El 24 de octubre es el Día Mundial contra la polio. La enfermedad es un ogro que amedrentó al mundo durante el siglo XX. Los padres temían que sus hijos contrajesen la enfermedad y las epidemias arrasaban las ciudades. Hasta el final del siglo XIX y comienzos del siglo XX la polio se comportaba como una enfermedad esporádica que afectaba principalmente a los niños.
Todo cambió a principios del siglo XX, cuando los brotes de polio tuvieron un crecimiento gradual en todo el mundo. En 1916, en los Estados Unidos de América sufrieron una descomunal epidemia de poliomielitis que supuso una de las primeras grandes crisis de salud pública. Los estados de Massachusetts, Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut reportaron un número muy alto de infecciones. En todo el país fueron documentadas más de 23.000 personas infectadas y más de 5.000 muertes por la enfermedad. Aquella epidemia de 1916 resultó ser el primero de los muchos brotes que emergieron en los años siguientes.
El agente causal de la poliomielitis es un enterovirus humano, el poliovirus. La poliomielitis es insidiosa y dañina ya que, aunque la mayoría de las personas se recuperaban con rapidez, muchas sufren parálisis temporal o permanente y un número considerable fallece.
La enfermedad fue descrita por primera vez en 1789 por el médico inglés Michael Underwood en su libro A Treatise on the Diseases of Children pero el primer registro gráfico de la polio aparece en una estela egipcia de la XVIII dinastía (1580-1350 AC) que se encuentra custodiada en el museo Carlsberg Glyptotek de Copenhague. Se contagia por fluidos como moco o saliva y también por heces y agua contaminadas.
Durante el siglo XX la carrera para combatir la polio fue extraordinaria y se emplearon todos los medios necesarios para conseguir una vacuna eficaz. Sin embargo, el desarrollo de una vacuna adecuada es un proceso complejo que a menudo se dilata en el tiempo. En el caso de la polio, se desarrollaron dos tipos de vacunas, las atenuadas y las inactivadas, que son conocidas como la vacuna Sabin y la vacuna Salk respectivamente y que llegaron en la década de 1950.
Apoyada por las exitosas campañas de vacunación, en 1988 la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobó una resolución para poner en marcha las acciones necesarias que consiguieran erradicar la poliomielitis en el año 2000. Por desgracia, la polio todavía no ha podido ser erradicada del planeta y es necesario realizar un último esfuerzo, pero vamos por buen camino.
Este verano la OMS ha declarado África libre de virus salvajes de la poliomielitis. Cuando en 1988 la Iniciativa de Erradicación Mundial de la Polio (GPEI) se propuso erradicar la poliomielitis del planeta, se estimaba que 350.000 niños en todo el mundo quedaban paralizados por la polio cada año.
En estos momentos cinco de las seis regiones de la OMS, que representan más del 90% de la población mundial, están libres del poliovirus salvaje. La infección habitualmente es asintomática, en el 95 % de los casos, o cursa con astenia, anorexia y malestar general. Sin embargo, en el 0,1 % de los casos la enfermedad evoluciona a la forma espinal paralítica.
Antes de instaurar la vacunación, el pronóstico de la forma paralítica asociaba una mortalidad del 5-10 % que se elevaba al 20-60 % en los casos con afectación bulbar. Dos tercios de los pacientes con parálisis quedaban con secuelas.
La vacuna contra la poliomielitis fue una de las primeras vacunaciones infantiles universales que se introdujo en España, primero en campañas escolares hace 50 años y después en el calendario estable. Tanto la vacuna Salk (inactivada e inyectable) como la vacuna Sabin (atenuada y oral) han sido fundamentales en la lucha contra la poliomielitis.
En 1963, el Gobierno de Estados Unidos realizó una agresiva campaña publicitaria a favor de la vacunación con la vacuna Sabin. El protagonista de la maniobra era una pequeña y sonriente abeja llamada Wellbee. Un par de años después. la vacuna Sabin inspiró una de las canciones más famosas y pegadizas de la película "Mary Poppins".
La versión de la canción The Eyes of Love que iba a ser incluida en la película no era del agrado de Walt Disney, por lo que apremió a Richard y Robert Sherman a que confeccionaran una letra más pegadiza. El letrista Robert Sherman encontró la inspiración en dónde menos lo esperaba.
Un día al llegar a casa Robert se enteró de que habían vacunado a los niños de la poliomelitis. Preguntó a uno de sus hijos si la experiencia había resultado dolorosa. Creía que les habían puesto una inyección. Sin embargo, el niño le dijo al padre que había sido agradable. La vacuna había sido suministrada en un terrón de azúcar que el niño saboreó y tragó con gusto. El pequeño había recibido la vacuna oral de Sabin.
El episodio inspiró a Robert, que a la mañana siguiente sugirió a su hermano una nueva letra y el título de A Spoonful of Sugar Helps the Medicine Go Down y así, gracias a la vacuna de la polio, los hermanos Sherman compusieron una de las canciones más características de la historia del cine.