Mark Adkinson y Rosa M. Costoya llegaron al mundo inmobiliario por casualidad hace 15 años. Tras renovar la casa en la que actualmente viven en Rábade, Lugo, la pareja decidió aprovechar su experiencia para montar un negocio familiar: Galician Contry Homes.
La pareja vende palacios, casas rústicas y rurales e incluso aldeas. Según publicó la revista Fortune, cuentan con unas 400 de las más de 2.000 que hay en la Galicia rural. Su negocio va más allá de la compraventa de inmuebles, sino que se encargan de que el propietario elegido tenga un buen proyecto para el lugar.
En concreto, Galician Country Homes rastrea los lugares de Galicia en los que hay inmuebles abandonados. Después contacta con los propietarios, lo cual a veces puede llegar a ser una odisea al ser muchos, y selecciona al mejor comprador para el lugar. Su objetivo es claro: recuperar la población del lugar, así como enseñar la cultura gallega.
“Nuestro objetivo es regalar una vida feliz más natural y sana a nuestros clientes, que encuentren aquella propiedad que de verdad satisfaga sus gustos y les acerque a sus sueños. Por eso, seleccionamos tanto nuestras casas, ofrecemos casas rústicas en lugares paradisíacos de Galicia y ayuda con su posterior restauración”, afirma Adkinson en la página web.
Sus clientes provienen de todas las partes del mundo y tienen propósitos muy distintos. Aunque cuentan con españoles, el 80% de los que se deciden a comprar son extranjeros. Al principio abundaban los escandinavos, pero cada vez hay más centroeuropeos y clientes de Estados Unidos.
Desde personas que desean cambiar la gran ciudad por el contacto con la naturaleza, en especial altos ejecutivos que necesitan tan solo una buena conexión a internet para trabajar, hasta parejas de jubilados que buscan un retiro lejos de agobios. O compradores que tienen un negocio en mente, como es el caso de los españoles.
Galicia cuenta con más de 2.000 aldeas vacías, según publicó El faro de Vigo. Además, en más de 10.000, es decir, un tercio de los más de 31.000 núcleos con lo que cuenta la comunidad, tan solo quedan entre uno y diez vecinos.
Muchos de ellos acuden a la inmobiliaria para que el municipio tenga un futuro cuando ellos no estén. Con precios asequibles, incluso 60.000 por un pueblo semiabandonado, su compra supone comprometerse con el lugar para que este no se convierta en uno de los tantos lugares fantasmas de la España vaciada.