El coronavirus está dejando huella en muchas familias, como la de Belén y Eduardo, un matrimonio de Villanueva de la Serena, en Badajoz, a los que la enfermedad les ha cambiado la vida. “Teníamos una rutina llena de actividades, el baile siempre ha sido mi gran hobby y ahora no puedo hacer nada”, cuenta a NIUS Belén Parejo, de 42 años.
En la primera ola se contagió y, desde entonces, carga una lista de secuelas por el que le han diagnosticado covid persistente. Por si fuera poco el año que ya llevaba pasado, a primeros del 2021, volvió a contagiarse, junto al resto de su familia, su marido y sus dos hijos, de 14 y 7 años.
La impotencia y la frustración de no reconocerse en el día a día la acompañan. “Al mínimo esfuerzo me asfixio y tengo muchísima tos. Si limpio o hago alguna actividad, al día siguiente tengo que estar en cama”, relata Belén. Tose mientras hacemos la entrevista y, reconoce, que ya es su compañera de viaje.
También sufre insomnio, dolores musculares, articulares, pinzamientos en la espalda y las piernas, dolores de cabeza, y hasta parestesia: “Siento como cosquilleo, entre calor y frío en la piel, en la parte izquierda del cuerpo”. A nivel cognitivo, también le está pasando factura con pérdida de memoria, de atención, de concentración, mareos y vértigos.
La incertidumbre es una constante. Ha pasado por varios especialistas de Neumología, Neurología, Alergología y Medicina Interna. Todos le dicen que es “cuestión de tiempo, que hay que esperar para ver cómo evoluciona”, explica.
Esta terapeuta ocupacional se ha visto obligada a darse de baja. Lo mismo le ha ocurrido a su marido Eduardo, de 41 años. Se contagió el pasado mes de enero y le acompañan la dificultad para respirar, la asfixia, la tos y los dolores musculares. “Es técnico de ascensores, así que cuando uno se estropea y las máquinas están en el séptimo piso, por ejemplo, tiene que subir las escaleras andando con la maleta de herramientas. Eso ahora es imposible”, explica su mujer.
Lo que lleva peor es la preocupación por su hija Claudia, de 7 años, que también se contagió y, aunque a nivel respiratorio no tuvo nada, sí le ha dejado otras secuelas. “Taquicardia, diarrea, tiene dolores de cabeza, cansancio extremo, dolores musculares y problemas de atención. Mi hija no puede jugar sin saber que luego va a estar en cama o tomarse un paracetamol. Iba a zumba, a bailes regionales, a ballet y ahora no veo que en septiembre vaya a poder hacerlo”, lamenta Belén. A ella también le diagnosticaron covid persistente.
De momento, lo que le dicen los médicos es que el único tratamiento ahora es el del tiempo…”Ya llevo un año y medio perdido de mi vida, y solo nos queda esperar que el tiempo haga algún milagro”.