CEAR personifica estos problemas en Khaled, un solicitante de asilo sirio que huyó de Alepo, su ciudad natal. "Tenía la mirada perdida en el centro de acogida, no hablaba y apenas comía ni se relacionaba con nadie", señala la ONG, que recuerda cómo un trabajador social le propuso ver a un psicólogo y, aunque al principio lo rechazó, acabo aceptándolo al ver que "era la única manera de salir del laberinto mental en el que está atrapado".
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Y gracias a la ayuda especializada, el refugiado se ha ido desahogando, “liberándose de viejos fantasmas" que, según CEAR, le han acompañado en más de tres años de "odisea migratoria", en los que ha sufrido todo tipo de vejaciones, torturas e incertidumbres vitales.
La ONG señala que la Directiva de Acogida obliga a los Estados europeos a "garantizar la protección de la salud mental de los refugiados", pero que, sin embargo, las estimaciones de la atención psicológica que se les presta a su llegada a Europa son "alarmantemente bajas".
Si bien indica que no se disponen de datos fiables, en Alemania, por ejemplo, se estima que solo el 4% de las personas solicitantes de asilo recibe atención psicológica. Según CEAR, los problemas de adaptación muchas veces están relacionados con el choque de expectativas, al encontrarse con dificultades sociales y jurídicas, que agravan la situación psicológica provocada por los traumas sufridos en el país de origen y en tránsito.