La resaca del 15-M: leyes a golpe de manifestaciones

telecinco.es 30/01/2019 07:32

Un año antes de que estallase en España la crisis económica de 2008, en España se comunicaron 4.527 solicitudes de manifestación en todo el país. Cinco años más tarde, cuando los efectos de esta depresión económica afectaban a todos los ciudadanos con su ola de recortes y privaciones, las peticiones subieron a 44.233, o lo que es lo mismo, un incremento de casi el 900 por ciento.

Y es en este contexto de crisis e indignación social en el que surge el movimiento 15-M con su acampada en la Puerta del Sol que posteriormente ocupó las calles de las principales ciudades españolas con su lema vociferado hasta la saciedad de “sí se puede”.

Fue precisamente este convencimiento y el apoyo de la opinión pública lo que legitimó sus reivindicaciones y generó una ola de confianza y solidaridad social que desembocó en la formación de nuevos partidos con una amplia representación política.

Pero no todas las reivindicaciones son siempre percibidas de la misma forma. Alejandro González Vázquez, sociólogo y miembro del Observatorio de los contenidos audiovisuales de la Universidad de Salamanca señala en su trabajo sobre ‘La percepción de las protestas sociales’, dirigido por Anna Zlobina que la sociedad percibe un mayor grado de eficacia en aquellas reclamaciones que incluyen manifestaciones más agresivas.

El pulso de los pensionistas

González Vázquez recuerda que la identidad colectiva, la legitimidad y la eficacia son los tres elementos que marcan el éxito o el fracaso de una reivindicación social trasladada a la calle.

Estos elementos se dan de forma singular en la protesta de los pensionistas españoles que comenzaron a principios de 2018. Durante los años más duros de la crisis económica, la sociedad española observó cómo este colectivo actuó como un rompeolas y salvavidas para muchas familias golpeadas por el paro o los recortes por lo que entendió sus reivindicaciones obligando al poder a cambiar su política de pensiones para adaptarla a lo que reclamaba la calle.

Gran parte de este éxito que aún pelean con manifestaciones todos los lunes se basa en el apoyo recibido por los medios de comunicación capaces orientar el ánimo de la opinión pública, algo que este sociólogo considera fundamental ya que “es más eficaz buscar el apoyo público que buscar una acción directa”.

Y es que no toda exigencia de derecho es percibida de la misma manera por la sociedad. En paralelo a las movilizaciones del 15-M grupos de afectados por los escándalos financieros comenzaron a ocupar sucursales bancarias. A pesar de la legitimidad de su reclamación, la sociedad no entendió esta protesta y no tuvo la misma aceptación que la de sus hermanos de del 15-M, algo que podría asimilarse al rechazo social que han tenido tradicionalmente los conocidos como escraches.

La lucha de los taxistas

En menos de un año los taxistas madrileños han cortado el Paseo de la Castellana en dos ocasiones ocasionando graves problemas de movilidad a los ciudadanos. Su caso es un claro ejemplo de la importancia de desarrollar acciones reivindicativas que seduzcan a la opinión pública y no se enfrenten a ella así como la necesidad de tener claro a quién dirigimos nuestras reclamaciones.

En últimos meses este colectivo se ha enfrentado de forma radical a las VTC reclamando una regulación que aclare el ámbito de actuación de ambos profesionales. Pero con sus acciones no han logrado conectar con la sociedad. En una encuesta realizada por la web de Informativos Telecinco, casi la mitad de los participantes han señalado a los taxistas como un “colectivo privilegiado” algo que apoya la idea de su falta de aislamiento social.

Algo en lo que coincide González Vázquez que asegura que “la eficacia de un movimiento social se vincula a que sea capaz de poner a la opinión pública de su parte, que les legitimen en su reivindicación”.

Otro de los problemas a los que se enfrentan los taxistas al diseñar sus estrategias es saber hacia quién dirigir sus reclamaciones para tener posibilidades de éxito. Porque tan importante con un buen planteamiento es tener claro el interlocutor válido. Y este no ha sido el caso de los taxistas que en un primer momento platearon sus peticiones al gobierno central que terminó trasladando las competencias en la materia a los gobiernos autonómicos y locales.

Esta multiplicación ha logrado dividir sus esfuerzos de forma que un colectivo que parecía unido en sus reivindicaciones ahora aparece dividido en su unidad de acción.

Señala González Vázquez que aunque esta protesta buscaba “no solo presionar a los que han de adoptar una decisión sino también reforzar los lazos intergrupales” también ha conseguido en el caso de Cataluña que ahora sean los conductores de VTC los que presionen al gobierno catalán para sobrevivir como negocio tras el éxito en esta comunidad de los taxistas.

Gobernar a golpe de manifestación

No todos los movimientos de protesta que hemos vivido en España en los últimos años han terminado con cambios legislativos a su favor. Las multitudinarias manifestaciones contra el aborto impulsadas desde el entorno del PP fracasaron en su intento de parar las reformas del gobierno de Zapatero o, posteriormente el proyecto de Gallardón. Tampoco tuvieron éxito las conocidas como ‘mareas’ blanca y verde’ en lucha contra los recortes en sanidad o educación.

Según González Vázquez, “un Gobierno tiene que tener una valoración mucho más amplia y no dejarse llevar por el momento presente o una manifestación en concreto”, además es posible, añade ”que un colectivo culpe al gobernante de un problema en concreto pero que este no tenga capacidad para actuar”.

Esta tentación de ceder ante las presiones de la calle es percibida por la sociedad como un síntoma de debilidad del poder. Para este sociólogo, “los Gobiernos que tienden a actuar solo en base a las encuestas inmediatas o de la opinión pública siempre se perciben por los ciudadanos como muchos más volátiles” y se corre el peligro, asegura de “sentar precedentes que den pie a reivindicaciones opuestas”.

¿Política o manifestación?

Aunque la crisis económica de 2008 se dio oficialmente por zanjada en 2014 con la recuperación de los principales índices macroeconómicos, la sociedad española no ha tenido la misma percepción y ha mantenido aunque a menor ritmo su presencia en la calle para reivindicar sus derechos.

En 2017 se comunicaron en España casi 30.000 manifestaciones, algo más de un cuatro por ciento más que el año anterior. Gran parte de estas protestas fueron convocadas por asociaciones ciudadanas y sindicatos reclamando derechos laborales.

Los expertos creen que algo queda de aquel espíritu de movilización del 15-M pero la digestión de aquel movimiento también ha dejado una cierta decepción al no lograr sus objetivos a través de la acción política, un sentimiento que González Vázquez atribuye “al hartazgo y frustración de ver que no se han cumplido todas las expectativas”.

A pesar de este sentimiento de decepción los españoles no han perdido la fe en la capacidad de movilización social. Los datos de manifestaciones siguen creciendo y nuestro país bate récords de peticiones a través de la plataforma Change.org.

Según su presidente, José Antonio Ritoré, "la sociedad española es la que más se moviliza a nivel digital", un 40 % de los usuarios que usan Internet también lo son de esta plataforma, según sus datos.

El éxito de esta plataforma de peticiones se mide por los propios usuarios que plantean las reivindicaciones. Solo en 2018 se registraron en Change.org España 21.395 peticiones de las que 780 fueron declaradas como victoria por sus creadores.

La importancia de esta plataforma ha permitido que peticiones nacidas en la red hayan trascendido el mundo virtual y convertido en un modelo de reivindicación social. Es el caso de los 'chalecos amarillos' en Francia. Allí, la reclamación de Priscillia Ludosky, una ciudadana de a pie al presidente francés para que no subiera los impuestos a los combustibles originó este movimiento de protesta que amenaza la estabilidad del gobierno galo.

Ejemplos como el de Priscillia también lo hemos tenido en España. Aquí, mujeres como Anna González o María de la Fuente han logrado que sus demandas hayan llegado hasta el Congreso de los Diputados convirtiendo sus reivindicaciones en mejoras para el resto de los ciudadanos.