La historia del crimen más terrible vivido nunca en nuestro país comenzó cuando los tíos de Patrick Nogueira decidieron alejarse de él porque veían que no hacía ningún bien a su familia. Por eso, Marcos, el tío se fue de Torrejón de Ardoz, donde vivían desde hacía meses con su sobrino recién llegado de Brasil y alquiló la casa de Pioz.
Los vecinos y el dueño de la vivienda llevaban semanas quejándose del olor putrefacto que salía de la casa. Incluso el panadero había visto cómo el pan que dejaba cada día se acumulaba en la puerta desde el 18 de agosto.
El casero, desesperado porque no había cobrado, envió el 15 de septiembre una carta al alcalde de Pioz notificándole su sospecha de que los inquilinos habían abandonado la casa y quejándose del mal olor “fétido y penetrante” pidiendo que fueran a comprobarlo “No vaya a ser, Dios no lo quiera, que haya alguien muerto en mi casa”.
Sin embargo, nadie parecía preocuparse por Marcos, Janaina y sus dos niños pequeños de uno y cuatro años. Hasta que una vecina no pudo más y el 15 de septiembre consiguió que la seguridad de la urbanización fuera a echar un vistazo “pensaron que eran de basura pero al abrirla vimos un torso con ropa vaquera”, contaron en el juicio.
Fueron los compañeros de trabajo de Marcos quienes pusieron a los investigadores sobre la pista de Patrick Nogueira. Contaron que el tío había decidido apartarse de su sobrino, al que consideraba violento.
Nogueira se ocupó de limpiar la casa
Patrick llegó a la casa con dos pizzas que comió con su tía y sus primos. A ella la asesinó primero, a cuchilladas y por la espalda mientras fregaba los platos. Después fue a por los niños. Limpió la casa y esperó que su tío llegara de trabajar. Estuvo esperando varias horas. En ese tiempo se mandó mensajes con su amigo Marvin, que estaba en Brasil. Le contó la atrocidad que estaba cometiendo entre risas.
Cuando llegó Marcos también lo asesinó a puñaladas. Patrick había pensado enterrarlos en el jardín pero vio que no era posible y decidió descuartizarlos y meterlos en seis bolsas de plástico. Las que vieron desde la ventana los guardias de seguridad. Se fue de la casa a primera hora la mañana, en el primer autobús que salía.
Nogueira tenía pensado viajar a Brasil en noviembre pero adelantó los billetes. Cuando la Guardia Civil fue a buscarlo ya había huido a su país. Allí lo interrogó la policía y le tomó muestras de ADN que fueron determinantes. Para los investigadores había “muchos indicios que denotan la participación de Patrick en los hechos”. Sus huellas estaban en la cinta americana y en las bolsas de plástico.
Llegados a este punto, la familia de Patrick en Brasil lo convenció de que viajara a España para entregarse. Hoy Patrick se sienta de nuevo en el banquillo para escuchar el veredicto. Las acusaciones piden la cadena permanente revisable.