Javier Serrano (58 años) tiene todo listo para morir. Padece ELA y hace meses que pidió que se le aplicara la eutanasia. "La semana pasada me despedí incluso de mis familiares en una celebración privada", cuenta a NIUS. Solo falta que la Comunidad de Madrid ponga en marcha la Comisión de Garantía y Evaluación, el órgano imprescindible para que se tramite su derecho a morir dignamente.
"No entiendo por qué no lo han hecho ya. En casi todos las comunidades ya funciona. Solo está parado en Madrid, Andalucía y Extremadura, que casualmente son del PP. Yo creo que como están en contra de la eutanasia están evitando tramitar la solicitudes", denuncia.
Pide Javier empatía con su dolor. "Es insufrible, cada día que pasa es más fuerte, más insoportable", reconoce. "Si le pasara a algún familiar de los que están demorando la aplicación de la eutanasia ya verías cómo habían corrido. Están alargando mi agonía", lamenta. "Si estuviera bien te juro que ya me habría quitado la vida, como ha hecho esa mujer que se ha suicidado en un hotel de Madrid. Nos están empujando al suicidio".
A Javier le diagnosticaron ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) a finales de 2020. Entonces sólo le afectaba a un pierna, con la que le costaba caminar. "Mírame ahora, solo nueve meses más tarde ya estoy en silla de ruedas, apenas puedo mover ninguna articulación y ya empiezo a notar que me cuesta tragar".
El deterioro es rápido y no está dispuesto a vivirlo hasta el final ni tampoco a que lo sufran sus familiares. "Desde que supe lo que tenía tuve claro que quería la eutanasia. Primero por lo duro que es ver cómo vas perdiendo todas las facultades, pero luego por evitar dolor a quienes te rodean. Cuando me vienen a ver me hago el fuerte delante de ellos, pero se me caen las lágrimas cuando se van de verles sufrir por mi estado", reconoce.
"Todos saben que no voy a curarme, que esto va a ir a peor, hasta matarme, así que respetan mi decisión", apunta. "Todos me apoyan, tanto mi madre, como mi hermana, como mi propio hijo... los amigos, los compañeros de trabajo, todos. No hay nadie que me haya dicho que está en contra de lo que voy a hacer. Me dicen que soy valiente, fuerte... no sé, yo no me veo así, simplemente tengo la fortuna de tener la cabeza bien y considero que no es vida estar postrado en una cama mirando al techo hasta que me llegue el momento".
Javier pidió la eutanasia en el Hospital Doce de Octubre de Madrid, donde le estaban tratando, pero el neurólogo que llevaba su caso no le dijo que era objetor de conciencia. "Me enteré cuando un equipo de la Unidad de Paliativos, también objetores, vinieron a visitarme a mi casa y me lo dijeron. Me intentaron convencer de que renunciara a mi idea. Me preguntaron si no había pensado en mi familia, me explicaron que tenían pacientes que llevaban años con mi enfermedad y que aunque no podían moverse ni hablar se comunicaban con los ojos y eran felices... Yo les dije que a mi no me hacía feliz estar tirado en una cama, inmóvil, sin poder abrazar a mi familia, apenas moviendo los ojos cuando vengan a visitarme, que no, joder, que me que quiero ir, que vivir así es muy doloroso, que me dejen decidir".
"En ese momento me sentí engañado", insiste Javier. "Descubrí que mis trámites, que había iniciado hacía meses, estaban totalmente parados". Fue entonces, el pasado mes de agosto, cuando su hermana decide acudir al Hospital a pedir explicaciones y a intentar reactivarlos. "Habló con quien fuera del Hospital y me lo agilizaron todo al momento. Ya tengo, incluso, asignado el equipo que me va a poner el chute. Una neuróloga del Doce de Octubre y una ayudante", dice emocionado. "Solo falta que aprueben la Comisión esa de las narices".
"Miedo ninguno, casi te diría que tengo ansiedad porque se produzca ya", añade Javier. "Si por mí hubiera sido me podían haber dado cita hace ya tres meses o cuatro. Ya podría llevar meses muerto. Es lo que quiero", reitera.
"En cuanto la Comisión esté creada y den el visto bueno a mi caso ya espero que sea muy rápido. No veo el momento en que me llame la doctora para preguntarme cuándo quiero que vengan a ponerme la inyección. Un día después va a ser, para que le de tiempo a mi hijo a venir, que vive en Alicante", apostilla.
Entiende que su decisión impacte a algunas personas. "Las que no han vivido este sufrimiento de cerca", pero defiende que para él significa libertad, "acabar por fin con este sufrimiento". "Ya sé que soy joven, que a la gente le impacta porque sano me hubiera quedado mucho por vivir, pero es que estoy enfermo y me voy a morir muy pronto de todas maneras. Solo quiero acortar la agonía".
El proceso tampoco le asusta. "Me han contado que primero me van a sedar y luego ya me ponen el chute. No me van a dejar solo ni un solo momento. No sé cuánto tardará en hacerme efecto, pero creo yo que serán minutos, como mucho una hora", detalla Javier.
"Después, se acabó", concluye. "Y que no quiero dramas... ya he pedido que me incineren y que en el funeral suenen los Depeche Mode, el grupo de mi vida".
¿Alguna petición más? Nada, que creen la Comisión, que me pongan la inyección ya y a tomar por saco.