfada ante todo un estadio porque en su lugar entra un compañero y ni siquiera acaba de ver el partido. Se va a casa.
¿Ha perdido la batalla la humildad en una sociedad que solo premia el éxito? El efecto tiene su impacto en el mundo de la política, liderada ahora por gente sin palabra, sin valores, sin criterio, aplaudida a rabiar por los suyos y odiada por el resto: simples veletas que cambia sus convicciones al calor de las encuestas o de lo que le piden los suyos.
Y como no podía ser de otra forma esta falta de humildad y de convicciones está deteriorando nuestro sistema político e impactando en una sociedad cuya frustración acaba en el suicidio. La ética y la humildad se están convirtiendo en armas de supervivencia. Y sí, aunque este artículo le parezca tedioso o pasado de moda, los psicólogos han comprendido también que sin humildad nos va peor. Otra cosa es enseñarla o aprenderla.
Ante este desolador panorama un estudio elaborado por el Journal of Psychology and Theology ha captado la atención de dos cabeceras de información tan poderosas como The New York Times y The Wall Street Journal. Ambas hablan de la humildad hoy. En la era del fake news, no es casualidad que virtudes como esta, que permite conocer las limitaciones de uno mismo y escuchar al otro vuelvan a ser un valor. ¿Es ajena esta ola de extremismo y odio en Europa a la pérdida de la humildad?
The Wall Street Journal lanza la primera piedra y pone en valor la humildad. Para este medio de referencia, precisamente para los menos humildes, los líderes con este valor "inspiran trabajo en equipo, aprendizaje rápido y alto rendimiento". Es lo que señala la biblia del mundo económico, que también tiene parte de culpa de lo que sucede hoy -pocos focos sociales tan egocéntricos y faltos de humildad como Wall Street-. El medio lo llama, como señalaron los autores Kibeom Lee y Michael Ashton, el factor H, o lo que es lo mismo, la capacidad de identificar rasgos de la personalidad que incluyan "sinceridad, modestia, imparcialidad, veracidad y sencillez" es todo un valor. Y eso se empieza a valorar más en todos los ámbitos (relaciones, entrevistas de trabajo, amistades...).
Para muchos, la humildad puede parecer una virtud pasada de moda más ahora en la era de Instagram y de Twitter. Sí, sí, al preguntar a la gente si le gustan las personas humildes dirán que sí, cómo no, pero en una sociedad donde el individualismo prima, y llevar la razón es un tótem, aguantar a una persona humilde puede ser todo un reto.
Elizabeth Krumrei Mancuso de la Universidad Pepperdine quiso ir más allá y evaluar algo tan complejo como la humildad. Evaluó a un grupo de voluntarios para saber hasta dónde llegaba su humildad intelectual. Porque claro, ¿somos ahora capaces de ceder en el terreno político y social y entender las posturas contrarias a la nuestra? Si analizamos nuestro propio país nos daremos cuenta de que no.
La experta descubrió que este tipo de humildad no estaba relacionada con el coeficiente intelectual ni la afiliación política, sino que estaba bastante relacionado con la curiosidad, la reflexión y la apertura de mente. Y una de las frases que más se encontró a lo largo del estudio fue esta: “Me siento menospreciado cuando otros discrepan conmigo en temas que son importantes para mí” y “La mayoría de las veces, otros tienen más cosas que aprender de mí que yo de ellos”. Tal vez por eso ahora en universidades punteras del mundo, debatir ideas es un peligro y hay libros que se intentan prohibir, como 'Matar a un ruiseñor'. Porque nos ofende.
El estudio arroja algunas conclusiones más. Las personas humildes son menos agresivas, más tolerantes, y se cuestionan más todo. No solo eso. Ser humilde potencia las relaciones estables, mejora las parejas y hace que la gente con esta cualidad tenga una mejor salud mental. Una de las claves es que sabe perdonarse a sí misma y a los demás. Pero no todo es bueno, un grado de humildad extremo puede esconder baja autoestima, desconfianza y retraimiento social. Los estudios, pese a todo, reflejan que un 15% de los adultos analizados tienen altas dosis de humildad. Hay esperanza.
Daryl Van Tongeren, psicólogo del Hope College de Míchigan está esperanzado porque cree que la humildad empieza a ser considerada ya una disciplina digna de estudio para tratar trastornos psicológicos, ansiedades y egocentrismos. El objetivo, aunque parezca loco, es que la humildad se puede aprender. El auge de la psicología positiva lo demuestra. La pregunta es ¿es este un mundo demasiado loco y egocéntrico como tener el arrojo de ser humilde?