La policía obliga a un niño de 12 años a 'confesar' que había matado a su hermana

INFORMATIVOS TELECINCO 16/01/2012 13:57

La historia ocurrió en Arkansas, EEUU, en 2006 y Thomas Cogdell, que ahora tiene 18 años sigue manteniendo su inocencia, según publica la cadena de televisión '7News'.

La niña de 11 años fue encontrada estrangulada en su dormitorio por la madre y el hermano. Esta despertó a su hijo y ambos hallaron a la pequeña de la familia con dos bolsas de plástico atadas a la cabeza.

La madre se puso histérica y fue Thomas quien llamó a la policía. Su aparente calma levantó las sospechas de la policía que inmediatamente lo adjudicó culpable.

Durante horas de interrogatorio, el niño de 12 años declaró que no había matado a su hermana. Lo repite 36 veces en la grabación de la policía.

Cuando el pequeño pedía comida los agentes apagaban la grabadora y tras tres horas y media de preguntas el niño dijo lo que querían escuchar, que había asfixiado a su hermana.

Que era una mandona y que le tapó la cabeza con unas bolsas porque quería darle una lección.

"Estaba aterrorizado", dijo Thomas en una reciente entrevista. "Me dijeron que me darían la pena de muerte."

Al parecer, el chico pensaba que daba igual si se declaraba culpable, porque esperaba que las pruebas de ADN descartarían su implicación.

En la grabación de la policía se escucha cuando le dice a su madre: "Yo no lo hice, está bien, mamá No van a encontrar mis huellas digitales..."

Y en otro, el chico que grita: "¿Por qué ... Yo no lo hice, pero ellos no me creen. ¡Ayudadme, tengo miedo!"

Al final, un juez lo declaró culpable de asesinato y el chico ha pasado dos años encerrado hasta ahora que un tribunal encontró pruebas de la confesión forzada, además de demostrar que Thomas con 12 años no entendía lo que significaba renunciar a su derecho a guardar silencio y tener un abogado con él.

A pesar de ser liberado, el caso sigue irresuelto, aunque los abuelos de Thomas crean que la madre es la responsable del asesinato de la pequeña.

La mujer, que sufre trastorno bipolar, admite haberle pegado a su hija la noche de su muerte, aunque sigue negando cualquier implicación.

Se aferra a la historia de que el asesinato fue cometido por un extraño a la familia, porque la policía encontró ADN correspondiente al género masculino en el cuerpo de la niña asfixiada.