El verano ha traído varias alegrías pese a la pandemia del coronavirus, entre ellas volver a salir a la calle y disfrutar de piscinas, playas y restaurantes. Pero como todos los años un peligro acecha en cada campo, en cada monte. Una sola chispa puede desencadenar una catástrofe medioambiental y en el norte de España se resignan cada año.
Son las seis y media de la tarde, hace calor, bastante. Responde con voz calmada, pese a que el tiempo apremia. Lo pueden llamar en cualquier momento para batirse con un enemigo ancestral, después de apagar la noche.
Cristóbal Medeiros es bombero forestal de las Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF) en la base de Laza (Ourense), una fuerza especial contra el fuego, aunque a él no le gusta llamarlo así. Está agotado. Durante las dos últimas semanas ha trabajado en el incendio de Monterrei, que acabó con más de 1.000 hectáreas, y ahora está participando en labores de extinción en los de Cualedro, con más de 1.500 hectáreas calcinadas, Rodeiro (97 hectáreas) y A Merca (20 hectáreas).
Pregunta. ¿Cómo ha ido la noche?
Respuesta. Nos fue bien, pero cansados. Estuvimos apagando por un flanco y conseguimos nuestro objetivo. Acabamos a las cuatro y media de la mañana, pendiente de si me vuelven a llamar. Me toca este fin de semana en el turno de disponibilidad horaria.
P. ¿Cómo ha afectado la pandemia a la limpieza de montes este año?
R. Se paralizó la labor de prevención que veníamos realizando. Ha sido un invierno muy lluvioso, entonces hay más combustible disponible para arder, ya que la hierba ha crecido más. Con la pandemia, donde todo el mundo estaba encerrado en casa y no se pudo hacer prevención limpiando fincas, hay zonas con mucho combustible.
Ahora con el verano, esta hierba se seca y queda disponible a modo de polvorín. El incendio de Monterrei se originó en una zona muy seca, donde llueve poco y tenía mucho combustible. De hecho había muchísimo monte seco y mucho viento.
P. ¿El coronavirus ha cambiado su vestuario?
R. Sí, lo primero que tenemos que llevar es mascarilla, además de desinfectar herramientas y helicóptero, en el que nos la ponemos como en la base. La llevamos con todo el equipo encima. Luego en el incendio nos la solemos quitar porque guardamos la distancia social debido al protocolo, pero llevamos el cubre nucas y la braga ignífuga.
P. Hay gente a la que le agobia llevarla por la calle
R. (Se ríe). Pues imagínate nosotros, que estamos en un incendio todo el tiempo con el equipo y mascarilla. Nosotros ya llevábamos las FFP2. Las utilizamos cuando estamos en una zona con mucho humo y partículas. La novedad es tener que ponérnosla en la base y en el helicóptero. Sí es cierto que si te la pones y hay mucho humo, respiras un poco peor, pero es algo a lo que te adaptas. Tampoco es para tanto.
P. ¿En qué consiste su equipo?
R. Llevamos botas y fundas ignífugas, el casco, guantes, cubrenuca y gafas. Luego cada uno tiene su mochila aparte, donde cargamos herramientas de corte pequeñas y botellas de agua para beber. También solemos portar cuatro mochilas extintoras, que pesan 17 kilos cada una.
P. Debe llegar a casa extenuado
R. Nuestros preparadores hicieron un estudio, en el que nos pusieron termómetros por dentro de la funda y nos dieron pastillas para medir nuestra temperatura corporal interna. Cuando llegábamos a casa, después de apagar un incendio, nuestra temperatura corporal era de 38 grados centígrados. Adquiríamos fiebre. Mi mujer me dice que desprendo muchísimo calor. Yo noto dolor de cabeza y fiebre.
P. ¿Cuán cerca pasan de las llamaradas?
R. Somos una brigada que hace ataque directo al fuego, es decir, vamos con un pie en lo verde y otro en lo quemado. Estamos en contacto con la llama, la vamos pisando.
Hace una pausa mientras habla, tiene la mente puesta en tener que volver a la faena. En lo que va de 2020 se han contabilizado alrededor de 117 incendios forestales que han arrasado ya algo más de 18.500 hectáreas, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO). Tan solo en la primera mitad de julio, los servicios de emergencia han participado en 107 fuegos.
P. ¿Teme por su vida?
R. Normalmente tenemos protocolos, por lo que todo es muy automatizado. Si los cumples es una rutina y lo normal es que no temamos todos los días por nuestra vida, sino estaríamos haciendo algo mal. Pero sí que hay veces en las que pasamos ciertos apuros. Llegas a pensar: “Aquí me quedo”. Yo he tenido dos o tres así.
P. ¿Cuál es el peor tipo de incendio?
R. En mi opinión, el que se origina con virulencia, como ha sido el de Monterrei. Había mucho viento, pendiente y combustible. Fue un incendio potente.
P. ¿Y el instante más tenso?
R. La situación de mayor peligro para nosotros es cuando nos deja el helicóptero y nos acercamos al incendio. Entre donde estamos y el fuego hay combustible sin quemar. Nuestra posición de seguridad son siempre zonas sin combustible o quemadas. Si no la tenemos estamos en peligro. Esos minutos son los peores.
P. ¿Ha dormido al raso en alguna ocasión?
R. No. Cuando hay un incendio cercano y no podemos regresar en el helicóptero, lo que hacemos es reducir el equipo mandando a tres o cuatro personas a la base anteriormente. Después cogen los todoterrenos y nos vienen a recoger. Si está lejos y no podemos regresar, la comunidad autónoma nos suele buscar un hotel.
P. ¿Duele más un incendio intencionado o uno accidental?
R. El intencionado siempre. Son pocos los que han sido accidentales por un rayo o negligencia. Lo que duele más todavía es si no conseguimos el objetivo. Lo que nos enfada mucho es cuando hemos apagado un flanco y vuelve a prenderse, teniendo que volver a empezar después de haber estado todo el día.
P. ¿Y qué sucede con el impacto ecológico?
R. Todo lo que queda dentro del incendio muere: animales y plantas. Nos solemos encontrar cadáveres de animales, aunque alguno se salva por poco. Hace unos días, unos compañeros vieron escapar a un jabalí. En otras ocasiones ocurre que nos topamos con animales ardiendo vivos y corriendo, extendiendo los focos. A veces lo llevamos bien y, de repente, sale un conejo ardiendo y nos extiende el incendio.
P. ¿Se pueden evitar los incendios?
R. La población necesita concienciarse de que es un problema grave. Aquellos que los intencionan han de tener algo de cabeza para ver el daño que hacen. Ponen en riesgo muchas vidas.