Un coche fúnebre ha aparecido con los restos mortales de Amiel e Ixchel, los niños de tres y cinco meses presuntamente asesinados por sus padres hace poco más de una semana. El ambiente ha sido estrictamente privado, de hecho, los familiares hay amigos han rodeado en todo momento los actos. Discrección e intimidad han sido las claves. Un cordón policial ha logrado que solo familiares y allegados entraran en el Camposanto.
Los féretros de los pequeños, de color blanco, impresionaban. Muchos abrazos, llanto y pena entre los que han visto cómo la vida de los dos pequeños se ha acabado de forma trágica y presuntamente a manos de quienes tenían que protegerlos.
La Policía local de Rocafort ha puesto incluso vayas y precintos en la zona para evitar aglomeraciones. La abuela materna, que intentó por todos los medios quedarse con la custodia de los pequeños porque veía la deriva de sus padres, está destrozada. De hecho, hay tres psicólogos de servicios sociales prestando ayuda a la abuela y los familiares de los niños en este momento tan duro. Los servicios sociales ya han entonado el mea culpa. Los padres, en la cárcel, se resisten a hacerlo.