La pandemia del coronavirus ha azotado con fuerza a la salud pública y a la economía mundial. Dos grandes pilares de la sociedad que se han visto tocados y que afecta directamente, y sobre todo, a los más vulnerables. El Ayuntamiento de Madrid ha desmantelado 251 chabolas en el último año para acabar con los asentamientos, pero muchos viven desperdigados por la ciudad y hay que girar la mirada para encontrarlos.
La crisis ha dejado a mucha gente en una situación muy difícil, a algunos literalmente viviendo en la calle. Personas que buscan refugio en lugares insólitos, en los más turísticos, donde parecen pasar más desapercibidos y pueden sentirse más protegidos y seguros. Es el caso de Madrid Río, en la capital, un enorme pulmón de la ciudad, donde cientos de personas pasean, hacen deporte y disfrutan al aire libre. Y donde mucho otros buscan un refugio para vivir. Dentro de un colector del Manzanares vive Hassan, desde hace un mes.
Otro lugar donde se refugian quienes no tienen techo es en los alrededores de la M30, un lugar mucho más estresante, donde millones de personas se desplazan cada día y en cuyos laterales, hay quienes viven y sobreviven en chabolas hechas por ellos mismos con los pocos recursos que se encuentran a su paso, para no estar en la calle.
Vidas que pasan desapercibidas, en lugares donde los demás, simplemente, siguen sus caminos. El último informe de Cáritas, desveló como la pandemia del coronavirus ha agravado la brecha entre ricos y pobres. Solo en España, mientras que 23 milmillonarios han visto crecer su riqueza un 29% durante la pandemia, más de un millón de personas han empezado a padecer graves carencias materiales. os diez hombres más ricos del mundo han multiplicado su fortuna hasta los 1,3 billones de euros. Ellos solos, esa decena de personas, acumulan seis veces más riqueza que las 3.100 millones de personas más pobres del mundo juntas.
Esta es la realidad durante la pandemia. Un nuevo informe señala que el covid tiene más secuelas, y nada buenas, para los jóvenes. 650.000 engrosaron las listas de exclusión social, donde la desconexión digital y la brecha de género campan a sus anchas.