Un día como hoy, hace ocho años, se produjo el beso más largo de la historia. Duró 58 horas, 35 minutos y 58 segundos. Desde entonces, cada 13 de abril se celebra el Día Internacional del Beso. Pero es el segundo año en pandemia y el primero con una dificultad añadida para alcanzar semejante récord: la mascarilla.
No hay un idioma más universal que el del beso. A veces decimos más con un beso que con palabras. Son muestras de amor, de protección o ternura. Poco valorábamos este gesto hace más un año.
Pero los besos son de esas tantas cosas que la pandemia nos robó. Hoy el beso puede ser peligroso.
La distancia impuesta por la pandemia de coronavirus ha obligado a reinventar el beso: a distancia, a través de un cristal, con mascarilla o desde el aire.
A pesar de los obstáculos que los besos deben superar hoy en día son salud, medicina pura. Liberan oxitocina, una de las hormonas de la felicidad.
Aunque los besos no son lo mismo con mascarilla, ya queda menos para acortar el espacio y volver a sentir esos besos de película.